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El final de la no proliferación

A medio plazo, todas las naciones amenazadas considerarán la conveniencia de armarse con bombas atómicas.

A medio plazo, todas las naciones amenazadas considerarán la conveniencia de armarse con bombas atómicas.
Vladimir Zelensky y Donald Trump en una imagen de archivo. | Europa Press

Si efectivamente Trump firma con Putin la paz que al parecer se propone, algo que todavía está por ver, pasarán todas las cosas malas que los comentaristas se han apresurado a advertir. Y alguna más. Una de ellas será el fin de la no proliferación.

Cuando Ucrania ganó su independencia tras el colapso de la URSS, entregó a Rusia las muchas bombas atómicas desplegadas en su territorio. A cambio, la misma Rusia, Estados Unidos y Gran Bretaña, tres de las cinco potencias nucleares que poseen legalmente esta clase de armas, garantizaron la integridad territorial ucraniana (Memorándum de Budapest de 1994). Kiev no sólo se deshizo de las armas nucleares que tenía, sino que renunció a tenerlas en el futuro suscribiendo el Tratado de No Proliferación Nuclear. En 2014, sin que Barack Obama moviera un dedo, Putin se anexionó ilegalmente Crimea, incumpliendo su compromiso de 1994. Y en 2022, bajo la presidencia Biden, terminó de romperlo invadiendo Ucrania. Y no sólo, sino que en varias ocasiones amenazó con recurrir a sus armas nucleares si llegara a ser necesario para alcanzar la victoria.

Ahora, otro de los signatarios de aquel Memorándum se muestra dispuesto a santificar que el que primero lo violó se apodere de un cuarto del territorio de Ucrania con tal de no seguir pagando la defensa del país agredido. Y todo ante la indiferencia del tercer firmante, Reino Unido, que, por ahora, no ha hecho un gesto de protesta. El mensaje para la cuarta potencia nuclear que el Derecho Internacional reconoce, China, es que puede impunemente invadir Taiwán y amenazar con sus armas nucleares si ve que no termina de conseguir su objetivo con las armas convencionales. El otro recado, esta vez para las estúpidas potencias que suscribieron, y respetaron, el Tratado de No Proliferación, es que ya no pueden estar seguros de que las potencias nucleares no se vayan a repartir su territorio en el zoco que están abriendo Putin y Trump. Y creerán que los verdaderamente listos fueron India, Pakistán, Corea del Norte, Israel y, dentro de poco, también Irán, que se hicieron con este tipo de armas y pueden en consecuencia disuadir a otros de intentar una invasión como la que Rusia ha perpetrado en Ucrania. Así puede la India defenderse de una invasión china, Pakistán de una invasión india e Israel de cualquier ataque de las muchas naciones musulmanes que quieren acabar con él.

A la vista de todo esto, ¿qué harán Taiwán, Corea del Sur, Japón o todos los países bañados por el Mar del Sur de la China que están amenazados por Corea del Norte y Pekín? ¿Qué harán las repúblicas exsoviéticas? Las repúblicas bálticas, ¿pueden seguir confiando en que la OTAN defenderá su integridad territorial frente a Rusia? ¿Y las viejas potencias del Pacto de Varsovia? A medio plazo, todas considerarán la conveniencia de armarse con bombas atómicas. Y muchas de ellas lo harán, digan lo que digan los tratados que un día suscribieron y que la Rusia de Putin ha venido pisoteando y Estados Unidos está a punto de tirar al cesto de los papeles. Así pues, no sólo hablamos del destino de Zaporiya o de que Rusia tenga acceso por tierra a Crimea y a su base de Sebastopol. Se trata de algo mucho más grave. En el ambiente ha empezado a haber un penetrante, y preocupante, olor a pólvora.

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