Aunque parezca mentira, el PSOE ganó las elecciones autonómicas en Murcia en 2019. La victoria en número de votos fue pírrica (menos de 500 sobre el PP), pero esa pequeña diferencia le dio para sacar un diputado más que su rival, el partido que venía gobernando la región con mayoría absoluta desde 1995. La hazaña de los socialistas les permitía soñar con alcanzar el gobierno en las siguientes autonómicas, pero en ese periodo se dieron varias circunstancias que dieron al traste con las esperanzas del PSOE.
El principal motivo para que el PP volviera a ganar ampliamente en Murcia fue, obviamente, la estrafalaria moción de censura que una parte de los dirigentes de Ciudadanos plantearon contra ellos mismos, situados en el Gobierno de López Miras con una vicepresidencia y cuatro consejerías. Con esa decisión, acordada por Inés Arrimadas con José Luis Ábalos en la Moncloa (¡qué tiempos!), Ciudadanos pasó de seis a cero diputados para alegría de los populares, que vieron retornar a la casa común del centrismo parte de su voto cautivo. Otra circunstancia no menor para este nuevo hundimiento del PSOE fue la elección de José Vélez para dirigir el PSOE regional, una decisión personal de Pedro Sánchez para promocionar al compañero que se había encargado de defender en Murcia su candidatura para la secretaría general del PSOE, cuando nadie daba un duro por él.
Vélez, como su jefe de filas por la vía familiar, se enfrenta ahora a un problema con la Justicia derivado de su gestión cuando era alcalde de Calasparra. Lo acusan de haber malversado fondos para sacar adelante la feria de novilladas de esa localidad del noroeste murciano, una de las más importantes del mundo. Se trata de un asunto delicado que lo llevará con toda seguridad al banquillo de los acusados y, consecuentemente, a su salida de la política, salvo que Sánchez opine que todo obedece a la maquinaria del fango.
Lo que haga Sánchez con su amigo murciano imputado tiene cierto interés, porque permitirá acotar de manera aún más precisa su exigencia moral en la vida pública. A Vélez no le dejará dimitir, pero no es seguro que lo haga ministro en la próxima renovación del Gobierno.