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Antonio Robles

¿El conocimiento es tener criterio?

No es el criterio propio el que funda el conocimiento, sino el conocimiento el que ayuda a madurarlo.

No es el criterio propio el que funda el conocimiento, sino el conocimiento el que ayuda a madurarlo.
Una estudiante premiada carga contra Ayuso en la Complutense. | David Alonso

Quienes en los años de la posguerra proveníamos de familias humildes y aspirábamos al Dorado del conocimiento como ascensor social, veíamos en la universidad el templo de la razón. Ciencia frente a ignorancia, esfuerzo y aspiración a un conocimiento universal tutelado por la duda y el método científico. Sin lastres supersticiosos, ideológicos ni sectarios.

¿Qué está pasando en nuestras universidades? ¿De dónde sale tanta ira? ¿Por qué las catedrales de la tolerancia y la palabra se están convirtiendo en templos de la cancelación, esta vez con inquisidores laicos y sectas ideológicas que confunden las sombras de la Caverna platónica con el Siglo de las Luces? Pareciera, como apostilla Santiago Trancón, que "Las ideologías son las religiones de nuestro tiempo, transforman las ideas en creencias, y las creencias en dogmas". En lugar de cuestionar las ideas diferentes, sacralizan las propias hasta encarcelarlas en ideologías, y ya puestos, satanizan a las personas que osan tener las suyas. Incapaces de distinguir "la" realidad de "su" realidad, confunden el propio ser, con "el ser".

A propósito de dos vídeos linkados en el texto, ¿qué une a estas dos jóvenes enfadadas con el mundo, más allá de ser, una de ellas, la protagonista de los insultos a Isabel Díaz Ayuso en la Complutense, y la otra, anticapitalista confesa, la broncas que insulta en la calle a cuatro pobres jubilados por pensar diferente a ella? Me refiero a la anticapitalista del "enterrados en cal" que corre por YouTube, y a Elisa Lozano, premio al mejor expediente de la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid. La una justifica su superior criterio por "militar desde los 14 años", la otra, porque tiene "criterio propio". Una y otra confunden "su" ideología con el paso previo para tenerlo. No es el criterio propio el que funda el conocimiento, sino el conocimiento el que ayuda a madurarlo. En este caso, el orden de los factores sí altera el producto. Las dos chicas no tendrán nada que ver, pero parecen sacadas de la misma factoría.

Los mismos ojos llenos de odio, la misma cara desencajada por la ira, ni un átomo de tolerancia o respeto por el adversario… la viva imagen de un fanático religioso. Aterrador "lo de militar" como salvoconducto académico. Ahora va a resultar que la militancia y las consignas, las emociones y la ideología serán la puerta del conocimiento y el fundamento de la corrección democrática. Escalofríos.

Nunca se me han ido de la cabeza las palabras que dirigiera a sus alumnos el entrañable maestro de la novela Las cenizas de Ángela: "Cultivad vuestra mente, es vuestro tesoro y nadie puede entrometerse en ella; si la llenáis de basura se pudrirá en la cabeza. Podréis ser pobres, llevar los zapatos rotos, pero vuestra mente es un palacio."

Ahora que la sociedad ha tomado por fin conciencia de tanta violación y maltrato a la mujer, deberíamos reparar en que no hay mayor violación que llenar de basura la mente de un niño o fanatizar la de una adolescente. Cuando la alumna premiada por ser la más destacada confunde "tener criterio" con estar poseída por una ideología, que le lleva a comportarse como un vulgar Savonarola, habríamos de sentir piedad por ella, pero inmediatamente escandalizarnos por la enseñanza que le están impartiendo sus profesores.

Bien es verdad, que en todas las épocas, las generaciones universitarias han sido contestatarias. "A los 18 años es cuando estáis más seguro de todo, y cuando menos sabéis de nada", nos espetó un buen día nuestro profesor de filosofía en bachillerato. Hay de todo, claro. La rebeldía y el adanismo nos salva de la alienación, pero la prudencia en nuestras propias convicciones nos hace menos estúpidos, y más respetuosos con las ideas de los demás. Que no es poco en un mundo en el que hemos de vivir muchos. ¿Habrá que recordar una vez más aquello de venceréis pero no convenceréis para reafirmar que la universidad es el templo de la palabra, y la democracia el ágora de la tolerancia?

En uno de los textos más lúcidos que dio la filosofía griega, la alegoría del Mito de la caverna incluida en La República, explica Platón los espejismos que los humanos tienen de la verdad. Cuenta la imposibilidad de cualquiera por llegar a su conocimiento si desde que nació vivió encadenado al fondo de una caverna dónde toda su realidad se redujo a meras sombras. Sólo aquel que asciende hasta su entrada sale de tal ignorancia y podría llegar al conocimiento de la verdad. El propio Platón cae en su propia ficción, al situarse fuera de la obscuridad, convertirse en juez y parte, sin reparar que él mismo se ha situado en la posición de la verdad. A decir de Karl Popper en La sociedad abierta y sus enemigos, todos los totalitarismos modernos ya están incubados en Platón. Pero su alegoría, paradójicamente, nos abre los ojos.

¿Es que nadie les ha mostrado a lo largo de su currículum escolar esta reflexión de Platón? ¿Es que nadie le ha explicado a la primera que no se puede ir por la vida enterrando en cal vida a la gente por el mero hecho de tener ideas diferentes a las tuyas, ni a la premiada en Ciencia de la Información, que una periodista no es un imán?

¡Cuánta universidad para tan poco entendimiento!

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