
Los implicados en casos como el de la esposa del presidente Sánchez, el hermano del presidente Sánchez, el exsecretario de organización del presidente Sánchez y el fiscal general del presidente Sánchez presentan muchas características similares. Por ejemplo, sostienen que no tienen ni idea de casi nada en general y de nada en particular. No saben dónde están sus despachos, cuáles son sus cometidos, no recuerdan cómo llegaron hasta allí, que hacían o hacen, quiénes son sus superiores, inferiores e iguales o quién les contrató y por qué. Es que no se enteran de nada. Parece mentira que alcancen a sentarse delante de un juez sin ayuda. Por no hablar de esa propensión a la destrucción de pruebas en la que el fiscal general se ha mostrado como un consumado maestro pero sin querer, porque cambia de móvil cada dos minutos.
El último personaje en engrosar este fenomenal elenco de besugos es el mismísimo ministro de Presidencia, de Justicia y de Relaciones con las Cortes, el tres en uno de Sánchez, don Félix Bolaños. Resulta que tampoco estaba al corriente de nada, que lo ignora todo, que él no ha hecho nada y que si se ha hecho algo seguro que es legal. Ese es el resumen del interrogatorio llevado a cabo por el titánico juez Peinado, interesado en determinados pormenores sobre una señora personal de Moncloa que hace las veces de asistente de Begoña Gómez, la esposa de Sánchez.
Bolaños, generalmente tan locuaz, resuelto y desenvuelto, debía aclarar si autorizó el nombramiento de Cristina Álvarez como "directora de Programas de la Secretaría General de Presidencia del Gobierno" y si sabía que en realidad esa señora se dedicaba a pasar el platillo para los chanchullos de la "catedrática" Begoña en la Complutense. ¿Y qué pinta Bolaños ahí? Pues resulta que el que fuera vicesecretario general de Presidencia, un tal Alfredo González, dijo que él tramitó el fichaje de Cristina Álvarez con el visto bueno de su superior y que este no era otro que Félix Bolaños, entonces secretario general de Presidencia. Qué cosas.
Pero hete aquí que Bolaños ha dicho que Cristina Álvarez no le suena y que tampoco sabía quién era el superior directo de la antedicha. Llegados a ese punto, el juez Peinado, subiendo un peldaño más en la escalera hacia la santidad, le ha concedido media hora al ministro para que hiciera las consultas telefónicas pertinentes para determinar el jefe de la cosa, según las crónicas de la toma de declaración. Ha debido ser un espectáculo histórico. Ese Bolaños removiendo Roma con Santiago tratando de dar con el capo de la directora de programas de la Presidencia. Lo mismo le pregunta el juez que si el ministro de Presidencia es el mismo que el de Justicia y responde que no lo sabe.
El juez Peinado debe ser un hombre muy valiente y de gran pericia procesal. No de otro modo se explica que haya llegado tan lejos y que sus diligencias arrojen tanta luz. Se ha cumplido un año de la imputación de Begoña Gómez y lo que empezó siendo un caso de corrupción y tráfico de influencias se ha convertido en una causa que también incluye los cargos de intrusismo, apropiación indebida y malversación, según daba cuenta este miércoles una detallada información de Libertad Digital.
Un año ya de aquellos cinco días en los que Sánchez se fue a meditar sobre su continuidad mientras ministros y ministras perdían la poca dignidad que les quedaba suplicando al presidente que no les dejara solos. El hombre enamorado que se fue a ver al Rey para decirle que no dimitía a pesar de que un juez se atrevía a investigar a su amorcito. Lo nunca visto.
El cuadro lo completa el ministro de Interior Fernando Grande-Marlaska criticando la instrucción de Peinado. "Creo que nadie sabemos (sic) a ciencia cierta lo que está investigando", ha dicho el que fuera juez de la Audiencia Nacional. El ministro que cesó al coronel de la Guardia Civil Diego Pérez de los Cobos por negarse a revelar datos sobre una investigación judicial que afectaba al Gobierno, la convocatoria de la manifestación del 8-M en pandemia, concretamente. Nadie se explica cómo Grande-Marlaska es capaz de caer tan bajo y superarse después.
¿Que qué está investigando Peinado? Pues el misterio de la catedrática que no es licenciada, que aparece citada en conversaciones sobre el rescate de Air Europa, que registró a su nombre un programa informático que no era suyo, que se vale de una empleada pública para sus negocios privados y que hace todo lo que hace al amparo del sobreentendido meridiano de que es la esposa del presidente del Gobierno y no una reputada experta en transformación digital.
Lo dicho. Peinado es un héroe.