
Las vocales "a" y "o" —tengo para mí, sin fundamento—, pertenecen a la escala mayor del manojo pentavocal de nuestra lengua. No sé por qué la "e", la "i" y la "u" se me antojan cofrades de su escala menor. Quizá porque son rotundas, redondas o casi, inequívocas y definitivas. Más concretamente entre la "a" y la "e" hay como un semitono, no un tonazo como entre la "a" y la "o". Seguramente son imaginaciones mías, pero me dan pie para fingir una diferencia entre las palabras "padrino" y "pedrino", la primera derivada de mafioso y la segunda, si existiera, de Pedro Sánchez, la piedra del camino que se ha metido en el zapato de España.
Creo que he dicho alguna vez que una de las novelas más decisivas de todo el siglo XX ha sido El Padrino, de Mario Puzo (1969), en la que describe minuciosamente la anatomía corporal y espiritual de la mafia, una organización de origen tribal o regional, confederal si se quiere, que en origen estaba relacionada con códigos de honor, de silencio (omertá) y de sangre antes que con códigos legales, civiles o penales, que penden de las instituciones y gobiernos de una democracia. Esto es, la soberanía no está en las naciones sino en las familias, en las castas y en sus rectores.
Mientras escribo esto, el Congreso de los Diputados está celebrando la sesión de investidura que, probablemente, va a rechazar la candidatura de Alberto Núñez Feijóo a la presidencia del gobierno de España. A esto hemos llegado porque se pasó de la posibilidad de disponer de una mayoría absoluta entre PP, Vox y otros grupos políticos menores a que tal mayoría haya pasado a manos de un Pedro Sánchez que ya expulsó a Joaquín Leguina y acaba de expulsar a Nicolás Redondo Terreros; de Yolanda Díaz, que ha disparado a Podemos, con Irene Montero y a Pablo Iglesias en un cohete extraestelar (matar, hoy por hoy, no mola); de un Puigdemont que va a guillotinar políticamente a Junqueras y de un Eta-plasma dominado por Ternera y Otegui que, de momento, va a darle matarile institucional a los herederos del raci-bizcaitarra Sabino Arana, por no hablar en la versión marxista-leninista del vascuence. ¿Podemos considerar a estas castas como familias de una confederación mafiosa?
Fue Michael Corleone quien definió la esencia de la mafia:
Mi padre es un hombre de negocios que trata de ganar dinero para mantener a su familia y ayudar a sus amigos necesitados. No acepta los dictados de la sociedad, porque tales dictados lo hubieran condenado a una vida indigna de un hombre de su inteligencia y personalidad. Lo que quiero que comprendas es que él se considera al mismo nivel que un presidente, un primer ministro, un juez del Tribunal Supremo o un gobernador de cualquier estado. Se niega a aceptar que alguien le imponga su voluntad. No quiere acatar las leyes dictadas por los otros hombres, unas leyes que lo habrían condenado a ser un fracasado. Ahora bien, su mayor deseo es entrar a formar parte de esa sociedad, pero como miembro poderoso de ella, ya que la sociedad sólo protege realmente a los poderosos. Entretanto, actúa basándose en un código que él considera muy superior a las estructuras legales de la sociedad.
Ese código incluye matar, corromper, robar, ocupar y dictar. En eso, todos ellos concuerdan en su trayectoria histórica desde los siglos XIX y XX. Un vistazo a la historia de las chekas, los zulos y a los procedimientos de expolio y corrupción no deja lugar a dudas. Pero hay una diferencia con la mafia auténtica: que ésta acataba algunas normas, las establecidas por la "Familia". Estas castas social-comunistas-separatistas ni aceptan los principios aprobados por la inmensa mayoría del pueblo español en 1978 ni siquiera respetan los que dicen autoconstituirlos porque no admiran nada salvo su ombligo de mediocres y mienten tanto y tan continuamente que, salvo el poder para imponer y medrar, no se les conoce ningún otro. Por eso, espero que su obsesión de poder los lleve a destruirse mutuamente en cuanto devasten al enemigo común: la Nación española, la Constitución, el espíritu de reconciliación y la democracia liberal.
Ahora que ha muerto el que dicen ha sido el "último padrino", con a mayor, de la mafia siciliana de siempre, me han venido a la cabeza estas pequeñas castas confederales que se sienten superiores a la mayoría de los españoles y que quieren apoderarse de los recursos comunes y destruir sus valores para establecer un Estado propio dentro de cualquier otro Estado oficial que inventen.
Si hay algún Mario Puzo o un FF Coppola en la espesura nacional, les invito a producir la serie El Pedrino I, II y III (con e menor de Pedro Sánchez, nuestra piedra en el camino), que es el auténtico padrino, esta vez con a mayor, que no rehén ni cómplice de las otras casta sino el instigador, el boss, el conspirador felón. Les doy ideas. Parte I, de Zapatero y la nada a la destrucción del PSOE de 1982. Parte II, del golpe de Estado separatista a la caída del mansejón Rajoy. Parte III, de la democracia constitucional a la mafia confederal de las castas social-comunistas-separatistas sobre la nación.
En cuanto a todos los españoles de buena voluntad, pidamos perdón por haber contribuido con nuestros errores o ingenuidades imperdonables a causar este desastre.