
A Pedro Sánchez le disgusta que le abucheen, le silben, le increpen y le insulten. No lleva nada bien que el pueblo llano se exprese con naturalidad y le cante las cuarenta en bastos. En eso no se parece en nada al Rey, que soporta con estoicismo y profesionalidad que el presidente de la Generalidad, se llame Torra o Aragonès, le niegue el saludo, que los separatistas pongan boca abajo sus retratos y les prendan fuego junto a la bandera nacional, que le chillen y le amenacen de muerte los cívicos, pacíficos y festivos paladines de la independencia catalana. Gajes del oficio, debe pensar Felipe VI.
En cambio, Sánchez no soporta las inconveniencias del cargo. De ahí que haya ordenado rediseñar el escenario del desfile militar del 12 de Octubre, Fiesta Nacional y de la Hispanidad, para alejar a la plebe, peligrosas familias de Madrid y familiares de los soldados participantes en el desfile, taimadas turistas de paso por la capital, abyectos aficionados a los acontecimientos públicos y sedicentes ciudadanos celebrando el día de su nación.
El presidente del Gobierno no entiende el desagrado que provoca. Se mira en el espejo y le gusta lo que ve. Un hombre en la flor de la vida, bien cuidado, estilizado, sin señal alguna de las cicatrices del acné que mostraba tiempo atrás. Alguien en la cresta de la ola, con una agenda internacional, estupendamente conectado y con la vida resuelta pase lo que pase. Y, sin embargo, hay gente que no lo ve, a la que le resulta espeso, obtuso, inquietante, de no fiar y al que no le comprarían jamás un coche de segunda mano.
De modo que Sánchez no entiende nada. ¿Será por la inflación? ¿Por la suelta de violadores? ¿Por las promesas incumplidas? ¿Por acordar con Marruecos no se sabe aún qué? ¿Por decir que "ha fallecido" Maya Villalobo Sinvany en vez de que ha sido asesinada por los terroristas de Hamás? ¿Por pactar con los nacionalistas que odian a España y a sus compatriotas? ¿Por negociar la amnistía y la autodeterminación con los golpistas? ¿Por estar dispuesto a cualquier cosa con tal de mantenerse en el cargo? ¿Por no decir nunca la verdad?
Este jueves le toca desfile. Todos los aplausos para el Rey. Para él, nada. Sólo gritos, abucheos e insultos. "Malditos desagradecidos", pensará el bello Pedro mientras agenda una llamada a Puigdemont igual a la que ya le ha hecho a Junqueras.
