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Pablo Planas

El próximo 8 de Octubre y la amnistía

La convocatoria ha disparado las alarmas en el PSOE, que trata de rebajar las expectativas sobre el acuerdo a fin de desmovilizar a la ciudadanía.

La convocatoria ha disparado las alarmas en el PSOE, que trata de rebajar las expectativas sobre el acuerdo a fin de desmovilizar a la ciudadanía.
Una enorme bandera de España en una manifestación contra el separatismo en Barcelona. | EFE

Seis años después del golpe de Estado separatista, las formaciones que perpetraron el ataque contra la democracia negocian con el PSOE y Sumar una ley de amnistía a cambio de los votos necesarios para que Pedro Sánchez sea investido presidente del Gobierno. En contra de esa ley de amnistía, los ciudadanos están llamados a una manifestación prevista para el próximo domingo, 8 de octubre, en Barcelona. La entidad convocante es Sociedad Civil Catalana (SCC), la misma organización que congregó a un millón de personas en un 8 de Octubre histórico para lograr el descarrilamiento del golpe encabezado por Carles Puigdemont y Oriol Junqueras.

La convocatoria ha disparado las alarmas en el PSOE, que trata de rebajar las expectativas sobre un acuerdo con los independentistas a fin de desmovilizar a la ciudadanía contraria al enjuague con el fugado Puigdemont y con el indultado Junqueras. Los socialistas difunden ahora que no está tan claro que Sánchez se vaya a prestar al acuerdo, que nadie con mando en Moncloa o en Ferraz ha hablado de amnistía y que en la cabeza del presidente se cuece una repetición de los comicios ante las intolerables presiones de los separatistas y la obscena subasta de la investidura.

Lo que el PSOE pretende evitar es que las calles de Barcelona se llenen de ciudadanos clamando contra una operación de blanqueamiento de los delitos separatistas a cambio de una legislatura en la que Sánchez sería un presidente preso de los partidos independentistas. Es decir, los socialistas no quieren un nuevo 8 de Octubre como aquel que colocó a los independentistas contra las cuerdas y demostró a los ciudadanos que el separatismo no era ni mucho menos mayoritario a pesar de las proclamas de los líderes procesistas y de la masiva campaña de manipulación de los medios catalanes afectos al golpe.

Sánchez tiene mucho tiempo para arbitrar primero y vender después el pacto con Puigdemont y lo que no va a hacer es acelerar sus tiempos para animar la participación en el acto que prepara SCC. Cuando pase esa cita tendrá pista libre para hacer y deshacer a su antojo si es que no ocurre como en el 8 de octubre de hace seis años y cientos de miles de ciudadanos le dicen al presidente en funciones que no tragan con la amnistía.

De momento lo que está claro es que el independentismo ha perdido gran parte de su poder de convocatoria, que las calles no son suyas y que la revuelta de las sonrisas se ha convertido en una sucesión de desfiles zombis de escasa concurrencia con separatistas desmoralizados y cabreados con sus líderes. El independentismo está en sus horas más bajas. Sus resultados electorales han sido malos; las últimas manifestaciones, un auténtico fiasco. Pactar con ellos ahora es sacarlos del barro, rescatarlos de la derrota, insuflarles aire para que vuelvan a someter a más de la mitad de la ciudadanía catalana a sus caprichos y a sus delirios. La manera de impedirlo o al menos de dificultar el relanzamiento del golpismo es con un 8 de Octubre que abra la puerta a una repetición electoral en el sobreentendido de que pactar con los golpistas no es una opción.

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