Gracias al respaldo de Vox, PNV, UPN y CC, el Congreso de los diputados ha aprobado, tal y como era previsible, la Proposición no de Ley del PP para instar al Gobierno a que reconozca a Edmundo González como presidente electo de Venezuela y luche contra el régimen chavista de Nicolás Maduro, proposición a la que se ha opuesto PSOE, Sumar y Podemos así como la extrema izquierda nacionalista de BNG y Bildu. Se trata de una espléndida noticia que no sólo deja en evidencia la complicidad del gobierno social-comunista de Sánchez respecto del fraude electoral perpetrado por el caudillo venezolano —complicidad mal disimulada con la concesión de asilo político al dirigente democrático venezolano—, sino que también demuestra la extrema debilidad parlamentaria del Ejecutivo y su pulsión autoritaria de gobernar con o sin el apoyo del parlamento.
Esta espléndida noticia se ha visto, sin embargo, empañada por la vergonzosa falta de entendimiento de PP y Vox que ha hecho imposible sacar adelante una moción contra el denigrante cupo catalán acordado por socialistas y separatistas de ERC, moción que también podría haber salido adelante habida cuenta del absentismo de Junts, cuyos representantes han preferido ausentarse del Congreso y celebrar en Cataluña una Diada marcada por la falta de apoyo popular y por la división entre las propias formaciones separatistas.
Los representantes de Vox excusan su lamentable abstención frente a este moción del PP en el hecho de que los populares se han negado a su vez a negociar y aceptar la enmienda del partido de Abascal dirigida a endurecer la crítica al cupo catalán y ampliar dicha crítica al cupo vasco y al amejoramiento navarro. Los representantes del PP, por su parte, han explicado que su moción no ha salido adelante porque "Vox prefiere que el PP no gane antes que Sánchez pierda".
Y, ciertamente, el relato de que Vox prefiere que el PP no gane antes de que Sanchez pierda es tan recurrente y fácil de entonar, al margen de que lo desmienta lo ocurrido con la moción sobre Edmundo González, como lo sería el relato de que el PP prefiere que sus mociones no salgan adelante antes que pactar o negociar nada con Vox. La cuestión es que ese debate bizantino no tranquiliza en absoluto al electorado de ambos partidos, que ven desesperados cómo dos partidos llamados a entenderse buscan cualquier excusa para no hacerlo. Los dirigentes de Vox tienen que tener sentido de la oportunidad y ser conscientes de que lo mejor en política es frecuentemente enemigo de lo bueno. Y los dirigentes del PP también tienen que ser conscientes de que no sólo tienen derecho sino también el deber de entenderse con Vox, una formación con la puede y debe compartir muchas cosas, entre ellas, y sin ir más lejos, el rechazo al inconstitucional y desestabilizador cupo catalán.
Es del todo lógico que la falta de entendimiento entre PP y Vox sea la única esperanza de Pedro Sánchez frente a unas encuestas que, en su totalidad y frente a las variaciones en sus posiciones relativas, confirman insistentemente que, sin un acuerdo entre ambas formaciones, Feijóo no podrá configurar una mayoría absoluta que le permita desbancarlo. Lo que no tiene sentido en absoluto es que Vox haga de esa esperanza de Pedro Sánchez y de ese desencuentro con el PP una estrategia para que la formación de Abascal no pierda representación parlamentaria. Otro tanto se puede decir a los dirigentes del PP, si lo que les importa no son las posiciones relativas entre ambas formaciones de la oposición, sino convertir a Feijóo en el nuevo presidente del gobierno.
Así las cosas, por el bien de España y por el respeto que merecen ambos electorados, confiemos en que el acuerdo que este miércoles se ha dado en pro de la democracia en Venezuela, sea la senda a seguir por PP y Vox también en defensa de nuestra democracia, que corre peligro sin el acuerdo de ambas formaciones.