Se dirá, a la luz del título de hoy, que su contenido va a tener la estructura de un cuento. Mi pretensión no es el relato contemplativo, para disfrute de niños y de no tan niños, porque su contenido finaliza con lo macabro del mundo real, aunque recordando a quienes nos precedieron por sus valores inapelables.
Digno de destacar en esa época estaba el relevante reconocimiento a la persona humana, a su libertad, a su dignidad, admirando su honradez, su laboriosidad, su generosidad con quienes pudieran necesitarles. Aquellas cualidades y la reverencia a sus titulares, conformaban una sociedad digna, respetuosa y cimentada en unos valores permanentes, que nadie ponía en discusión.
Ese clima estaba presente en toda la comunidad, en sus comportamientos, en sus quehaceres, en su obrar, en fin, en su hacer y en su decir, tanto en su dimensión privada como en la pública. Tanto en el seno más reducido de la sociedad, la familia, como en las dimensiones locales mayores, hasta ser así en la dimensión nacional, e incluso en escalas plurinacionales, originadas para afrontar retos de orden superior.
El pensamiento económico, que hoy es el que nos interesa, era coherente con los principios que acabamos de enunciar. Así, conviene recordar, aunque sea parcialmente, la obra de Adam Smith (1723-1790) que, tras su "Teoría de los sentimientos morales" (1759), nos entregaría su aportación más consultada en los siglos siguientes "Una investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones" (1776).
En esta última, y en su libro V, se adentra en las funciones del Estado (Gobierno), del que conviene entresacar algunos pasajes, sobre todo del Capítulo II, Parte II dedicada a "Los Tributos". Así, "… es necesario dejar establecidas las cuatro máximas siguientes… I. Los vasallos… deben contribuir al sostenimiento del Gobierno a proporción de sus respectivas facultades… II. El Tributo que cada individuo está obligado a pagar, debe ser cierto y determinado, y en modo alguno arbitrario… III. Todo Tributo o impuesto debe exigirse en el tiempo y del modo que sea más cómodo y conveniente a las circunstancias de contribuyente… IV. Toda contribución debe disponerse de tal suerte que del poder de los particulares se saque lo menos posible sobre aquello… que entra efectivamente en el Tesoro público del Estado" (op. cit. pp.117-119)
Repito que no es un cuento; ha sido el mundo real, bien que, en tiempos ya pretéritos, por lo que una cuestión exigiría respuesta. ¿Qué queda de aquello? ¿Dónde están aquellos valores sociales?
La respuesta está a diario en los medios, con titulares que no requieren explicación. Entre ellos: "Hacienda remite 92.000 cartas a los contribuyentes para que eviten…" ¿amenaza?; o bien, "Un 14% más de IRPF que en 2008 con una renta un 5% inferior" un abuso; más significativo el de, "Los impuestos una 'limitación grave' para el 45% de empresas"; o también, "la falta de personal, tributos y las leyes impiden crecer a las empresas"; aunque quizá, la más concluyente sea la del Prof. Conde "Esta Hacienda ha instaurado el Reino del Terror… con arbitrariedad… miedo…". Peor imposible.