
Pablo Motos da entrada a sus invitados diciendo que han venido a divertirse al Hormiguero. Al de anoche, sin embargo, podía haberlo presentado asegurando que había venido al programa no a divertirse, sino a mentir, y los espectadores ya no habrían necesitado más pistas para saber quién iba a sentarse en el plató. Finalmente hubo público, como es habitual en el programa, que haciendo gala de una gran cortesía escuchó respetuoso la entrevista y aplaudió cuando tocaba. Lo contrario habría sido una ordinariez, así que bien por el responsable del casting y bien por la brigada de Información de la Policía, que algo tuvo que opinar también.
Sánchez fue al espacio televisivo más famoso de España como parte de su gira desesperada en busca del voto, porque si las encuestas le fueran más propicias habría hecho como en los siete años anteriores, en los que observó un profundo rechazo a mezclarse con los medios y periodistas que considera vendidos al ultraderechismo. Que son todos, por cierto; también La SER, El País, La Sexta y RTVE, medios de masas que muchos —como Pablo Motos— tendemos a encuadrar en un estrato ideológico más proclive a la izquierda para sorpresa del bueno de Sánchez: "Eso lo dirá usted". Vamos, que para el presidente del Gobierno, los grupos citados también tienen un sesgo desproporcionado hacia posiciones conservadoras, una convicción que nos permite acotar de manera aproximada el esquema mental y el sectarismo ideológico del tipo que ha gobernado España estos últimos cinco años.
Pablo Motos hizo lo que pudo, pero no es Alsina aunque ambos trabajen en el mismo grupo. Sánchez es ahora mismo el entrevistado soñado por cualquier periodista político, pero se necesitan experiencia y muchas tablas para sacar partido a un personaje con tantos frentes abiertos. Estuvo rápido Motos, sin embargo, cuando Sánchez presumió de los avances de su Gobierno en la lucha contra la violencia de género:
—Hemos pasado de destinar 80 millones de euros a violencia de género a invertir ahora 320 millones de euros —afirmó el presidente.
—¿Y se ha obtenido algún resultado? —preguntó el presentador.
—Eh… Bueno, hay más concienciación.
Sánchez tuvo otro gran momento de sinceridad, por supuesto involuntaria, porque en él, cualquier coincidencia con la verdad es un accidente. Fue cuando definió el sanchismo, asegurando que es una mezcla de "mentiras, maldades y manipulaciones". En efecto, así es.
Esos fueron los dos únicos fragmentos felices de una entrevista aburrida para la que Pablo Motos no está preparado, pero eso es porque no tiene por qué estarlo. El presentador del Hormiguero hace, de lejos, el mejor programa de entretenimiento de la televisión española, pero para tratar con Sánchez hace falta un killer y él no lo es.
Total que nos aburrimos mucho, que es lo peor que se puede decir de un político que participa en un show televisivo, pero es que a Sánchez no lo aguantan ya ni en su partido. No digamos ya la gente que se sienta por las noches en su casa a ver un rato Antena 3.