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La impunidad de la judeofobia en Cataluña

La peculiaridad de la España de Sánchez, para vergüenza de la mayoría de los ciudadanos, es que aquí la izquierda judeófoba forma parte del Gobierno.

El duro comunicado de la embajada israelí contra el antisionismo rampante de los ministros podemitas de Sánchez, emitido hace escasos días, debería haber sensibilizado a la sociedad española respecto a los ataques que está recibiendo Israel, también en nuestro país. Por desgracia no ha sido así, como hemos podido ver, tan solo unos días después de la nota de la cancillería israelí, en las calles de Barcelona (dónde, si no). En pleno centro de la Ciudad Condal, un grupo antisemita asaltó la fachada de un hotel propiedad de un ciudadano israelí para arrancar las banderas del Estado judío y sustituirlas por enseñas palestinas. A continuación, los asaltantes exhibieron pancartas con acusaciones a Israel de "genocidio" y se vertieron amenazas contra las personas judías. La protesta duró cerca de una hora sin que la policía de la Generalidad catalana atinara a impedir esta grosera operación de señalamiento antijudío, perpetrada en medio de un clima de abierta hostilidad contra Israel por parte de las instituciones públicas de Cataluña.

El propio alcalde de Barcelona, Jaume Collboni, se había descolgado antes con un mensaje institucional en las redes sociales equiparando la masacre de judíos perpetrada por el grupo islamista Hamás con la operación militar de Israel en la Franja de Gaza, el típico lenguaje de burda equidistancia con que la izquierda moderada trata de disimular su antisemitismo. En cuanto al Gobierno regional catalán, el notorio proislamismo de ERC es la cobertura ideal para que los ataques y amenazas contra los ciudadanos hebreos se produzcan en un clima de abierta impunidad, que es lo que está ocurriendo en las calles de Barcelona.

No cabe extrañarse de que la izquierda radical rechace el derecho de Israel a defenderse de los ataques terroristas contra su población, ni del grotesco antisemitismo del que hace alarde abiertamente en las manifestaciones convocadas para dar amparo a los terroristas de Hamás. La peculiaridad de la España de Sánchez, para vergüenza de la inmensa mayoría de los ciudadanos, es que aquí la izquierda judeófoba forma parte del Gobierno y de instituciones relevantes como la Generalidad. El propio Sánchez ha mantenido una calculada equidistancia entre el terrorismo islamista y el Estado democrático de Israel, lo que lo ha convertido en un apestado en la escena internacional a pesar de estar ocupando la presidencia de turno de la Unión Europea.

En este contexto de abierta hostilidad institucional contra el Estado judío, la propuesta de Sánchez de organizar un foro por la paz y el dialogo, precisamente en Barcelona, es un sarcasmo que lo sitúa más cerca de los bufones antisemitas de los que están tan repletas las sociedades occidentales que de los gobernantes responsables. Estos últimos, al contrario que Sánchez y la banda que lo acompaña, se caracterizan por defender el derecho de la única democracia liberal a responder a los ataques terroristas palestinos, que buscan, como rezan los estatutos de Hamás, "la muerte a los judíos" y la "disolución de Israel".

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