Creo, sinceramente, que nadie está exento de soñar al tratar de fijar un futuro incierto, como objetivo, instrumentando para su consecución, las medidas que, en su criterio, serían capaces de alcanzarlo.
El natural grado de optimismo en tales planes no está fijado de antemano, por lo que se dan múltiples posibilidades de error, aun en el mejor de los casos. En un mundo de recursos escasos, tales errores condujeron a crisis demostrativas de las evidencias de cuanto decimos.
¿Puede el Informe estratégico que el expresidente del Banco Central Europeo ha entregado a la presidenta de la Comisión Europea, según su petición, adolecer de estos problemas?
Siento profundo respeto y admiración por el señor Draghi, por su competencia y su entrega a las funciones desempeñadas en etapas varias de su vida. Pero viene a mi mente un artículo, trabajado con el Profesor Bernard P. Herber (Arizona University), publicado cuando se gestaba en la U.E. (año 1995) el proyecto de un impuesto para luchar contra el calentamiento global, atribuido a las emisiones de CO2.
Nuestro artículo se titulaba: An International Carbon Tax to combat Global Warming…, publicado en: [‘The American Journal of Economics and Sociology’; (1995), vol. 54, n.3].
Proyecto éste fervientemente defendido por el señor Draghi, pero que los autores considerábamos que se presentaba por la U.E. como la panacea, no sólo para reducir drásticamente las emisiones de dióxido de carbono, sino para acelerar el empleo y el crecimiento económico. Y, ahí seguimos…
De aquí que, presentado el Informe sobre las medidas a implantar en Europa, para corregir el retraso –y aquí coincido con él– que nuestra U.E. presenta frente a los países más avanzados, como EE.UU. y la República Popular China, surgen algunas cuestiones.
No hay duda alguna de que la baja productividad de la U.E. –España es un país paradigmático de ello–, es la grave enfermedad, responsable del retraso que llevamos en nuestra economía. Poco dice el Informe, o quizá no lo he visto, acerca del papel que juega en esto la estructura del mercado de trabajo, y las reformas que lo han empeorado: volatilidad del mercado y precariedad de los puestos de trabajo, son elementos que deterioran el trabajo y el incentivo para trabajar.
Sin atacar la escasa productividad, hablar de competitividad es simplemente una cortina de humo para encubrir un fenómeno de mayor peso: el bajo rendimiento del factor trabajo.
También el señor Draghi incide en la descarbonización de la economía, advirtiendo de un necesario equilibrio entre dos objetivos: la reducción del dióxido de carbono y la competitividad y el crecimiento económico.
También estoy con Draghi en que es necesaria la disminución de la regulación en Europa. Se diría que la falta de acierto en las medidas de reanimación económica trate de compensarse mediante un exceso regulatorio.
Finalmente, me interpela el gasto estimado que comportará esta reforma: habla el señor Draghi de 800.000 millones de euros anuales. La diversidad de países, y la diferente puridad, a la hora de utilizar los recursos asignados, son elementos que no pueden omitirse por un exceso de ingenuidad.