
Hasta este miércoles, la catarata de conversaciones entre Pedro Sánchez y José Luis Ábalos que ha venido desvelando El Mundo resultaba sobre todo divertida y, aunque dejaba completamente claros ciertos rasgos de la personalidad del presidente, tampoco era nada que no tuviésemos ya bastante asumido: ese carácter colérico y tiránico, esa total falta de respeto ya no por sus rivales, sino por sus propis comilitones, esa falta de elegancia en todo…
Es cierto también que esos intercambios pseudoepistolares confirmaban no sólo que Sánchez y Ábalos eran uña y carne antes de que el primero echase al segundo, sino que también lo fueron después, algo así como si Rajoy y Bárcenas hubiesen mantenido una relación cariñosa más allá del "Luis, se fuerte". Qué intimidad se adivina en los textos, qué complicidad, qué cariño ya no de amigos sino de hermanos. A mí es que estas historias de amistad a pesar de todo me emocionan, de verdad.
Pero además de lo anterior, la última entrega –que seguramente sea la penúltima cuando ustedes lean estas líneas– ha subido un escalón, porque es la primera vez que sabemos que el presidente del Gobierno estaba metido de hoz y coz en el rescate de Air Europa, esa empresa que patrocinaba saraos de Begoña Gómez. No sólo estaba metido: es que, enorme casualidad, se metió días después de que el dueño de la empresa llamase a la ínclita Begoña y no precisamente para hablar del tiempo. Lo dicho: ya es casualidad.
Para mí lo mejor de los whatsapps es ese primer mensaje que Sánchez reenvía y que a él le hizo llegar "un viejo amigo", que no sabemos quién es pero que el tío tiene la capacidad de hacer cambiar una política del Gobierno de España, ahí es nada. ¿Aceptará el presidente consejos de esa envergadura de todos sus viejos amigos? ¿Tendrá muchas amistades en el mundo de los viajes y las aerolíneas? ¿Basta un texto de unas pocas líneas para convencer al marido de Begoña de que tiene que soltar unos cientos de millones de nuestro dinero?
Y, sobre todo: ¿quién es ese desinteresado amigo que se atreve a escribirle a Sánchez? ¿Será Hidalgo padre, Hidalgo hijo, Hidalgo espíritu santo? ¿Será uno de los expertos del comité de Fernando Simón? ¿Será Aldama?
Lo publicado por El Mundo este miércoles es todavía más interesante a la luz de la información que Carlos Cuesta firmaba justo la misma mañana en la portada de Libertad Digital: sólo un día después de que Sánchez le dijese a Ábalos que había que tratar a Air Europa con el cariño con el que se trata a una sobrina, Víctor de Aldama ya sabía que más pronto que tarde iban a tener el dinero. No hizo falta más. Ni menos.
Quién será ese viejo amigo de Pedro Sánchez, no sólo convincente, sino capaz de lograr que la pesada maquinaria del Estado se mueva a una velocidad que ni la más ágil start-up. Se admiten apuestas.
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