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José Manuel Puertas

La gran paradoja del baloncesto

El deporte más innovador que existe lleva años demostrando ser también el más autodestructivo

El deporte más innovador que existe lleva años demostrando ser también el más autodestructivo
EFE

Acabó la cacareada batalla en Belgrado sin que nada ocurriera más allá de que el Real Madrid forzara el quinto partido, que no es poco. Volvieron los enviados especiales a los que en su inmensa mayoría no les interesaba el baloncesto y sí la sangre que, lamentablemente para ellos, no se derramó en la cancha en una semana funesta en la capital serbia por otros asuntos extradeportivos que ya sobradamente conocemos.

En el Stark Arena no hubo guerra ni ningún ejército que custodiase el partido por más que alguno lo quisiera vender como tal. Sí un fortísimo dispositivo policial como sucede SIEMPRE, y remarco, SIEMPRE, en cada partido de Euroliga que se juega en la ciudad blanca. Solo hubo baloncesto en un ambiente tan hostil para el visitante como procedía al partido dado lo que se jugaba el anfitrión. Pero nada más, para desgracia de desplazados y sobre todo de aquellos que decidieron apostar por dar cobertura a un partido de playoff de Euroliga fuera de España. Qué disparate, en los tiempos que corren, cuando todo se puede contar viéndolo por televisión y sin gastar un duro, enviar a alguien sobre el terreno, para simplemente contar un partido de baloncesto, o dos, por mucho Real Madrid que fuera uno de los participantes. Evidentemente, la decisión no salió rentable. Y ahora, probablemente, la Euroliga y el baloncesto vuelvan al último cajón de las prioridades hasta que haya algún otro escándalo en forma de hostias, insultos o cualquier cosa que vaya más allá de un balón entrando en una canasta, pues eso carece de interés.

Dicho eso, ojo: lo dije la semana pasada y lo repito: lo del Wizink fue un escándalo y, en mi opinión, las sanciones se quedaron cortas. La proximidad de la ‘Final Four’ hizo que imperara el negocio sobre la ejemplaridad y que Yabusele, con razón pero pudiendo ser mucho más, sea el único que no vuelva a jugar en esta temporada continental. Pero también que Kevin Punter o Matthias Lessort no salieran muy mal parados, no fuera a ser que el Partizan jugara la ‘Final Four’ sin un equipo lo suficientemente competitivo.

A día de hoy, lo cierto es que tenemos al Barça en la ‘Final Four’ tras ganar por 3-0 al Zalgiris Kaunas y que las otras tres series, aunque de esto apenas escucharéis hablar ya una vez rebajado el suflé de la pelea en el Wizink (supongo que lo que realmente importa ante los hechos consumados) están en el quinto partido de unos playoffs que están resultando apasionantes. Que el Fenerbahce se le ha vuelto respondón al Olympiakos, que el Mónaco se resistió a ese mantra que, no me duelen prendas y ahí está la hemeroteca, yo mismo aseveré de que, una vez que Maccabi había ganado uno en el Principado, la eliminatoria ya no volvería allí… Y que lo del Real Madrid y el Partizan para este miércoles, con Punter de vuelta, tiene aún mucha tela que cortar para dirimir al rival del Barça en la semifinal pues este Madrid, ahora al menos corajudo, no destaca precisamente por su fiabilidad, y porque Zeljko Obradovic es mucho ‘Mister Euroliga’.

Hasta aquí la crítica a los que no quieren al baloncesto y que desde luego nunca lo van a querer salvo que haya sangre o exabruptos. Pero ahora, también, turno para los que se supone que deben ser sus custodios. Siempre digo que este es el deporte más innovador que existe… pero también el más autodestructivo. Cuando ahora hablan de la Superliga de fútbol, de si es viable o no, de su compatibilidad con las ligas domésticas, o de si la FIFA podría impedir a sus participantes jugar con sus selecciones nacionales, recuerdo que todo esto ya lo pasó el baloncesto en las últimas dos décadas. Así que, grosso modo, me sé el final de la historia.

Pero también sé que no hay un deporte tan capaz de hacerse daño a sí mismo como este de la canasta y la pelota naranja. Que las peleas entre sus estamentos son archiconocidas. Que durante años la FEB y la ACB no pudieron ni verse. Que a la Euroliga le han importado un bledo las competiciones domésticas y ha arrasado con prácticamente todo. Que ahora la FIBA ha hecho lo propio, logrando un doble carpado mortal que lleva años suponiendo el mayor ridículo que pudiéramos imaginar: que mientras la selección española se juega su clasificación para un mundial o un europeo, haya varios equipos españoles jugando el mismo día y a la misma hora competición oficial, con lo que ya imaginarán ustedes que el interés por ver al equipo nacional sin buena parte de sus mejores jugadores no siempre haya sido el máximo, por mucho que le debamos, es así, al llamado grupo de las ventanas, ante el que me pongo de pie, que conste.

Este miércoles tuvimos otro episodio en esa línea. Disputaba la final de la Eurocup un equipo español, el Gran Canaria. En casa, frente al Turk Telekom, a partido único. Buscando el primer título continental de su historia y su segunda participación en la Euroliga. El Granca ganó, y vaya desde aquí la felicitación a mucha buena gente que hay en ese equipo y en ese club. Pero, ¿de verdad no había otro día para fechar esa final? ¿De verdad hacerla coincidir con los terceros partidos de las series entre Barça y Zalgiris y Fenerbahce y Olympiacos, y la previa de los cuartos partidos de las otras dos series, es la mejor forma de que la Euroliga venda su propia competición?

Si el baloncesto sufre para venderse en los medios generalistas incluso cuando Real Madrid y Barça están de por medio (salvo que haya mamporros claro está), no parece que la final de la Eurocup se haya vendido de la mejor manera. De hecho, sin paños calientes, ha sido un auténtico disparate. Y el resultado, ahí está: creo que si me juego una mano no la pierdo, a que hay gente que, cuando escuche esta semana Tirando a Fallar, el programa decano sobre baloncesto en España (y el único sobre baloncesto en una emisora generalista en España gracias a la apuesta de esRadio), por tanto con un público poco dudoso de su afición a este deporte, no sabrá que el Gran Canaria, con todo el mérito del mundo, ha ganado la Eurocup y se ha metido en la Euroliga.

Esta es la gran paradoja del baloncesto. El deporte más bello e innovador del mundo, severamente castigado vaya usted a saber por qué por los que toman decisiones en los medios para solo sacar de él su mierda, que a veces la hay por descontado, pero al que en demasiadas ocasiones, ni siquiera sus guardianes se han tomado el más mínimo interés en defender.

Moraleja: ha llegado un punto en que es preocupante ver al baloncesto en las portadas… pero él mismo ha hecho mucho para que esto sea así.

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