Como diría Unamuno: "Eso es mentira". Recomendaba el filósofo castellano que nunca se entrara en discusión abierta con un mentiroso para aducir razones contrarias a sus tesis: bastaba con decir "eso es mentira" y no continuar la conversación.
Siguiendo las manifestaciones del presidente del Gobierno durante su agotadora intervención en la moción de censura, que el profesor Tamames llamó "tocho", me causó verdadero asombro su fijación y su suficiencia al dar por cierto el cambio climático como si se tratara de una verdad científica sin posibilidad de admitir la menor duda.
Como consecuencia de tamaña supuesta seguridad, dejó caer una oleada de improperios contra los que llamó "negacionistas". Los disidentes de la "verdad incómoda" de Al Gore pasábamos a ser ciudadanos realmente peligrosos para el orden constitucional, algo así como unos locos peligrosos.
Pues bien, presidente: como diría Unamuno, "eso es mentira".
Podemos encontrarnos ante un ciclo de años o décadas particularmente cálidos, pero deducir que estamos en plena "emergencia climática" y que está causada por la actividad industrial del hombre, y que todo ello constituye una verdad científica…"eso es mentira".
La suficiencia al emitir dictámenes sin pruebas llegando a descalificaciones de los disidentes se constituye en boomerang capaz de terminar por descalabrar al orador prepotente. Como escribió el famoso periodista Francisco Serrano Anguita basado en la vieja fábula: "La seriedad del burro a alguna gente le da la sensación de inteligente".
La prostitución de la Ciencia
Hay que recordar al presidente del Gobierno que los postulados en que se basan las historias de terror sobre el "cambio climático" son simples modelos de ordenador, y por perfectos que sean los sistemas de computación de los más modernos de éstos, los datos se los sirven humanos y que no siempre proceden de espíritus científicos puros, sino de servidores de intereses no siempre confesables.
Posiblemente es la primera vez en la historia que la Ciencia resulta prostituida, al menos de una manera tan clara.
Los intereses económicos que engloban los postulados del "cambio climático" son enormes y su aceptación por el llamado "consenso científico" está siendo capaz de cambiar, o si se quiere, subvertir el orden económico mundial: como siempre, pierden los pobres, y es muy importante recordar este punto a todos los prepotentes de izquierda "progresista".
¿Transición ecológica? Probablemente, pero transición hacia la ruina, al menos de los países menos desarrollados.
Para ser fieles a la recomendación de Unamuno no queremos discutir ni recordar que al mundo de los despreciados "negacionistas" se va incorporando, al principio de manera tímida pero seguramente imparable, una pléyade de científicos hasta el momento asustados ante las supuestas mayorías aplastantes de crédulos del cambio, o bien amordazados por las dificultades económicas para publicar que vienen padeciendo, comienza a manifestar sus discrepancias; aparecen interesantísimos libros, aumentan las declaraciones políticamente incorrectas… las cosas empiezan a cambiar y posiblemente no es demasiado tarde.
Los fanáticos de la credibilidad empiezan a tambalearse cuando se les recuerda la imperfección de los datos que se ofrecen a los ordenadores para que elaboren sus terroríficos modelos, por ejemplo la omisión sistemática del vapor del agua, procedente de la actividad volcánica, entre los gases de efecto invernadero: en realidad el vapor de agua es el más importante de los gases de efecto invernadero, pero queda significativamente ignorado y oculto tras los procedentes de los combustibles fósiles.
En la situación actual respecto a los conocimientos científicos sobre el complejísimo sistema climático de nuestro planeta, bien se puede admitir que es mucho más científica la posición "negacionista" que la creencia ciega en los modelos que nos ofrece la "verdad oficial climática".
Porque la Ciencia se basa en el modelo "Tesis, hipótesis y demostración", y ninguno de los modelos informáticos en los que tan ciegamente cree, o parece creer, Pedro Sánchez, ha sido demostrado. Por tanto las predicciones sobre catástrofes climáticas no son verdades científicas, sino simples especulaciones.
La última supuesta "verdad" que acabamos de escuchar es que "ya no habrá primaveras como hasta ahora", adiós por tanto al norteamericano "Día de la Marmota". En realidad primavera y otoño respectivamente son debidos al movimiento de precesión de la Tierra en torno al Sol, para entendernos, digamos que el planeta gira en torno al Sol de forma parecida a una peonza, y desde luego el humo de la contaminación industrial no va a torcer semejante sistema.
No sigamos por el camino de los desmentidos de disparates porque Unamuno nos reprendería y nos remitiría al desmentido de la premisa mayor: "Eso es mentira", y el filósofo estaría cargado de razón.
Tuvo hace meses el presidente del Gobierno el valor de afirmar que "el cambio climático mata" al aparecer en televisión ante un paisaje devastado por el fuego, un fuego que se había cobrado víctimas humanas. ¿Cabe mayor osadía seudocientífica?
Otros, incluso profesionales de la ecología como quien suscribe, optamos por la prudencia: desde luego por la disminución de la contaminación, no por el "cambio climático" sino por múltiples razones, algunas tan importantes y poco aducidas como la salud respiratoria; pero desde luego sin obviar avances ambientales como los estudios de impacto ambiental, recientemente derogados siempre que se refieran las actividades a la adoración a las verdades oficiales sobre el ídolo climático.
Miguel del Pino, catedrático de Ciencias Naturales.