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Cristina Losada

La cesta de Navidad de Podemos

En la izquierda creen, y quizá tengan razón, que aquello que le da votos no es que las medidas sean útiles. Es la propia exhibición de virtud.

En la izquierda creen, y quizá tengan razón, que aquello que le da votos no es que las medidas sean útiles. Es la propia exhibición de virtud.
Alberto Garzón y Yolanda Díaz | EFE

Antes de que desaparezca de las noticias, hay que decir alguna cosa más de la cesta. De la que dos ministros de Podemos presentaron hará una semana, ya una eternidad, como una necesidad indiscutible para facilitar una cesta de la compra asequible. El asunto encalló enseguida, pero no hay que descartar que encuentren la manera de que su iniciativa, con alguna mutación, salga adelante. De hecho, la cesta se ha ido llenando con todo lo que debería incluir, pese a que prácticamente nadie cree en la viabilidad y la bondad del invento. Bondad. He ahí la palabra. De lo que se trata, ante todo, es de hacer ver cuán virtuoso y bondadoso es el Gobierno, y en esta ocasión, los ministros de Podemos.

La primera curiosidad que presenta la cesta es quién la inspira y la avala, según dejaron caer sus promotores, que era nada menos que Sarkozy. El precedente que sentó con su "panier des essentiels" ha servido para darle una extraña respetabilidad a la iniciativa de Díaz y Garzón. Extraña en la medida en que son políticos de izquierdas, y de la izquierda radical, y Sarkozy de derechas. Pero se ve que Sarko ha conseguido entrar en el exclusivo grupo de las derechas modernas, civilizadas y europeas que la izquierda española ha formado, en su imaginación, para poder decirle al PP que no pertenece al club.

Cierto es que Sarkozy o alguien de su entorno tuvo la feliz idea en 2011. Cierto también que aquella cesta no era como la que propugnan Díaz y Garzón. Y cierto, sobre todo, que un año después el "panier des essentiels" había caído en el olvido y el nuevo presidente, un tal Hollande, socialista, la suprimió. Antes, desde la oposición, los socialistas la motejaron como la "cesta de los pobres" y dijeron que era el símbolo del fracaso de la política gubernamental. Nadie la echó de menos. Hasta que llegaron Díaz y Garzón.

No es imposible que mentaran a Sarko como inspirador a fin de evitar que se señalaran sus influencias más probables, que están, como siempre en Podemos, en los populismos de América del Sur. En ese sentido, es exacto y preciso el nombre que le pusieron los socialistas franceses: la cesta de los pobres. Pero hay que hacerle una importante corrección. En un país rico, y España todavía lo es, esas dádivas políticas no se hacen para los pobres. Se hacen para que los que no son pobres vean y aplaudan la bondad y generosidad del gobernante para con los desfavorecidos. Por eso no importa que sean ineficaces o contraproducentes. Su función es otra. En la izquierda creen, y quizá tengan razón, que aquello que le da votos no es que las medidas sean útiles. Es la propia exhibición de virtud.

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