
Cerca de Omaha Beach, en una colina soleada, junto a un bosque en penumbra, hay dos cementerios. El de los soldados norteamericanos que murieron en el desembarco está coronado por un templo con aire griego y las tumbas están perfectamente, alineadas al modo de Arlington. Vistas en un día de verano, en la luz que filtran las brumas de Normandía, las cruces blancas parecen un homenaje a Grecia, Roma y la Ilustración. Es un réquiem de claridad, de geometría, de líneas puras y ángulos sin sombra.
En el bosque unos cientos de metros más allá, están las tumbas de los soldados alemanes, también muy numerosas, pero las cruces son color de bronce oxidado, lobuladas, y en vez del recuerdo rigurosamente individual de los americanos, se arraciman en grupos, bajo las ramas de los tilos y los sauces. Es un cementerio tan romántico como el otro clásico. Y es un canto a la paz que ambas estéticas convivan en la estela de la peor de las guerras. Como ganaron los americanos, cabe un cementerio romántico. De vencer los nazis, habría un obelisco al Reich, al Estado, no muertos de uno en uno.
Recordar la victoria sobre el nazismo en plena oleada de antisemitismo
La celebración del aniversario del desembarco norteamericano en Normandía ha ido acompañada de múltiples omisiones. La primera, el carácter ferozmente antisemita del régimen hitleriano derrocado. Había muchas variantes racistas en la Europa de finales del XIX y comienzos del XX, casi todas con un elemento en común: el antisemitismo. Los racismos vasco y catalán de Sabino o el doctor Robert, hoy homenajeados en sus respectivas dictaduras nacionalistas, achacaban la inferioridad de la "raza española" a su mezcla con judíos y moros, pero, muy en especial, judíos.
Se ha hablado de la lucha por la libertad, pero ese no era el caso de la URSS, que luchó contra los nazis cuando no tuvo más remedio, después de dos años de complicidad y tras repartirse Polonia y otros países europeos, cuando Hitler atacó la URSS. La propaganda occidental, dirigida, como casi siempre por la izquierda, asimiló el régimen soviético, incluso en los documentales de Capra y otros directores anticomunistas de Hollywood, con las democracias, y su régimen, con la defensa de las libertades, cuando sabían que la URSS fue el modelo de Estado totalitario fascista y nazi. La mentira sobre el carácter "liberador" del Ejército Rojo duró, sin embargo, más allá del fin de la guerra, como los mitos sobre la guerra civil española.
Pero no incidir en el carácter definitoriamente antisemita del nazismo ha tenido otra razón, la oleada de antisemitismo que, en las universidades de todos los países occidentales, empezando por los USA, constituye una de las pruebas más evidentes de que Hitler es una referencia política actual en un área tan importante como la islámica. La liberación de la inexistente Palestina "desde el río hasta el mar" es el lema del exterminio de los judíos, que sería la única forma de destruir el Estado de Israel. Y la condena de ese Estado, el único democrático del Cercano Oriente, en favor de las tiranías islámicas feudatarias del Teherán de los ayatolás, es la forma de nazismo moderno del anticapitalismo verde y woke o el narcocomunismo de Puebla.
La reacción antiislamista en Europa
Los seis millones de judíos asesinados por Hitler serían hoy ocho millones, para cumplir el proyecto genocida de la izquierda internacional. Si Biden disimula para no contrariar, en plena campaña electoral, al sector nazisoviético de su partido, violentamente antiisraelí, el Gobierno Sánchez ha ido mucho más allá, reconociendo por su cuenta un Estado Palestino que no es sino la manada de violadores y asesinos de Hamas o Hizbulá, ambos, criaturas de Teherán.
En cuanto a Podemos, parte del bloque de investidura de Sánchez, ha llevado al Parlamento a una propagandista de los violadores y asesinos de Hamas que denominó la masacre de Octubre "una valiente iniciativa".
No hay en la historia del terrorismo un caso de cobardía racista más abyecto que el del asalto a la gente indefensa en un festival de música. Sin embargo, en nombre del antisemitismo, plenamente asumido por toda la izquierda, el valor es el de violar y el heroísmo el de acuchillar ancianos.
Así que recordar el desembarco de Normandía resulta fatalmente melancólico. Millones de alemanes creyeron que los judíos eran ratas (ver El judío Süss) que destruían la nación alemana, y debían ser eliminados. La "solución final" ya está en Mi lucha. Hitler hizo lo que Gobineau y otros racistas soñaban. Un sueño muy vivo en los países musulmanes.
Claro que esto no sucede en toda su población, pero sí en estudiantes y profesores en general, amén de periodistas, y es un recurso infalible para cohesionar a la gente en torno a regímenes teocráticos o dictatoriales. Un personaje muy señalado en la era hitleriana, el autoproclamado Gran Muftí de Palestina, que merodeaba por las tierras del futuro Estado de Israel, está tan documentalmente acreditado como escondido. La Alemania de Merkel ocultó la violación masiva en nochevieja de cientos de jóvenes, por musulmanes para no alentar la "islamofobia". Nada puede extrañarnos la reacción que se verá hoy en las elecciones europeas. Pero en el hartazgo del buenismo islamófilo, inseparable de la inmigración ilegal -de nuevo Merkel, la gobernante europea más siniestra hasta Putin, marcó la pauta diciendo que Alemania podía asumir un millón anual de refugiados, entonces sirios. De aquel alarde a costa del bolsillo y la seguridad de los pobres, esta ruina.
La liberación de los secuestrados israelíes de Hamas
Una semana después del aniversario de la derrota del nazismo en Normandía, han sido liberados cuatro rehenes judíos, victimas del racismo islamista de Hamas. Una de ellas es una muchacha utilizada junto a otros dos secuestrados para hacer propaganda terrorista contra el Gobierno de Netanyahu, elegido democráticamente en Israel, cosa que no pueden decir sus enemigos, pero que nada importa a Sánchez y los antisemitas vicarios. Los otros dos muchachos que alentaban, bajo el terror, a rebelarse contra el gobierno de Israel han sido asesinados.
La muchacha, ha sido liberada por las tropas israelíes tras intensos bombardeos de la red de túneles de Hamas y sus cuarteles ocultos bajo esas escueles y hospitales que sirven de excusa al antisemitismo izquierdista, que parece disfrutar llamando "genocidas" a las víctimas del mayor genocidio de la historia, el Holocausto. El segundo ha sido la masacre de Hamas, para provocar que Israel entrara en guerra. Lo ha hecho, claro está, pero en la doctrina progre, los judíos no tienen derecho a defenderse de cualquier ataque, que está justificado de antemano.
Las imágenes de Noa Argamani, resucitada, más que rescatada por los soldados de Israel, abrazando a su madre, enferma de cáncer terminal, habrán compensado levemente el ternurismo hipócrita de esta gentuza, que enarbola el total desprecio por la vida humana que llevó a Omaha Beach. Hoy, el primer antisemita de España, que es el peor enemigo de Israel, se llama Pedro Sánchez, inaugurador de una cleptocracia que tiene en Begoña Gómez su modelo y su patrona, su mito y su símbolo, como Evita de Perón.
Y hoy tenemos la posibilidad de derrotarlo electoralmente, pero, como ya ocurrió en tiempos de Hitler, las democracias que podían haberlo frenado se desentendieron, o pactaron con el III Reich o apostaron por el folklore político local. La desunión, como en la derecha española, fue absoluta. Lo más parecido a Hitler hoy en Europa es Putin, pero putinejos declarados son los antivacunas, anticapitalistas o fascistoides que han tomado Vox. Al margen de los alvises que promociona descaradamente Sánchez, porque le sirven, esa brecha en los partidos antisanchistas es letal para la causa de la libertad. El búnker de Sánchez es la Ley de Amnistía, que es para nuestra Constitución, lo que las Leyes Habilitantes de 1934 para Hitler, copiadas por Chávez y los suyos. Y aquí estamos nosotros, lejos de Omaha Beach.




