
La dictadura comunista ha llegado a Europa por España. Pasó una vez y pretenden ahora imponerla con el mismo método que en el 31, el 34 y el 36: manipulación de las elecciones. Por eso, hay que gritar que el PSOE no ganó las elecciones del 23 de julio. Perdió y sobre ese fracaso pretende institucionalizar la dictadura comunista. Los campos de batalla contra el nuevo experimento terrorista son variados. El primero de todos es la calle. O el movimiento ciudadano gana en la calle o los golpistas nos seguirán pisoteados. Primero en España y, más tarde, en el resto de Europa. La primera gran batalla hay que darla, pues, en la calle. Todos los días y a todas horas. Sin descanso como en 1808. Esto es peor que un golpe de Estado contra la Nación. Se trata de la aniquilación total de la nación española. De momento, el día 12 de noviembre, domingo, ya figura en el calendario de los españoles como un día grande en la lucha por la libertad.
El 12 de noviembre la ciudadanía ganó una batalla por la democracia. El grito de libertad sonó en el mundo entero. Los efectos de las movilizaciones del domingo han sido inmediatos en todas las capitales europeas. No ha habido cadena de televisión que haya dejado de emitir el grito ciudadano contra el dictador Sánchez. Sin embargo, este traidor a su nación persistirá en la represión. Es su oficio. Llegó engañando, mintiendo y sigue, a todas horas, traicionando al Estado de derecho. Pero, antes de predecir los cien mecanismos represivos que utilizará contra los demócratas, debemos repasar el diagnóstico de algunos estudiosos de la situación política y, después, tendríamos que fijarnos en un par de pronósticos. Empecemos, pues, por lo obvio; por eso, precisamente, que ha llegado a todas las cancillerías del mundo entero: Sánchez ha dado un golpe de Estado en España. Este Sánchez, en efecto, forma parte ya de la historia de los espadones famosos de España.
Sí, después de las manifestaciones del 12 de noviembre, nadie intelectualmente solvente en el mundo niega la fundamental implicación política y criminal de los acuerdos del Gobierno en funciones, presidido por Sánchez, con los partidos secesionistas: se trata de un golpe de Estado institucional. Esta es una conclusión indudable en todo el planeta. Es algo que han puesto en evidencia las movilizaciones del 12 de noviembre.
Los principales teóricos y estudiosos de este asalto al Estado-nación coinciden en tres asuntos clave: el protagonista, los medios y los fines. Sánchez está a la cabeza de un golpe de Estado de corte comunista que tendrá repercusiones inmediatas en toda la Unión Europea. Utiliza todos los aparatos y mecanismos del Estado comenzando por la institución que preside, sigue con el Parlamento y casi todo el resto de las instituciones del Estado de derecho, con el único fin de establecer, por un lado, una férrea dictadura en una parte de España y, por otro lado, potenciar las tiranías de Cataluña y el País Vasco que son las principales fuentes de energía de su poder. Tampoco se olvide que está poniendo al servicio de su golpe de Estado todos los mecanismos de la Unión Europea, especialmente la presidencia de la UE que actualmente ostenta por turno rotatorio.
Pero, volviendo a España, nadie se engañe diciendo que Sánchez quiere trocear la nación. Ésta ya está rota. Sánchez solo pretende reducirla a añicos. Quiere un reino de taifas sobre los cuales instalar su mando y, además, que lo proteja la UE. Terrible. Muchos tildarán mi diagnóstico de radical. ¡Pudiera ser! Pero existen otros aún más radicales, y acaso más certeros que el anterior, por ejemplo, uno de los más grandes historiadores de las ideas políticas de España, el pensador Dalmacio Negro Pavón considera que estamos en una situación típica de Ausnahmezustand, una situación de gravedad excepcional para el mantenimiento de un Estado, que exige una decisión política. Decisión que sólo podría tomar en este momento el ejército, si es que no está también arrendado o comprado por Sánchez.
Tampoco es menos pesimista ni menos certero el diagnóstico de José María Macías Castaño, un magistrado del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña, al decir que el "CGPJ es el único órgano constitucional (lo creo así, el único) que queda en pie y con sentido de Estado para reaccionar ante el ataque frontal a nuestra democracia que ahora estamos viviendo. La desolación, por otro lado, creo que está más que justificada. Abiertamente se pacta que, a cambio de un puñado de votos para seguir gobernando, se conceda la impunidad por sus crímenes a quien, con sus votos, se ha concedido la capacidad de ‘autoamnistiarse’, al más puro estilo de las antiguas dictaduras argentina o chilena. Obvio es que eso supone la ruptura del Estado de derecho, totalmente irrecuperable. Una vez que se pierde el pudor para romper las reglas y se demuestra que los tribunales y la ley pueden ser pisoteados por el interés personal, es imposible saber cuándo va a volver a suceder, aunque la respuesta es previsible: sucederá siempre que le convenga al que lo ha hecho una primera vez y comprueba que puede seguir haciéndolo sin asumir ninguna responsabilidad por sus actos".
Sin restarle un mínimo de credibilidad y sinceridad a esos dos diagnósticos, creo que aún hay vías de lucha para no desesperar. La primera procede de la ciudadanía protestando a todas horas en la calle, es decir, la calle usada con razón y vehemencia, como asevera con prudencia política mi amigo el militar, sin cansarse, pero con la cabeza fría. No todo está perdido y quizá algunos socialistas, que se han dejado arrastrar en un primer momento, pudieran ser los primeros en encabezar el movimiento por España, contra el abuso del poder y por tanto la dictadura disfrazada, ¿cuántas bajas se han producido en el PSOE desde el día del pacto de la infamia? ¿lo sabrá Emiliano García-Page y pedirá un Congreso Extraordinario del PSOE?
La segunda opción es profundizar la vía política de los partidos democráticos conectados permanentemente con el movimiento de rebeldía cívica. El tercer camino es la vía judicial que aún nos ofrece el CGPJ y, por supuesto, el Tribunal Supremo; no es baladí el trabajo que deberá desplegar ya el mundo judicial para preparar una demanda contra el Gobierno traidor de España por la ley de Amnistía ante los tribunales de justicia de la UE. Tampoco el mundo empresarial puede dejarse de lado. Es una cuarta vía, siempre abierta, pues que el del gran capital no puede quedarse callado ante la inmensa deuda del Reino de España, más de 150.000 millones de euros, que deberá devolverse a los inversores que han comprado esa deuda… Se imaginan cómo y cuándo cobrarían esos inversores, si la UE decide bloquear los fondos que recibe España de Bruselas.
Existen, en fin, otras vías para resistir y, sobre todo, no desesperarnos ante el golpe de Estado institucional del sanchismo, pero ninguna más eficaz que la ciudadanía en la calle a todas horas, porque eso demostrará que no se trata de estallidos de rabia, o algo parecido a la cólera del español sentado, sino de un verdadero movimiento ciudadano perfectamente coordinado con las instituciones aún en píe de la democracia del 78.
