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Indocumentada, incompetente y, encima, insensible

Lo único de las mujeres que les interesa es manipularlas políticamente, usarlas para justificar sus votos y, sobre todo, sus descomunales sueldos.

Es muy improbable que en los ya más de 45 años de gobiernos que acumula nuestra democracia, todavía joven y ya casi casi difunta, se pueda encontrar un solo secretario de Estado con un nivel de preparación tan bajo y un currículum tan vacío como los de Ángela Rodríguez, popularmente conocida como Pam.

No obstante, justo es reconocer que desde su llegada al cargo en octubre de 2021 la número dos de Irene Montero se ha esforzado para que olvidemos su inexistente pasado profesional, su polémico comportamiento previo en política –recordemos que saltó a la fama por llamar "puta coja" a una compañera de partido– y hasta su paso por las cloacas más inmundas de Telecinco: su incompetencia y su incontinencia verbal han sido tales que todo lo demás ha quedado muy atrás.

Sin embargo, el pasado lunes, Pam superó todos los límites mucho más allá de lo razonable: es absolutamente intolerable que la número dos de un Ministerio creado, presuntamente, para defender a las mujeres, se carcajee de que los violadores y los agresores sexuales salgan de la cárcel o vean reducidas sus penas. Y lo sería en cualquier caso, pero mucho más cuando esto ocurre, precisamente, gracias a ella y las que con ella han redactado la infame ley del sólo sí es sí.

Decenas de hombres que han sido declarados culpables de una de las peores formas de violencia que se puede cometer contra una mujer pasarán menos tiempo en la cárcel gracias a Pam y sus igualmente jocosas amigas; y casi dos docenas de ellos están ya en la calle por lo que no sabemos bien si ha sido un caso de extrema torpeza legislativa o de desquiciada ideologización. Pero mientras las víctimas pasadas de esos agresores y violadores sufren este golpe bajo y las víctimas futuras, que las habrá, se saben más inseguras, Ángela Rodríguez y otras enchufadas en el ministerio se parten de la risa y disfrutan de sueldos varias veces más altos de los que podrían soñar con cobrar en el sector privado.

Es difícil imaginar una escena más insultante y unos (i)responsables políticos tan insensibles al sufrimiento que ellos mismos han causado; es –o, mejor dicho, era– imposible pensar que un cargo público pudiese llegar a reírse frente a las cámaras de la desolación de víctimas de crímenes tan horribles como las violaciones o los abusos sexuales. Y este inmenso insulto a las mujeres llega, además, desde el partido que se define a sí mismo como el único feminista de verdad y desde el Ministerio que dice luchar para acabar con la violencia contra las mujeres.

Con sus risas, Pam y sus amiguitas han dejado clarísima la verdad detrás de tanto eslogan: a ella misma, a sus asesoras y la ministra Irene Montero, que a estas horas todavía no la ha destituido, lo único de las mujeres que les interesa es manipularlas políticamente, usarlas para justificar sus votos y, sobre todo, sus descomunales sueldos.

Este jueves, ante la lógica dimensión que está tomando el escándalo y las durísimas críticas que llegaban hasta de las asociaciones feministas, la propia Ángela Rodríguez ha publicado en Twitter un patético vídeo tratando de justificarse y atribuyendo todo a una especie de conjura universal contra el Ministerio de Igualdad. En una intervención llena de cortes —demuestra que no es capaz de hacer un discurso de más de treinta segundos– Pam echa balones fuera, culpa a la extrema derecha –¿ahora las asociaciones feministas que han pedido su dimisión son extrema derecha?– y, lo único de verdad importante, se niega a pedir perdón.

Ninguno de aquellos representantes de "la casta" contra los que nació Podemos se habría atrevido jamás a tanto y, de haberlo hecho, habría dimitido en unas horas. Ángela Rodríguez, aferrada a su cargo y respaldada por su ministra, nos demuestra qué es de verdad la casta y quién desprecia, como nunca lo ha hecho nadie, a las mujeres en particular y los votantes en general.

Ya está claro que Pam no tiene la mínima dignidad para dimitir: no puede pasar un día más sin que sea destituida.

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