
El PSOE, contrario a la judicialización de la política cuando los reos eran sus aliados separatistas, prepara una denuncia contra Santiago Abascal por sus declaraciones en Argentina. Según los socialistas, se trata de un "delito de odio, inadmisible en democracia y que inhabilita a quienes lo promueven", por lo que desean que "caiga sobre Abascal y sobre Vox todo el peso del Código Penal".
¡Qué fina tiene la piel la izquierda cuando le toca el papel de ofendida! ¡Envidiable doble rasero! Comencemos por el silencio atronador con el que contempló el exterminio de la derecha vasca en aquellos tremendos años transicionales hoy tan añorados. La pasividad de la izquierda ante aquel río de sangre demostró su inhumanidad e incluso su satisfacción por la eliminación de rivales políticos. Como compartían con los etarras su condición de antifranquistas, ¿entendieron que sus crímenes tampoco estaban tan mal? Hasta que empezaron a caer también los suyos, claro, pero ya era demasiado tarde para lamentarse. Y hoy no parece que la izquierda se moleste por los homenajes a terroristas. Debe de ser que no ve en ellos ninguna apología del asesinato.
Continuando con asuntos asesinatorios, la ministra Magdalena Álvarez se regodeó en la idea de ver a Esperanza Aguirre colgada de la catenaria. Y también ha sido Aguirre el objeto de las recientes palabras de un concejal de Más Madrid sobre lo poco que se guillotina en España.
El dirigente comunista Enrique Santiago declaró estar dispuesto a ejecutar al rey como hizo Lenin con el zar, lo que no impidió que fuera nombrado secretario de Estado por Pedro Sánchez, que no debió de ver en esas palabras nada inhabilitante ni inadmisible en democracia. Su camarada Yolanda Díaz lamentó, por su parte, que no se hubiera "cortado la cabeza o guillotinado a algún rey". Pero no ha habido ningún problema para que hoy sea vicepresidenta del gobierno.
Irene Montero amenazó al entonces príncipe de Asturias con un "Felipe, no serás rey, que vienen nuestros recortes y serán con guillotina" y "¡Todos los Borbones a los tiburones!". Llegó a ministra sin que sus socios socialistas detectaran ni amenazas, ni delito de odio ni nada. Y su marido vicepresidente, entre otras muchas declaraciones que, de haber salido de labios de Abascal, le habrían puesto ante un tribunal, explicó sobre una periodista que "la azotaría hasta sangrar"; y desde el estrado lanzó a Vox la poco disimulada amenaza de que "nuestro pueblo, una vez más, como en el siglo XX, se quitará de encima la inmundicia que ustedes representan". ¿"Quitar de encima" cómo? ¿Mediante la violencia? ¿Mediante la guerra? Porque la referencia al siglo XX, ¿no podría ser interpretada como una apología de la guerra civil? La fiscalía tampoco movió un párpado. En cuanto al jarabe democrático que justificaba para acosar a sus opositores, mutó en jarabe fascista cuando le tocó probarlo a él.
Dirigentes del PSOE alicantino participaron en un guillotinamiento simbólico del entonces presidente Rajoy. Uno de los participantes, el alcalde Manuel Pineda, ya se había distinguido por considerar terroristas a los políticos del PP, delito de calumnias que no interesó a la fiscalía. Y se cuentan por miles los actos, cometidos por todas las variantes izquierdistas y separatistas, tan conciliadores y democráticos como insultos permanentes a España y los españoles, quemas de banderas y de imágenes del rey, fotografías del monarca y de dirigentes derechistas usadas como dianas, etc. La izquierda y sus aliados separatistas y terroristas quieren despenalizar las injurias a la Corona, pero a ellos no se les puede toser, que es delito de odio.
¿Tampoco cuentan décadas de goras a ETA, de insultos a la policía o de odiosas burlas a Ortega Lara? ¿Y los ataques a sedes y puestos de propaganda de Vox, a menudo con agresiones a las personas? ¿Y los apedreamientos a oradores de Vox? ¿Ahí no hay nada que condenar ni perseguir?
Por lo que se refiere al delincuente, tanto él como su padre, su abuelo y toda su familia llevan a sus espaldas décadas de amenazas, violencias y atentados; y ahora, con la ETA en punto muerto, sigue siendo el objetivo de manifestantes que corean: "¡Qué pena que la madre de Abascal no pudiera abortar!", con la jubilosa participación de la secretaria de Estado de Igualdad, Ángela Rodríguez, y de juegos en festejos populares vascos como el denominado "Tiro en la nuca a Abascal". Pero el que comete delitos de odio y amenaza la democracia es él.
Nos falta el segundo frente, el de eso que se llama derecha. Porque han llovido las críticas a Abascal por lo inaceptable de sus palabras y por dar oxígeno al PSOE. Y se ha dicho que recordar cosas como las recogidas en los párrafos anteriores es un inadmisible "y tú más". Pero el "y tú mas" exige equivalencia, y todo lo anterior no es equivalente, ni en forma ni en fondo, ni en intención ni en gravedad, con la metáfora de Abascal sobre el futuro rechazo del pueblo español a Pedro Sánchez. Si en vez de colgar por los pies hubiera hablado de que algún día el pueblo español repudiará, abominará, defenestrará, manteará, expulsará o correrá a gorrazos a Sánchez, le habrían acusado de proponer su destierro, su despedazamiento en la vía pública o su lanzamiento por una ventana. Porque la hegemonía social de la izquierda, posibilitada por el silencio permanente de una derecha incurablemente cobarde, ha conseguido que las metáforas de los derechistas pasen por amenazas mientras que las amenazas, e incluso las agresiones, de los izquierdistas pasan por metáforas. El error de Abascal ha sido creer que puede disfrutar de la expresión libre como lo hace la izquierda.
Y los representantes del PP, con Feijóo a la cabeza, repitiendo su comportamiento de siempre: meter el rabo entre las piernas ante sus enemigos y sacar pechito ante sus cercanos. ¿No recuerdan la querella de Ruiz Gallardón contra Jiménez Losantos? Décadas cayendo sobre el PP cataratas de insultos, injurias y calumnias sin que los afectados dijeran ni pío. Pero las críticas de un periodista de la COPE acabaron ante unos tribunales que le condenaron por injurias hasta que el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo anuló la sentencia por considerarla incompatible con la libertad de expresión.
Vivimos bajo la tiranía política, ideológica, moral e incluso lingüística de la izquierda, apuntalada por su obediente colaborador el PP. A ver si vamos dándonos cuenta.