
En Libertad Digital dijimos desde el primer momento que las reuniones anunciadas por Sánchez con los presidentes autonómicos eran una trampa para crear división en el PP. El intento de estafa política era tan evidente que sorprende (o quizás no) que los presidentes populares aceptaran casi por unanimidad prestarse a ella, acudiendo al Palacio de La Moncloa como si estos encuentros se produjeran en medio de una situación de normalidad.
Lo primero que hay que tener en cuenta para valorar adecuadamente estas reuniones es el objetivo que Sánchez pretende con ellas, que no es otro que encontrar mandatarios autonómicos (da igual de qué partido) que acepten sus enjuagues con ERC para mantenerse en el poder. Se trata, ni más ni menos, de que los presidentes autonómicos acepten la financiación singular de Cataluña a cambio de recibir aumentos puntuales en los recursos que reciben del Estado. La maniobra sanchista es tan grosera que ningún presidente del Partido Popular tendría que haber participado en ella, aunque solo fuera por respeto a los ciudadanos a los que cada uno de ellos representa.
Isabel Díaz Ayuso fue la única responsable autonómica del Partido Popular que anunció su rechazo a estas reuniones-trampa de Sánchez, denunciando, de paso, su inutilidad en términos prácticos. El colmo es que Sánchez quiera hacerse la foto con la presidenta popular pocos días después de haberla injuriado gravemente desde la tribuna del Congreso de los Diputados y en el transcurso de un viaje oficial al extranjero. La presencia de Díaz Ayuso en La Moncloa para que Sánchez trate de colocarle la mercancía averiada de sus pactos con el separatismo sería un insulto añadido y un menoscabo de la dignidad de todos los madrileños, incluidos los pocos que no votan a la actual presidenta del PP.
Como cada vez que Sánchez ataca al PP, no faltan las voces que, desde Génova, salen a la palestra para echarle una mano. Esta vez ha sido el ínclito Borja Sémper el encargado de censurar la decisión de la presidenta madrileña haciendo un curioso llamamiento a "preservar la institucionalidad". Pero la institucionalidad se respeta, precisamente, evitando entrar en el juego sucio con el que Sánchez intenta salvar los acuerdos contranatura pactados con sus socios separatistas.
Por otra parte, es posible que Sémper y sus compañeros de junta directiva consideren que las injurias de Sánchez a una presidenta autonómica de su partido no socavan esa institucionalidad a la que apelan. Resulta dudoso, no obstante, que esa sea también la opinión de sus votantes, y muy especialmente de los que viven en la Comunidad de Madrid, objeto diario de todo tipo de ataques de la izquierda, con Sánchez y sus ministros en lugar destacado. En todo caso, a Isabel Díaz Ayuso le cabe el honor de haber sido la única presidenta autonómica que ha preferido evitar la foto de la reunión-trampa con Sánchez, a la que sus compañeros en el PP, sin embargo, han acudido prestos y sonrientes para salir igual que entraron, solo que más humillados.
