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¿Es Occidente un partido pacifista?

No podemos permitir la derrota de Ucrania, pero tampoco que la guerra derive a escala de Tercera Guerra Mundial.

No podemos permitir la derrota de Ucrania, pero tampoco que la guerra derive a escala de Tercera Guerra Mundial.
El filósofo Jürgen Habermas. | Archivo

Duras e injustas críticas está recibiendo en Alemania mi admirado y querido profesor Jürgen Habermas por su prudente posición ante la guerra desatada por Putin en Ucrania. Los nuevos belicistas de su país se han lanzado a la yugular del filósofo "pacifista" Habermas. Su diagnóstico, que no deja en buen lugar, dicho sea de paso, las bases de su teoría de la acción comunicativa en general, y de su teoría de la democracia en particular, está lejísimos de las posiciones rusas; y, por el contrario, hace una defensa cerrada e impecable de Ucrania. En cualquier caso, fuera de la taxonomía llevada a cabo por Habermas de las actitudes ante la guerra, tiendo a pensar que su análisis dista poco del mostrado hasta el momento por Occidente, a saber, condena de la invasión rusa de Ucrania y ayuda bélica muy medida al invadido para que se defienda del invasor. Ucrania no puede ser entregada a Rusia. O sea: guerra sí, pero, insiste Habermas, según y cómo… Y, al final, siempre dejando abierta —asunto capital— la vía del diálogo y la comunicación con el agresor Putin.

El centro del diagnóstico habermasiano deriva de la amenaza de Putin de desatar una guerra atómica; una intimidación que se haría real, naturalmente, si Occidente dejase de comportarse como un Partido-No Bélico. ¡Vuelta a las posiciones argumentativas de la Guerra Fría! El amenazado se compromete a negociar para salvarle la cara al amenazador. En realidad, la negociación nos salvaría la cara a todos. Las posiciones de Habermas son, pues, muy parecidas a las de la UE. A la de todo Occidente: ante el chantaje de una guerra atómica, el amago del apocalipsis de una guerra nuclear, los países de la OTAN no pueden convertirse en un "parte-partido de esa guerra". He ahí la ventaja de Putin sobre Occidente. Así de cruda es la cosa, después de condenar duramente la invasión de Ucrania por el ejército ruso y, por supuesto, no descartar en modo alguno los apoyos bélicos de Occidente a Ucrania, Habermas reivindica la acción de la negociación con Putin para acabar con la guerra.

Parece que no hay otra respuesta que la prudencia a la invasión irracional, y de todo punto injustificable, de Ucrania por parte de Rusia. No queda otra que practicar un racionalismo prudente, o sea, una negociación con el agresor. La tragedia es evidente. La filosofía política más desarrollada del mundo occidental aún no ha encontrado una alternativa racional a las acciones más irracionales de gente como Putin. Las democracias occidentales, y sobre todo los filósofos que le suministran doctrinas al sistema democrático, dicho sea con sentimiento de culpa, no dan para mucho al enfrentarnos a la pura irracionalidad. Y es que la filosofía, o, mejor dicho, los filósofos nunca han dado mucho de sí como gobernantes. Vivimos en medio de un grave dilema, sin duda alguna, irresoluble desde el punto de vista lógico: no podemos permitir la derrota de Ucrania, pero tampoco que la guerra derive a escala de Tercera Guerra Mundial… Ojalá tenga solución ontológica. Real.

Pero, no nos engañemos, al final es Putin, una vez que Occidente ha decidido ser un "partido-no bélico", es decir, no entrar en guerra, quien decide qué tipo de ayuda militar se considera una entrada formal en la guerra. ¡Terrible! Tan terrible es la situación como la paranoia de muchos medios occidentales dispuestos a aceptar cualquier barbaridad venida de Rusia. Por ejemplo, la última intervención de Putin, en el debate anual del 21 de febrero pasado, ante la Asamblea Federal de Rusia, dedicada al "primer aniversario" de la guerra ruso-ucraniana, ha sido celebrada por los putinianos occidentales. Putin dijo textualmente: "Son ellos (Ucrania y sus aliados), quienes han desatado la guerra. Nosotros estamos empleando todas las fuerzas para pararla". Este delirio está dando gasolina a personajes políticos, periodistas, expertos militares y los gurús en temas geopolíticos, quienes, para defender al régimen ruso, están dispuestos a aceptar cualquier "fakeción". Junto a ese delirio del 21 de febrero, propio de un terrorista, pocos defensores occidentales de Putin dejan de repetir que el imperialismo norteamericano y sus aliados europeos son los que estaban amenazando a Rusia, rodeándola de bases militares, acercándose la OTAN cada vez más cerca hacia las fronteras de Rusia, lo que obligaba al país más pacífico y pacifista del mundo a defenderse, hasta atacar él primero, "preventivamente", claro está. Y toda esa basura ideológica tenemos que soportarla, después de un año de guerra, en el que las tropas rusas cometieron más de 40.000 casos, según estadísticas de los organismos internacionales, destruyeron más del 30% de la estructura civil ucraniana, sometiendo a la población a vivir sin calefacción, electricidad, suministro del agua, en los sótanos de las casas destruidas y en los refugios subterráneos en condiciones inhumanas, y provocaron un éxodo de la población civil jamás visto en Europa después de la Segunda Guerra Mundial… Ninguna de esas salvajadas, ninguna de estas barbaridades, cometidas por el ejército de Putin, puede hacerles cambiar de opinión a estos putinistas convencidos.

En fin, entre los putinistas de Occidente y los belicistas alemanes, las prudentes tesis de mi querido profesor Habermas apenas son islotes de racionalidad en un mar de praxis irracional. ¡No creo que dé para más la filosofía!

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