El ministro de la Presidencia de Pedro Sánchez actúa como se espera de la persona que ocupa ese cargo, al utilizarlo para hacerle a su jefe el trabajo sucio contra sus principales adversarios. Es Sánchez el que ha designado a la presidenta de la Comunidad de Madrid como su enemiga, porque los intereses de una comunidad autónoma en el ámbito de la gestión política están mucho más relacionados con los distintos departamentos ministeriales que con la presidencia del Gobierno, dedicada por su propia naturaleza a objetivos más generales. Pero Sánchez no entiende divisiones competenciales ni de respeto institucional, por eso se ha marcado como gran objetivo político acabar con el actual gobierno de la Comunidad de Madrid.
La actuación de Félix Bolaños, tratando de acceder a una tribuna de autoridades a la que no estaba invitado, es una fantochada que los españoles aceptamos con naturalidad porque está protagonizada por un hombre de Sánchez y de estos piernas se puede esperar cualquier cosa. Hay que decir como Rajoy, cuando la izquierda le interrumpía a gritos en el hemiciclo: "Qué gente ¿Verdad?". Verdad.
Los ministros han interiorizado tanto el reciente discurso podemita de su jefe en relación con la nueva ley de Vivienda que ya tratan de okupar hasta los entarimados de un desfile. Para dar ejemplo, claro. Afortunadamente, bastó con que la jefa de Protocolo de Díaz Ayuso se interpusiera ante el ministro y anulara sus intentos de regate no perdiéndole la cara en ningún momento y moviéndose en sentido horizontal para impedir sus escaramuzas por los extremos de la escalerilla. Arteche, en sus mejores tiempos, no era tan disuasorio en el centro de la defensa del Atlético de Madrid.
Nos reímos con las cosas de los sanchuzos y tal, pero el asunto no tiene demasiada gracia, porque detrás del esperpento bolañés está la determinación evidente del Gobierno de atacar a Isabel Díaz Ayuso, echando mano de expedientes tan ridículos como ese intento grotesco de ocupación en un acto meramente protocolario. ¿Por qué la odian? Porque es la única dirigente del Partido Popular que no teme oponerse a los dictados ideológicos de la izquierda española, la más burra del continente europeo, a gran diferencia de la segunda clasificada. Sánchez envía a Bolaños a hacer el ridículo pero, a cambio, ya tiene un nuevo argumento chusco para insultar a la presidenta madrileña a pocos días de que comience la campaña electoral.
Se van a tener que emplear a fondo, porque las encuestas predicen un chorreo histórico del PP madrileño a toda la izquierda en su conjunto, a la que sacaría un par de decenas de escaños tirando por bajo. La situación es complicada pero, tras el esperpento de Bolaños armando su particular 2 de mayo en las escalerillas del desfile, parece que podría empeorar.
O sea, a mejorar.