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Nada de "chiringuitos zoológicos". ¡Viva el zoo!

El animalismo vuelve a atacar a los zoológicos y pide el traslado de los animales a lo que llaman "santuarios".

El animalismo vuelve a atacar a los zoológicos y pide el traslado de los animales a lo que llaman "santuarios".
Familia de gorilas en el centro de conservación | SAN DIEGO ZOO WILDLIFE ALLIANCE

En estas fiestas visiten los zoológicos, lleven a ellos a los niños para que disfruten y se formen. ¡Sin complejos!

Ya tuvimos que luchar contra esta plaga en los años ochenta; en aquella ocasión el ecologismo radical, entonces aún no consolidado, llenaba las paredes con una de sus pintadas favoritas: "Zoo=ecocidio".

Los argumentos que entonces argüían los ecologistas no eran muy diferentes de los que ahora trata de alimentar el imaginario podemita: "Los zoos son prisiones para animales", en consecuencia hay que liberarlos y trasladarlos a "santuarios" en que permanezcan "felices" hasta su muerte.

Mientras tenían lugar aquellas manifestaciones nada científicas, los zoológicos siguieron evolucionando hasta convertirse en centros de relevancia desde el punto de vista de la conservación, de la investigación, de la reproducción de especies en peligro, de educación ambiental y de cooperación entre ellos para desarrollar programas de salvamento de animales víctimas del tráfico de especies. La labor de estas instituciones fue reconocida por la sociedad, y las ensoñaciones animalistas quedaron en el ridículo que merecían.

Pero, como diría un castizo, "vuelve la burra al trigo". Los iluminados que redactan y consiguen la aprobación de leyes demenciales en referencia a los animales, la naturaleza, y lo que es aún peor, el hombre, vuelven a insistir en el cierre de los zoológicos y el traslado de sus huéspedes a unas imaginarias dependencias de su antropomórfico paraíso a las que llaman "santuarios para animales".

Santuarios, eso sí, gestionados y "cobrados" por ellos, por los miembros que designen tales profetas de la felicidad animal: no estamos ante simples demenciados, sino, sobre todo, ante gestores de fondos diseñados para pasar de las arcas públicas a sus bolsillos.

Un poco de historia: de la casa de fieras al zoo

Durante el siglo XIX y la primera mitad del XX, los parques zoológicos eran muy diferentes a los que hemos conocido con posterioridad. La función de aquellas "casas de fieras" era sobre todo admirar a los visitantes mediante la exposición de animales exóticos que coleccionaban con un criterio más sensacionalista que científico: leones, jirafas, monos, aves multicolores y hasta gigantes como el hipopótamo o el elefante llegaban a ser casi "ciudadanos", dada la popularidad que adquirían ante sus visitantes. Aquel criterio fue superado y de la "casa de fieras" decimonónica se pasó a los zoológicos modernos de la segunda mitad del XX.

Los nuevos zoológicos eran algo muy diferente: comenzaba la disminución de efectivos en la naturaleza de algunas especies que llegaban a encontrarse en peligro de extinción y que en sus hábitats naturales no tenían garantía de supervivencia. Son muy numerosos los ejemplos de animales silvestres que sólo podían salvarse a través de su reproducción en los zoos. Veamos algunos ejemplos.

El león del Atlas (Panthera leo berberisca) es una subespecie del león africano que se extinguió en su medio natural, la cordillera norteafricana debido a la labor de los tiradores de la Legión francesa. No hablamos de "asesinos de animales", sino de benefactores de la población formada por las gentes humildes sobre las que estos grandes y feroces leones ejercían insoportable presión y causaban numerosas víctimas.

Comprobada la incompatibilidad entre campesinos y leones en las montañas del Atlas, la Casa Real marroquí se implicó en un proyecto internacional para reunir todos los ejemplares supervivientes en los zoos y crear una reserva coordinada por el Zoo de Washington para la salvación del león del Atlas. El recién inaugurado Zoo de la Casa de Campo de Madrid participó en esta labor de conservación allá por los años setenta.

El bisonte europeo, primo hermano del americano, tan popular por los westerns, se ha salvado también de la extinción gracias a su reproducción en los zoológicos. En este caso tanto el de Madrid como el de Barcelona participaron en el empeño. La población del gran herbívoro europeo había sido esquilmada por los desastres de las guerras europeas, y hoy es ya posible su reintroducción en lo que fueron sus paraísos naturales.

Esta reintroducción en la naturaleza, que los animalistas llaman "liberación", es para ellos el único objetivo posible; en caso contrario hay que prohibir la reproducción y en sus "santuarios" sólo podrán vivir hasta que mueran de muerte natural, sean cuales sean los efectivos de las diferentes especies.

¿Se imaginan la reintroducción del león del Atlas en medio de las aldeas rurales de aquella cordillera? No son necesarios los comentarios.

Salvar especies en peligro y mantenerlas reproduciéndose en los zoológicos es una obligación científica independiente de que su destino sea la liberación o simplemente el mantenimiento de sus efectivos genéticos, así de sencillo.

La relación de especies que han encontrado en los zoológicos modernos su particular Arca de Noé es interminable. Algunos animales son populares y carismáticos, como el panda gigante cuya reproducción y conservación controla internacionalmente con el mayor celo el Centro de Cría de Pekín, pero no son tan conocidos otros muchos, como el ya citado bisonte europeo, el león asiático, el uro, este en proceso de reconstrucción genética, el okapi, el orangután de Sumatra, el gorila de montaña, entre las aves el tarro canelo, el ganso ceniciento de Nueva Holanda, o las numerosas especies de loros y guacamayos cuya investigación haya elevado a nuestro Loro Parque del tinerfeño Puerto de la Cruz a la categoría de "mejor zoológico del mundo".

No sólo la salvación de especies en peligro; también la simple exhibición de animales para que lleguen a ser conocidos por el público en general y particularmente por los niños, justifica plenamente la existencia de los zoológicos. Los documentales no ofrecen una visión completa y, además, la mayoría de ellos están plagados de violencia, muerte y festines poco gratos de presenciar. Como decía una visitante de hace décadas recién llegada de su remoto pueblo a la ciudad, "había visto al elefante en persona".

El desconocimiento de la realidad del mundo animal por parte de los niños de la gran ciudad motivó hace décadas la aparición, dentro del recinto del zoo, de los espacios llamados "zoos chicos", donde los niños podían ver, tocar, oler y acariciar animales domésticos tan familiares en el medio rural como cabras, ovejas o burros, o interaccionar con crías de animales silvestres. Cualquier pedagogo o psicólogo afirmaría que estos contactos resultan Imprescindibles para la formación integral de la infancia urbana.

No dejemos de hablar de los proyectos didácticos desarrollados por los zoológicos modernos, tanto a nivel de enseñanzas de grado medio como en interacción con las Universidades. Es una lástima que no todos levanten la voz contra los disparates "animalistas" cuando está nuevamente en peligro la supervivencia de los zoológicos.

Hablemos de dinero

Muchos zoológicos de diferentes países han sido capaces de sobrevivir sin resultar gravosos para los erarios estatales o municipales; sólo algunos pocos han gozado de protección estatal o han sido capaces de convencer a los ayuntamientos de que se trata de instituciones capaces de dar lustre al nombre de las ciudades en que radican.

¿Cómo se financiarían los "santuarios de animales" que proponen los animalistas?

Cabe suponer que no les faltarían fondos oficiales procedentes de las instituciones a las que fueran capaces de convencer, si estas comulgaban con sus principios o sobre todo si temían las consecuencias de sus negativas a las "colectas" que sin duda se desarrollarían. Algunos "santuarios" en proyecto ya hablan de cobrar entradas para ver a sus animales "rescatados" de los zoológicos o confiscados a los particulares. ¿Recuerdan aquello de "exprópiese"?

En definitiva la existencia de los zoológicos está en serio peligro. Probablemente el de Barcelona, que llegó a ser el segundo de Europa, sea el primero en caer víctima de la aversión de su propio ayuntamiento. Loor a la memoria de sus ilustres zoólogos Jordi Sabater Pi y Antoni Jonch Cuspinera. Señora Colau, pero escuchando estos nombres ¿no le da vergüenza?

Miguel del Pino Luengo, catedrático de Ciencias Naturales y conservador del Zoo de Madrid en sus comienzos.

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