
Gobernando el PSOE, Alfonso Guerra decidió que dependiéramos del gas de Argelia, un estrecho aliado de la URSS. Y en vez de construir un gasoducto que trajera el gas directamente desde allí, lo hicimos pasar por Marruecos con el fin de darle al rey alauí una excusa para cobrar un derecho de paso. Con el objeto de no enojar a los argelinos, de quienes dependen nuestros suministros de gas, otro Gobierno del PSOE acogió a Brahim Gali para curarlo aquí del covid. Tuvimos que hacerlo en secreto con el fin de no enojar a Marruecos y evitar que fuera reclamado por la Justicia española, ante la cual el sujeto tiene varias causas abiertas. Y empezó la cadena de desastres.
Para empezar, el Gobierno no supo mantener el secreto. Marruecos se enojó y hubo que encontrar el modo de que los jueces hicieran la vista gorda en menoscabo del prestigio internacional de nuestra Justicia. Las represalias del Gobierno marroquí, en vez de ser contestadas con otras, que es lo que hacen las naciones que se visten por los pies, fueron respondidas con una vergonzosa carta donde el presidente del Gobierno, por sí y ante él, se bajó los pantalones en nombre de todos nosotros. Y lo hizo sin tener la comprensión de Argelia, algo que debió haberse intentado conseguir, puesto que todo era causa del lío en el que nos habían metido ellos. Se hizo asimismo sin el consentimiento de la oposición, sin la aprobación del Parlamento y, por no tener, no tuvo siquiera el respaldo de su socio de Gobierno.
Puesto a hacerlo tan mal, al menos podía Sánchez haber conseguido alguna contrapartida tangible que ofrecer como excusa a tanta humillación. Nada de eso. Lo único que hemos sacado de esto es que a Sánchez le han prometido, sin que haya ningún documento que lo pruebe, que Marruecos se portará bien con Ceuta y Melilla, no sabemos durante cuántas semanas.
No sólo, sino que, no conforme con no exigir ninguna contraprestación, el Gobierno reveló innecesariamente que el teléfono del presidente había sido espiado con un programa al que no tienen acceso los particulares, lo que hace de Marruecos el principal sospechoso de un supuesto chantaje a nuestro presidente.
Y ahora, ante el comprensible enojo de Argelia, nos cuentan que Argelia es una aliada de Rusia, algo que ya era cuando decidimos depender de ese país para nuestros suministros de gas; que la Unión Europea la va a poner firme por incumplir los acuerdos comerciales firmados con Bruselas y que el suministro de gas no peligra porque si no lo llevaremos ante no sé qué tribunales de arbitraje.
Francamente, no se entiende por qué, cuando Marruecos reaccionó del modo tan injustamente agresivo en que lo hizo con ocasión de lo de Gali, Sánchez se arrugó. Y ahora, ante el comprensible enfado de nuestro proveedor de gas, nos ponemos farrucos y amenazamos con llamar al primo de Zumosol, la Unión Europea, para que lo ponga en su sitio y le haga cumplir sus acuerdos internacionales. Igual que Zapatero es hoy agente del chavismo de Maduro, Sánchez lo será de la dictadura del rey de Marruecos.