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Aquí huele a cera

Estas elecciones traen mucha muerte "política" para algunos. Se nota en el ambiente de nerviosismo que reina en algunas cuadrillas.

Estas elecciones traen mucha muerte "política" para algunos. Se nota en el ambiente de nerviosismo que reina en algunas cuadrillas.
El presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez. | Europa Press

Cuenta la leyenda taurina que hay subalternos capaces de olfatear la muerte que acecha en los cuernos de algún toro. Por ejemplo, Blanquito, luego Blanquet, Enrique Belenguer, que fue banderillero de Joselito el Gallo. Este augur de la parca dijo oler a cera aquel 16 de mayo de 1920. El toro "Bailaor", quinto de la tarde, saltó a la arena y el peón suplicó al maestro que no lo toreara. No le hizo caso y la muerte se encarnó en su traje de luces y en el luto de la Macarena.

Dos años después, el mismo Blanquet olió aún más a cera en Madrid cuando estaba a las órdenes de Manuel Granero, que tampoco le hizo caso. El toro "Pocapena" le destrozó el cráneo y por él doblaron las campanas de Hemingway, que lo vio, y un violín dejó de sonar, apunte de Andrés Amorós. Por si fuera poco, olió a cera una tarde de 1926 con Ignacio Sánchez Mejías, pero esta vez el diestro lo escuchó y sorteó la mortaja. El olor a cera que percibió estaba en los cuernos de un infarto de miocardio que acabó con la vida del propio agorero Blanquet esa misma tarde.

Agustín de Foxá publicó un cuento por entregas en ABC desde el 18 de mayo de 1958 que se llama, precisamente, Olor a cera, donde alude al "don terrible" de presentir el futuro del peón de confianza al que llama Rafael Ortega "El Avellano". Antes de hacer el paseíllo, este medio brujo distinguía a veces un olor a cera que podía distinguir en el patio de caballos causando en algunos una extraña inquietud y en otros un desdén por su manía.

Estamos a tres semanas justas de las elecciones del 23 de julio, tal vez las más importante en mucho tiempo porque pueden suponer la continuidad del capricho, la arbitrariedad y la erosión de la sociedad española y su democracia o la recuperación de la sensatez, del respeto a las instituciones y de la erradicación de las extravagancias sin fundamento que han asolado la vida española en estos últimos años.

Lástima que no dispongamos de un Blanquet o de El avellano, pero sabemos que aquí ya huele a cera. No podemos saber aún quién va a entrar en la enfermería con una cogida mortal pero estamos seguros de que estas elecciones traen mucha muerte "política" para algunos. Se nota su tufo en el ambiente de nerviosismo que reina en algunas cuadrillas y en las excentricidades sin parangón que vemos desfilando en otras.

Semanas antes de las elecciones, ya huele a cera definitivamente Pablo Iglesias y su proyecto podemita, que fue cogido gravemente por la chabacana obsesión por el poder, la incongruencia de un chalé en Galapagar y por el desastre anunciado de la suelta, total o parcial, de violadores y agresores sexuales, entre otras muchas cosas como su división interna y su comunismo barato.

Pero no crean. También huele mucho a cera un Sumar que, con esa inmensa sopa de siglas y partiditos, no tiene fácil llegar a los 35 escaños que consiguió el matrimonio Iglesias-Montero sin tantas voces ni coces, en noviembre de 2019. Ellos lograron forzar la configuración del gobierno monstruoso de Pedro Sánchez. Tampoco les ayuda mucho su manijera gallega, que no es que no se sepa si sube o baja, sino que no se sabe qué dice, mucho menos cuando lo explica.

Tampoco puede extrañar que algún nigromante huela a cera en este PSOE en el que ya se advierten serias grietas por la frivolidad y la toxicidad de su mandamás pero asimismo por la deriva política que les conduce, por ahora y salvo milagro electoral postal inesperado, a perder las elecciones. Si pueden o no formar otro engendro de gobierno a lo Frankenstein sólo aplazará, como en el caso de Ignacio Sánchez Mejías, la consecuencia del espeso olor a cera que venden en Bildu.

En el PP hay husmeadores que huelen a cera. Suponen que si Feijóo al final no logra gobernar porque la suma con Vox no alcance los 176 escaños, algo que parecían tan al alcance de la mano desde hace meses, algún percance mortal va a registrarse. Por ejemplo, en Extremadura en la camada de María Guardiola sin descartar que la cogida llegue hasta la planta séptima de Génova 13 por su gestión de los pactos o impactos con Vox y su tendencia a cobardear en tablas cuando se trata de valores e ideas, salvo en Madrid.

En Vox también huele a cera después de la feria de la capital. Y si al final de esta infame temporada su gobierno de coalición con el PP deviene imposible, los tendidos pueden pedir las orejas y no precisamente de los astados, sino la de algunos primeros espadas que han demostrado no tener la categoría exigida por las grandes plazas.

O se que sí, que aquí ya huele a cera aunque no esté claro quién o quiénes serán los elegidos de entre los que ahora relucen en los carteles.

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