
Como buen economista de tres al cuarto que es Sánchez, el presidente ha visto en la necesidad de incrementar el gasto en defensa una situación en la que él saldrá ganando haga lo que haga el líder de la oposición. Si aparece el Feijóo estadista que apoya el incremento a cambio de nada, Vox le comerá el terreno diciendo que votar al gallego es tanto como votar a Sánchez. Y, si se presenta el Feijóo opositor que dice a todo que no, incluso al aumento del presupuesto militar, será Sánchez quien le acusará de ser lo mismo que Abascal, trumpista y prorruso. De las dos maneras, el chulo que castiga gana.
En verdad, Feijóo, al margen de consideraciones electoralistas, se encuentra ante una decisión difícil incluso teniendo en cuenta sólo lo que le conviene a España. Nuestra nación tiene la obligación de ser un aliado leal y contribuir a la defensa de Europa en la proporción que le corresponda. Así visto, Feijóo debería apoyar lo que Sánchez haga al respecto y evitar que cualquier iniciativa en esa dirección decaiga por falta de apoyo de sus deletéreos socios. Sin embargo, quizá a España le convenga, más que contribuir al esfuerzo militar europeo, librarse del granuja que nos gobierna. Y, por lo tanto, todo lo que ayude a conseguirlo, incluidas las derrotas parlamentarias de sus propuestas de mayor inversión en los ejércitos, ha de perseguirse con ahínco. Entonces, ¿qué hacer?
Hay una vía intermedia. Es la de comprometerse a respaldar cualquier incremento presupuestario dirigido a la mejora de nuestra defensa, pero sólo después de que Sánchez haya deshecho lo mucho realizado en perjuicio de nuestra nación. Entre otras cosas, tendría que derogar la ley de amnistía, aunque no pueda hacerlo con carácter retroactivo respecto de aquellos que ya se hayan beneficiado de ella; retirar la proposición de ceder las competencias de inmigración a Cataluña, y dar marcha atrás en la condonación de la deuda. Y, mientras Sánchez no haga esas cosas y otras que al PP se le ocurran, los de Génova podrían decirle que seguirán votando "no" a nada que proponga el presidente, incluidos los aumentos de los gastos militares. Como recuerda Casimiro García-Abadillo, si hemos de hacer política de Estado, hagámoslo en todo. Y, por supuesto, el PP no puede apoyar nada mientras el PSOE no haya cumplido lo prometido. A los socialistas les gusta comprometerse a hacer algo en el futuro a cambio de que los demás hagan algo de presente y luego cumplen tarde mal y nunca.
El inconveniente de optar por esta estrategia estriba en que Feijóo podría ser acusado a la vez de sanchista y de trumpista si la dirección del partido no expone bien su postura. Y sabemos que en el PP no explican bien casi nada, ni siquiera las cosas sencillas. No digamos cuando se trata de posiciones con matices que exigen hilar fino. Ya veremos si al final, por la acostumbrada torpeza del PP, no es Sánchez el que sale beneficiado de este callejón aparentemente sin salida en el que se encuentra.