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Agapito Maestre

El secuestro de la Política

Sin una ciudadanía siempre alerta ante los posibles desmanes de sus representantes, no tienen sentido ninguna de las instituciones gubernamentales.

Sin una ciudadanía siempre alerta ante los posibles desmanes de sus representantes, no tienen sentido ninguna de las instituciones gubernamentales.
Pedro Sánchez | Europapress

Es difícil pensar en alguien que haya traicionado más el espíritu democrático de la Constitución del 78 que Sánchez. El Presidente del Gobierno ha practicado todo tipo de traiciones a la Carta Magna, incluso algunas de ellas, recuérdense los famosos decretos de Alarmas, han sido sancionados y penados por el Tribunal Constitucional; pero, seguramente, el más grave atentado que se ha cometido contra la democracia se refiere al secuestro de la Política, es decir, a la posibilidad de que los ciudadanos puedan participar por diferentes vías en la toma de decisiones del poder. Ha hurtado, en efecto, la principal función crítica que le otorga la Constitución del 78 a la ciudadanía: la creatividad instituyente del pueblo, o mejor, de la ciudadanía.

La soberanía de la nación, sí, les guste o no a los secuestradores de la política, reside en el Pueblo. Sin una ciudadanía activa, y siempre alerta ante los posibles desmanes de sus representantes, no tienen sentido ni significado ninguna de las instituciones gubernamentales, que paradójicamente sacraliza Sánchez. Es curioso que Sánchez, el político que ha conformado un gobierno con los enemigos de la Nación, sacraliza, controla y patrimonializa todas sus instituciones para beneficio de sus privados intereses. La sacralización de un sistema de oligarquías política ha llegado hasta el punto de no aceptar jamás una crítica al Gobierno. El Ejecutivo está por encima del resto de las instituciones sociales y políticas. He ahí la quintaesencia del secuestro de la Política que tiene mil diferentes manifestaciones, aunque la finalidad clave es reducir al ciudadano activo en un votante pasivo y desmotivado.

Sí, Sánchez y todo su gobierno de falso "izquierdismo" no tiene otro objetivo que elevar a algo sagrado lo que debería estar sujeto a crítica pública y permanente: el Gobierno. La política, sí, el contraste de pareceres y opiniones, ha desaparecido. Desde este punto de vista, este Gobierno es sin duda alguna el más reaccionario de la democracia del 78. Han convertido todas las instituciones públicas en propiedad del Gobierno. La casta política populista, comunista y separatista ha privatizado, a veces con lo aquiescencia del PP y VOX, todo lo público-público, hasta generar tanta apatía política que el ciudadano medio empieza a sentir asco de todos los políticos de Sánchez para abajo.

Repito: la sacralización de la institución del gobierno es el mayor golpe que se le puede dar a la democracia, pues que, más allá de hacer depender todos los poderes del Ejecutivo, olvida las bases genuinas de la democracia: la crítica y la política. La supresión de la crítica, como hace un día sí y otro también Sánchez, y la desaparición de la contestación al Gobierno pone, por muy paradójico que nos parezca, en peligro la estabilidad del sistema. La política no puede quedar reducida a gestión, o mejor, no es la lucha por el poder en el seno de unas instituciones, sino que aborda la transformación de las relaciones entre la sociedad y sus instituciones.

Los ciudadanos queremos que la democracia, sí, no quede reducida a mera gestión burocrática, sino que sea una forma de vida que pueda dar algún sentido a la existencia. Queremos ser protagonistas de nuestra vida política. Queremos, sí, política, o sea, que la democracia no quede reducida a introducir un voto cada equis años en una urna. Queremos que haya un juego en serio entre todos los actores y agencias del sistema político. Es inadmisible la desconsideración sistemática y gratuita del gobierno de Sánchez de cualquier enmienda que viniera de la Oposición; y también es inaceptable que casi todos los decretos y leyes que se aprobaron por las Cortes y el Consejo del Gobierno nunca estuvieran respaldados por la opinión de quienes sabían, nunca se dejaron aconsejar por fuerzas individuales y sociales con sentido común y quizá criterio científico sobre las materias objeto de legislación. El Gobierno ha despreciado con todo tipo de desplantes y calumnias cualquier sugerencia, comentario o crítica surgido de la sociedad civil. Dramáticas han sido algunas de esas advertencias, por no hablar de las consecuencias trágicas, incluso aunque se reforme, de la terrible "Ley del sí es sí". Sánchez, en fin, es el mayor reaccionario del sistema político español, porque ha secuestrado al pueblo la posibilidad de hacer política. A la ciudadanía activa, factor decisivo de toda democracia sana, es menester darle cauces de participación en el poder. La entrada en una cabina electoral es sólo el comienzo. Lo decisivo es el estar bien informado y ser partícipe de lo que ha de decidirse. O tomamos en serio la Política o Sánchez, y con él la entera casta política, seguirá traicionando todas las formas posibles la participación de los ciudadanos en la toma de decisiones del poder.

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