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Los bárbaros asaltan el Estado de derecho

La dimensión de las burradas proferidas se calculó en función de las burradas que se querían aprobar.

La dimensión de las burradas proferidas se calculó en función de las burradas que se querían aprobar.
La presidenta del Congreso de los Diputados, Meritxell Batet.

No tienen precedente las barbaridades que se acaban de escuchar en el Congreso en boca de los partidos del Gobierno y afines. En el día D del asalto al Estado de derecho, que ha sido el 15 de diciembre, todo estaba permitido y no sólo permitido: estaba alentado y preparado. Acusar de golpistas a magistrados del Tribunal Constitucional y decir que pretendían violentar la soberanía popular, equiparar el recurso de amparo presentado por la oposición al golpe de Tejero en 1981 o soltar que en cualquier momento iban a entrar allí "tricornios" togados, todo eso se permitió, alentó y preparó con antelación, y fue de una sordidez extraordinaria.

Tiene su aquel que los mismos que aceptaron alegremente el cerrojazo del Congreso durante semanas en la pandemia, cerrojazo que el TC declaró inconstitucional por vulnerar "el derecho fundamental de participación política de los diputados", acusaran airados al Tribunal de intromisión en la soberanía nacional o de querer impedir que el parlamento legisle. Y tiene su gracia, maldita la gracia, que hace nada se reprendiera a una diputada que habló de "filoetarras" y que la presidenta Batet aleccionara después a las infancias para que no insulten ni ofendan. Bien. Ha quedado claro que se puede llamar golpistas y Tejeros a magistrados del TC y a partidos de derechas sin que Rottenmeier mueva un rizo de la melena. Tampoco era de esperar otra cosa.

La cuestión remarcable no es tanto que se propasaran los diputados de las izquierdas en las formas del lenguaje y la expresión. O que incurrieran en demagogias más repulsivas de lo acostumbrado. Es el motivo por el que lo hicieron. Porque la dimensión de las burradas proferidas se calculó en función de las burradas que se querían aprobar. El modo de encubrir una batería de aberraciones jurídicas y políticas sin precedentes fue lanzar un torrente de barbaridades como ataque preventivo contra la posibilidad de que se frenara su aprobación. Un recurso de amparo al TC se igualó a un golpe de Estado. Una suspensión cautelar, al fin de la democracia parlamentaria. Y un magistrado no afecto a los partidos gubernamentales, a un Tejero que de momento no lleva armas de fuego, pero a punto está.

Cuando hay mucho que encubrir las cortinas de humo habituales no bastan. Cuando hay que intimidar, toda exhibición de poder es poca. Si no han hecho sonar la alerta antifascista es porque ya saben que no funciona. Y todo esto para introducir a dos elementos gubernamentales en el TC. Qué no querrán hacer con el Constitucional si para conseguir su control lo arrastran por el fango. ¿O era el polvo del camino?

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