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Cristina Losada

El Tea Party socialista

Ahora Sánchez tiene un problema más, porque los barones socialistas han querido tener un problema menos.

Ahora Sánchez tiene un problema más, porque los barones socialistas han querido tener un problema menos.
Page y Sánchez durante un Comité Político del PSOE. | EFE

La revuelta fiscal de las autonomías socialistas es un caso inédito que responde a una situación insólita. La ruptura de los barones con los rígidos dictados de la cúpula partidaria obedece claramente a una cuestión central en política: la supervivencia. A estas alturas ya tienen la certeza de que su prioridad no puede ser salvar a Sánchez, empeño que juzgarán de improbable realización, sino salvar sus gobiernos autonómicos, una meta que les parecerá más realista y, sin duda, más beneficiosa. Son perfectamente conscientes de aquello que formuló el astuto Andreotti: el poder desgasta al que no lo tiene. Estar en la oposición en el Congreso en Madrid no será maravilloso, pero estar en la oposición en un parlamento autonómico es mucho peor.

Los barones socialistas están percibiendo más directamente que Moncloa, la del síndrome famoso, que la resistencia a devolver al contribuyente al menos parte de la recaudación extraordinaria debida al alza general de precios es una actitud perdedora. Ya pueden vestirlo y revestirlo desde la capital, sea con el señalamiento de "los ricos", sea con los presupuestos con "más gasto social de la historia". Lo esencial no va a cambiar, y lo esencial es que la idea de aliviar la carga fiscal ante una inflación sorpresiva y galopante que merma el poder adquisitivo de la mayoría es una idea ganadora. ¿Que Sánchez y sus ministros prefieren apostar por el "robinhoodismo"? Pues vale, pero los barones se desmarcan.

En esta suerte de Tea Party socialista hay de todo y hay también más publicidad engañosa que rebajas de verdad. Pero sus miembros han captado el estado de ánimo que se le escapa a Moncloa y están intentando darle satisfacción. Si el precio a pagar por esta indisciplina generalizada es despojar de su halo de poder todopoderoso al Gobierno de su partido, están dispuestos a pagarlo. Las autonomías han crecido, son adultas desde hace tiempo y tienen un mundo propio en el que los azares y embrollos del Gobierno central influyen relativamente poco. Es más, si ese Gobierno central deja de ser una referencia positiva y un activo electoral, los barones sueltan amarras sin pensárselo dos veces.

Este motín fiscal que le están haciendo a Sánchez revela, nuevamente, una falta de sintonía. El presidente del Gobierno no conoce ni parece entender ese mundo propio que han conformado las autonomías. No ha dado tampoco señales de que le interese. Tiene ahí, frente a Feijóo, otro punto débil. De hecho, es probable que sus barones se entiendan mejor con el dirigente popular que con él: cuando hablan de asuntos de las autonomías, hablan el mismo lenguaje. Sea como fuere, ahora Sánchez tiene un problema más, porque los barones socialistas han querido tener un problema menos.

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