La indignación de la gente que ha sufrido lo peor del reciente episodio de gota fría en Valencia se desbordó gravemente con la visita a la zona de Sánchez y Mazón, amparados tras la figura de los reyes de España. Centenares de ciudadanos desesperados hicieron patente su protesta por la falta de reacción del Gobierno y la improvisación del Ejecutivo de la Generalidad Valenciana, que han dado lugar a un nivel de mortandad que podría haberse reducido significativamente si la respuesta coordinada de las administraciones hubiera estado a la altura de la gravedad de este evento catastrófico.
Sánchez huyó de las calles de Paiporta en cuanto comenzaron los insultos y el lanzamiento de barro, al contrario de Carlos Mazón y, muy especialmente, de los monarcas, que aguantaron a pie de calle la indignación de los ciudadanos. El Rey Felipe estuvo ayer, una vez más, a la altura de las circunstancias, rechazando la protección de los escoltas y acercándose a la gente para escuchar sus reclamaciones y compartir su dolor. Las lágrimas de la reina Letizia junto a la gente en unos momentos de gran tensión son también buena prueba de la cercanía de la Corona con el pueblo español en las situaciones más desesperadas, como la que están viviendo los vecinos de la zona de Valencia afectada por las inundaciones de la DANA.
Es obvio que el Rey nunca debió ir a la zona de la catástrofe acompañando a Sánchez que, incapaz de asumir sus responsabilidades frente a los ciudadanos, utiliza la figura del monarca como parapeto de manera prácticamente habitual. La presencia de los reyes en las calles de Paiporta, Chiva y el resto de localidades arrasadas por el agua tenía sentido en los primeros momentos de la tragedia, que es la manera en que siempre ha actuado la Casa Real con otros Gobiernos. Con Sánchez, en cambio, la coordinación de las agendas de Zarzuela y Moncloa se supedita a las necesidades políticas del Gobierno social-comunista y no a las del pueblo español, otra anomalía democrática que la oposición debería denunciar.
Sánchez necesitaba que el Gobierno de Carlos Mazón asumiera en solitario la tragedia para acabar políticamente con él, y con ese objetivo ha actuado en todo momento. Su negativa a asumir desde el Estado la gestión de la catástrofe declarando la Emergencia Nacional y retrasando varios días intencionadamente el envío del Ejército son buena prueba de lo que le importan al aspirante a sátrapa la vida de los ciudadanos. La frase con la que despachó su rueda de prensa al quinto día de producirse la tragedia —"Si (Mazón) quiere ayuda, que la pida"— fue la gota que colmó el vaso de la paciencia de la gente que todavía busca los cuerpos de sus familiares bajo los coches amontonados en los barrancos y los sótanos de los edificios y los centros comerciales.
Sus majestades los reyes se vieron obligados a vivir un episodio bochornoso por culpa del tipo que trató de esconderse tras su figura y acabó huyendo cuando empezó a llover barro. Una vez más, el pueblo le ha mostrado su profundo rechazo por su negativa a afrontar los problemas reales de los ciudadanos sin el sectarismo atroz que lo caracteriza. Encerrado en La Moncloa para evitar la ira de unos votantes que, más tarde o más temprano, hablarán también en las urnas, cabe dirigirle la frase tremenda que él espetó a los valencianos: "Si quiere ayuda, que la pida".