
El problema del reparto de las tareas del hogar es que tienes que tener alguien con quien poder repartirlas. Los gatos hacen mal las camas, los de Tinder no suelen quedarse a limpiar los zócalos, y es improbable que logres que tu canario se ponga a planchar sin convertirse en parte de la cena. Al tipo de mujer inexistente que promueve Igualdad no le haría falta una aplicación para saber quién pasa la aspiradora, sino alguien que quiera quedarse a ensuciar. Lo que funciona, en todo caso, no es la aplicación, sino la división que genera. Tampoco lo ocultan ya.
Aun así, la app de las tareas del hogar no es una broma, ni una anécdota. Las anécdotas no cuestan a los españoles 200.000 euros. Para apoyar la idea, Pam evacuó un tuit: "Manolo, Manolito, la cena tú solito". Sin querer, supongo, desveló el único objetivo de todo esto: que Manolito y la parienta empiecen a echarse en cara cada una de las cosas que ha hecho el uno por el otro desde la Edad de Piedra hasta hoy. Si se cumpliera el objetivo, Manolito y la parienta acabarían como el rosario de la aurora, y el monstruo insaciable de las víctimas electorales recibiría sangre fresca para las próximas elecciones. Pero Manolito y la parienta no son tan idiotas como desearían las del pijama-party de Igualdad.
Aunque son lo mismo, al comunismo histriónico de Montero le está comiendo la tostada el comunismo empalagoso de Yolanda; de hecho, ya solo les queda el insulto para ocupar su cuota de pantalla: ahora a los cayetanos o a una anciana a las puertas de un mitin, después a Pablo Motos, y siempre a Amancio Ortega. Por caridad, Pam no debería situarnos a los españoles en la tesitura de tener que elegir entre Amancio Ortega y ella. Uno da trabajo a 165.000 personas, la otra lucha por que haya más gordos en el Congreso. Empate.
La de Sumar predica el odio a los ricos y a los empresarios para tratar de enfrentarlos a los trabajadores, así los llama, como si los empresarios en España fueran parte de una aristocracia divina que ha heredado fortuna en un maná elitista sin dar palo al agua. Las podemitas amplían el círculo del rencor para que la macha de odio alcance también a Manolito, el que tiene que hacerse la cena solito, según la célebre rima del Siglo de Oro traída a Twitter por la erudita e ingeniosa Pam. Queda claro que el objetivo es dividir, pero eso no basta: en la dicotomía comunista de buenos y malos, ha de haber víctimas y culpables; sobre todo víctimas.
El victimismo funciona más que nunca. El hombre posmoderno es de cristal. Incapaz de tolerar la frustración, carente de otro sentido de trascendencia en la vida que la aprobación del prójimo, respira por sus grietas indefensión y complejos. Dale una oportunidad para creerse víctima de un complot histórico y le habrás dado la razón perfecta para justificar todo su infortunio y canalizar toda su desgracia a través del odio y el resentimiento. Es ahí donde pesca la izquierda. Y cuantos más parroquianos tenga en su Iglesia de las Minorías, los Frustrados y los Discriminados, más abundante será la pesca electoral. Dividir no es una consecuencia, dividir es un objetivo electoral.
Es posible que el enésimo intento de Igualdad por emponzoñar la vida familiar resulte esta vez demasiado burdo como para ser eficaz. Pero el verdadero manual de resistencia electoral lo escribió Zapatero, la única vez que dijo la verdad: "Nos conviene que haya tensión". Supongo que, a falta de la tensión de las cartas con balas y bulos del culo, buenas son las discusiones sobre quién prepara la cena a los violadores que está excarcelando el Gobierno.