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El rabilargo ibérico

Cuando el político se desentiende de sus responsabilidades con los ciudadanos, los ciudadanos se desentienden de todo lo demás.

Cuando el político se desentiende de sus responsabilidades con los ciudadanos, los ciudadanos se desentienden de todo lo demás.
La inacción de las autoridades ante la agresividad del Rabilargo ibérico es la perfecta alegoría de la España sanchista. | Archivo

Me refiero naturalmente al Cyanopica cooki, no al exministro Ábalos. El rabilargo ibérico es un córvido que, como todos los córvidos, tiene mal carácter. En Linares, Jaén, se han vivido escenas de pánico estos días, porque el bicho se ha adueñado de algunas calles, como si alguien le hubiera explicado la impunidad del movimiento okupa en la España sanchista. Los paseantes que intentan atravesarlas son atacados por el rabilargo ibérico con saña y violencia. Las escenas, que se han difundido en las redes, dejan a Alfred Hitchcock en un vulgar aficionado a la ornitología de recreo.

Tal es la psicosis y la cantidad de ataques registrados, que el ayuntamiento ha emitido un comunicado llamando a la calma, incomprensiblemente, que todo lo que esperábamos era un comunicado llamando a las armas. Se refieren a los endiablados picotazos en las cabezas de los viandantes como "interacciones entre personas y ejemplares de rabilargo ibérico" y valoran que los bichos están mostrando "comportamientos de aproximación a transeúntes", que es una manera elegante de decir que más de uno casi pierde un ojo por entrar en la no go zone del rabilargo. Aclara el consistorio popular que "este comportamiento no responde a una actitud agresiva", que ya parecen un comentarista de Movistar comentando una entrada de roja de Gavi.

Insisten: "Este comportamiento no representa una agresión deliberada hacia las personas". Y ofrecen como solución lo de siempre en esta España nuestra: "Evitar transitar por zonas donde se hayan identificado nidos de rabilargo". El siguiente consejo demuestra que el redactor del comunicado no quiso meterse en camisa de once varas, e insta a los viandantes "no tocar o acercarse a los nidos o a las crías", increíble pirueta para evitar decir "no tocar los huevos al rabilargo", que es una información más precisa y fidedigna.

Por último, piden colaboración ciudadana para la "convivencia armoniosa con las especies que habitan nuestro entorno", como si el problema lo hubieran iniciado los transeúntes dando picotazos en la cabeza a los pájaros. Entre los ciudadanos, hay fundadas sospechas de que el comunicado del Ayuntamiento de Linares lo ha escrito un rabilargo ibérico.

Como era de esperar, los paseantes que han recibido picotazos en la cara, en la cabeza, o en las manos, no están satisfechos con el mensaje municipal que les insta a respetar la violencia de los rabilargos, y a abandonar las calles que han tomado en Linares. Y quizá toda esta historia te parezca irrelevante, pero admitamos que la polémica con este córvido es una bella alegoría de cómo afrontan los gobernantes de la España sanchista las agresiones contra inocentes.

Si son menas, pobrecitos los menores y cuánto racismo en España; si son violadores, el mundo los ha hecho así; si son etarras, hablando se entiende la gente; si son okupas, la culpa es de los especuladores inmobiliarios; y si son golpistas catalanes, hay un complot judicial de ultraderecha para coartar las libertades de los secesionistas. Esta estrategia del matón, siempre dispuesto a ponerse de parte de otro matón, tampoco es nueva, que ya la vivimos en los años de plomo, cuando al asesinato de un guardia civil siempre respondía algún hijo de una hiena con eso de "algo habrá hecho". Sin embargo, con Sánchez vive una nueva época de esplendor.

Me dirás que qué culpa tiene el Gobierno de que un ayuntamiento popular pida a sus ciudadanos que no coarten la libertad agresora del rabilargo ibérico –¿les suena aquello de "son sus costumbres y hay que respetarlas"?— y admito la duda, pero tampoco vamos a obviar que los populares nunca desaprovechan la oportunidad de ponerse de perfil ante aquello que es susceptible de un editorial acusador en cualquier panfleto socialista. Y la forma más sencilla de ponerse de perfil aquí es compadrear con el rabilargo, que les zurzan a los ciudadanos picoteados, y de paso hacer un guiño a la manada ambientalista.

Ante el desamparo, habrá quien se tome la justicia por su mano y se eche a las calles con un rifle, y termine al final volándole los huevos al pájaro en legítima defensa. No podremos objetar nada. Entonces redoblarán las plañideras de perfil bajo sus golpes de pecho y sus loas al hermano rabilargo que tan bien decora nuestras calles en el sur y el oeste español. Cuando el político se desentiende de sus responsabilidades con los ciudadanos, los ciudadanos se desentienden de todo lo demás.

Entretanto, los últimos videos muestran a tipos cruzando las calles okupadas con carpetas en la cabeza, para protegerse de los ataques. Y yo los veo, miro al cielo, pienso en la España de los rabilargos y juro que no doy crédito. No es posible que la historia del rabilargo se parezca tantísimo a la vida en la España de Sánchez. Quien, por cierto, a la pandemia, la dana, y el apagón, suma ahora otro cataclismo inédito: el terrorismo de los rabilargos.

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