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Todo seguirá igual

Su Gobierno será, como siempre ha sido en el último medio siglo, un nuevo capítulo de la eterna e intocable socialdemocracia española.

Su Gobierno será, como siempre ha sido en el último medio siglo, un nuevo capítulo de la eterna e intocable socialdemocracia española.
Atresmedia

Una parte probablemente mayoritaria del pueblo español está ilusionada con un cambio de Gobierno. Y todo parece indicar que el nuevo inquilino de la Moncloa va a ser un Alberto Núñez Feijóo que no se cansa de repetir que llega para acabar con el sanchismo, esa extraña entidad que se empeña en distinguir del PSOE.

El deseo de cambio se respira en el aire. Sin embargo, quizá cupiese preguntarse hasta dónde llegará ese cambio. Periodistas y opinadores de buena fe postulan todos los días la necesidad de un acuerdo entre el PP y Vox. Pero, salvo que los números electorales lo exijan, se van a encontrar –y con ellos, millones de votantes– con que todo su esfuerzo se va a aprovechar para lo contrario. Y ni siquiera se necesita un gobierno de coalición PP-PSOE para continuar en la dirección marcada por la izquierda. El PP es muy capaz de hacerlo solo. Al fin y al cabo las diferencias ideológicas entre ambos partidos son minúsculas.

Por ejemplo, salvo algún detalle muy secundario, el PP comparte la visión económica del PSOE en los ámbitos de la empresa, los autónomos, los sindicatos, la fiscalidad, las subvenciones, la deuda pública, el dogma climático, los recursos energéticos, etc. En resumen, su Gobierno será, como siempre ha sido en el último medio siglo, un nuevo capítulo de la eterna e intocable socialdemocracia española.

Pero las concordancias van mucho más allá de los asuntos económicos. Hace pocos meses Feijóo celebró que el Tribunal Constitucional desestimara el recurso presentado por su partido contra la ley de plazos zapateriana que eliminó las pocas trabas que quedaban para consagrar el asesinato de los niños como un derecho de sus madres. Aparentemente se levantó cierta polvareda en el seno del PP, al menos entre algunos despistados que seguían defendiendo la postura anterior de su partido, aunque parece que todos lo han olvidado ya. Frágiles son la memoria y los principios de los hombres, sobre todo cuando les conviene.

Escuchando las palabras del propio Feijóo, votante y admirador de Felipe González, se comprueba la continuidad que implicará su victoria electoral: "Consultaré a Felipe González de forma intensa si soy presidente del Gobierno". Ya saben, ese estadista que sembró la España "a la que no la va a reconocer ni la madre que la parió" de la que disfrutamos hoy gracias a sus continuadores Zapatero y Sánchez. Y, nunca se olvide, con la inestimable colaboración de los inmóviles Aznar y Rajoy.

"Vox no es un buen socio. Me siento más cercano a Page. Si necesito veinte escaños voy a hablar con el PSOE. (…). Vox provocaría unas tensiones innecesarias. Sus ideólogos me producen mucha intranquilidad", ha declarado Feijóo hace unos días. Debe de ser que Feijóo es un socio mucho más fiable al declarar, después de que su partido haya alcanzado varios acuerdos regionales y municipales con Vox, que "a los que han votado a Podemos y no quieren que Vox tenga capacidad de decisión les pido su confianza". Así pues, a los comunistas-podemitas Feijóo los considera aliados suyos contra Vox. Y el miércoles 19 de julio, a cuatro días de la jornada electoral, lo ha dejado claro de nuevo en una entrevista concedida a La Vanguardia: "Tengo la esperanza de que el PSOE evitará que pactemos con Vox". Y un día después insistió: "No tengo interés en ponerme de acuerdo con Vox".

Por si hiciera falta confirmación por parte de su partido, en su ayuda ha llegado Soraya Sáenz de Santamaría, echada a la calle por el PSOE cual criada respondona junto a Rajoy y su bolso, reaparecida de entre los muertos para pedir grandes acuerdos entre el PSOE y el PP.

La estrategia está muy clara: primero se pone el cebo en las bocas de los votantes indecisos entre el PP y Vox mediante algunos acuerdos municipales y regionales; y después, una vez recibidos sus votos en las elecciones generales, pactan con el PSOE una legislatura continuista en todo menos en el presidente y los ministros, desprestigiados por demasiados motivos. Mero maquillaje. Como escribió el citado hasta la náusea Tomasi di Lampedusa, que todo cambie para que todo siga igual. El todo es el partido bifronte PP-PSOE al que ahora le toca aparentar cambio de rostro para no cambiar nada.

Por eso a los pecadores que osan cuestionar lo incuestionable, a los herejes que se lanzan a discutir lo indiscutible, a los revolucionarios que pretenden cambiar lo incambiable, las huestes políticas, mediáticas y culturales del partido bifronte se les lanzan al cuello sin piedad. Se les insulta, se les desprecia, se les acosa, se les golpea, se les amenaza, se les injuria, se les calumnia, se les acalla, se les censura, se les lincha… Y todo ello, por supuesto, en nombre de la tolerancia, la democracia y la Constitución, ésa cuyo artículo 1º proclama que el pluralismo político es valor superior del ordenamiento jurídico y cuyo artículo 14º establece como derecho fundamental la igualdad de todos los españoles sin discriminación posible por razón de sus opiniones.

No se deje usted engañar, bienintencionado lector, por mitologías tan pueriles como absurdas: esos pecadores, esos herejes, esos revolucionarios contra los que toda infamia es válida, no son esos comunistas caviar que presumen de antisistema mientras cuentan con la amistad y el apoyo de todos los foros de riquísimos del mundo en su labor común para instaurar la tiranía mundial cibervigilada.

No, para identificar a esos pecadores, a esos herejes, a esos revolucionarios que, aunque usted siga sin darse cuenta, se empeñan en nadar contra la corriente por la libertad de todos, hay que mirar hacia el lado contrario.

www.jesuslainz.es

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