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El 47

Quizá el conductor se volvería a la tumba si supiese que ahora, en su barrio, es donde Vox saca los mejores resultados de la ciudad.

Quizá el conductor se volvería a la tumba si supiese que ahora, en su barrio, es donde Vox saca los mejores resultados de la ciudad.
Contracorriente Films

Las opiniones políticas de la gente que se busca la vida en las industrias del entretenimiento, verbigracia eso pomposamente llamado "séptimo arte", tienden a interesarme entre poco y nada. De ahí que tampoco este año haya prestado atención a la ceremonia de los Goya. No obstante, como en este tiempo nuestro resulta imposible aislarse del ruido, también a mí me han terminado llegando los ecos del sarao. Así, y gracias a la cinta ganadora, El 47, es como he tenido noticia de que los autobuses municipales de Barcelona eran de color rojo durante la dictadura y primeros tiempos de la Transición. Algo que me ha hecho temer muy seriamente que padezco de daltonismo no diagnosticado desde la infancia.

Porque yo viví desde los 5 años hasta los 58 en esa ciudad, pero no recuerdo haber visto jamás autobús alguno de color rojo durante la época de Franco. Lo que sí recuerdo, en cambio, es que fue el primer alcalde socialista, Narcis Serra, quien mandó pintarlos de colorado. Empezamos bien, pues, con el asunto de la recuperación de la memoria histórica. Por cierto, tampoco recuerdo que nadie en los ambientes de la izquierda barcelonesa me comentase nunca, ni siquiera de pasada, la historia épica de ese autobús, el 47.

Confieso que tampoco yo mismo guardaba registro del asunto entre mis recuerdos. La razón de tantos olvidos es simple, a saber: aquella anécdota no tuvo ninguna dimensión heroica, mucho menos antifranquista. Y por la sencilla razón de que el Ayuntamiento de Barcelona, a la altura de 1978, ya estaba controlado de facto por el PSC. Al punto de que el alcalde de entonces, Socias Humbert, acabó siendo un militante en la sombra del partido durante el resto de su vida. Por su parte, la Generalitat le concedería la Cruz de Sant Jordi. En cuanto al conductor del 47, un afiliado comunista, del PSUC, que nunca en su vida habló en otro idioma que en castellano, quizá se volvería a la tumba si supiese que ahora, en su barrio, Torre Baró, es donde Vox saca los mejores resultados de la ciudad.

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