
Aunque el Rey haya insistido en su mensaje navideño, el significado de la DANA y lo que ha supuesto para el régimen político español sigue siendo ignorado por una casta política ensimismada en sus encuestas y cubileteos demoscópicos. Sánchez ha hablado contra la Corona por boca de gansa, la alcaldesa de Catarroja, indignada porque la Familia Real no le avisara de su visita, como autoridad superior que cree ser. Y en el típico estilo del patán monclovita, su caudillejo, ha contrapuesto el trabajo de desescombro de los trabajadores de la zona con una visita que, según himpló, "habrá sido para tomar un refresco". Se entiende que, en vez de tomarlo en Marruecos o en Cerler, donde Sánchez ha pasado estos días, como siempre, dando ejemplo.
La delegada del Gobierno sanchista, Pilar Bernabé, ha seguido culpando a Mazón de todos los males valencianos, menos uno, el único del que es totalmente responsable: no pedir la declaración de "Emergencia nacional", paso previo al "Estado de Alarma 3", que obliga a la intervención total del Ejército, de sus tres armas, coordinadas por la UME, como manda la Ley. Pero que una compañera de la estadista de Catarroja , también burriciega, derrote por el mismo lado, el izquierdo, es normal. Lo anormal es que, a estas alturas, Feijóo salga defendiendo a Mazón, como si no ser peor que la gentuza sanchista lo absolviera de sus deficiencias, por no decir crímenes.
En ambos casos, es como si la DANA no hubiera pasado, o hubiera pasado ya, sin más consecuencias que el recuerdo de una desgracia del año pasado, que el año presente borrará, como tantas otras, tantas, tantas y tantas veces.
El fallo multiórgánico del Estado de las Autonomías
Lo que se sigue negando a reconocer Sánchez, el fugitivo de Paiporta, es su responsabilidad pasiva y activa en el desastre, la pasiva de endilgarle el muerto a Mazón, que se lo tragó como el besugo el anzuelo, y la activa del "si necesitan ayuda, que la pidan", rematada con el infame "yo estoy bien". Lo que se niega a reconocer Feijóo es la responsabilidad compartida del PP en esa feria de disparates en que se sumió Valencia y que ha delatado el fallo multiorgánico de un cuerpo que la derecha proclama vivo, el Estado de las autonomías, pero que se ha demostrado tan gravoso como inútil.
Sin embargo, la vivencia de la tragedia de la riada por los ciudadanos ha sido más honda de lo que digan las encuestas de cualquier signo. Lo que se ha visto no es sólo el mal funcionamiento del Estado autonómico, sino la terrorífica lejanía entre los representantes políticos y sus representados. Lo que hemos podido comprobar es que la pavorosa insensibilidad nacional del PSOE no estaba demasiado alejada de la insensibilidad regional del PP. Y cree su presidente que basta nombrar a Sánchez para exculpar a Mazón. Se equivoca. El votante de derechas no es tan ovino como el de izquierdas. Y si votar a Sánchez no es diferente de votar a Sumar o Podemos, votar a Vox sí es una alternativa a votar al PP, es decir, a votar contra un partido empeñado en despreciar a su base social, como sucede desde el maldito congreso de Bulgaria, capital Valencia, en que Rajoy despidió a los que querían un partido liberal o un partido conservador. Y se fueron, claro.
El "verano azul" de todos los "chanquetes"
Pero hay una diferencia entre abominar del PSOE y del PP y abominar del sistema político, de una partidocracia, en la que, ojo, también figura Vox, absolutamente ajena a los problemas de la gente corriente y a todo lo que no afecte a sus cargos y sueldos. Y ese "todos son iguales", es lo que más fuerte se ha oído en los medios no supeditados al sanchismo corrompido y corruptor, o no asimilados a ese centrismo centristón al que vuelve Feijóo, sin haber ido antes a ninguna parte. Dicho de otro modo: viendo ya a su alcance, sin esfuerzo, la cosecha del otoño sanchista sin haber salido del "verano azul" de su penosa campaña rajoyana. A la que insiste en volver.
Hay además una prueba de la estupidez suicida de la derecha cuando se pone a centristear, es decir, a regatear a su propia defensa en vez de a la contraria, que es la adopción de términos o más bien terminachos de moda entre la progresía. El primero en usarlos fue siempre Gallardón, modelo de traición a su base social y a su partido, pero siempre más inteligente que la mayoría de sus colegas. Me quedo con dos: "empoderar" y "centralidad"; el primero, caído en desuso porque suena a Irene Montero o Yolanda Díaz; el segundo, asumido por los medios de derechas que no quieren parecerlo y que tanto se asemejan en su maricomplejinismo al PP de los chanquetes de Génova 13, autores de la campaña inolvidable y ruinosa del "verano azul".
El terminacho "propositivo"
Este PP, que, tras operarse de la vista Feijóo, ve mucho peor que antes, ha adoptado para luchar contra Sánchez, pero poco, el término "propositivo", que, por no significar, no significa, al menos en español, absolutamente nada. En el politiqués de nuestro inolvidable Amando de Miguel, es como positivo pero con ínfulas, pero, en nuestro idioma, nada de nada de nada. "Propositivo", dice la RAE, es "lo relativo a un propósito". O sea, que lo que se propone es proponer, proponer algo que proponer, o sea, que vamos a proponer algo. ¿El qué? Pues nada, de momento, pero, ¿no queda bien?
Pues no. El centrismo en un país totalmente volcado a la extrema izquierda es algo así como una izquierda sin exageración, la derecha de la izquierda, que es como la izquierda de la derecha pero propositivamente propuesta. ¿Pero, de qué? "No es el momento de radicalismos –nos dirá el PP- ni de programas máximos. Hay que dialogar, naturalmente que con todos. Y con Junts, los primeros. Son impecablemente democráticos, salvo si se reúnen con Sánchez, que renuncian a la centralidad y se abonan al extremismo golpista. Bueno, golpista tampoco, que eso es el pasado. En fin, veremos. Lo importante es la actitud. En cuanto al franquismo, no querríamos ser parte de una maniobra de distracción sobre lo que realmente importa, el precio de los garbanzos, decía Fraga, una prosperidad sostenible. ¿Se puede ser más propositivo, más centrado en la centralidad, más moderado? No. ¿Más ajeno a la experiencia de la DANA? No. ¿Y más imbécil? Tampoco.