
Israel ganó el Festival de Eurovisión de 1998 con la canción "Diva", interpretada por la cantante transexual Dana Internacional. Fue la primera vez que una persona del colectivo LGTBI ganaba el certamen, un hito que a la cochambre podemita le hubiera gustado atribuir a España, pero nosotros mandamos a Eurovisión a un hombre, Mikel Herzog, interpretando una canción titulada "¿Qué voy a hacer sin ti?", de claras reminiscencias heterosexuales. Aquel año, la actuación más inclusiva fue la israelí y nosotros quedamos como de costumbre; fatal.
Casi tres décadas después, el presidente del Gobierno español se ha embarcado en una cruzada antijudía para que España no comparta ningún espacio cultural o deportivo con Israel y en RTVE apoyan la idea ¡Caramba, qué coincidencia! El tema fue tratado ayer en el Consejo de Administración del ente público, un órgano plural integrado por 11 miembros elegidos por el PSOE y sus socios, por cuatro del PP y cero propuestos por Vox. La decisión de abandonar Eurovisión si se permite participar al representante de la televisión pública hebrea fue adoptada por una amplia mayoría encabezada por su presidente, Pablo López, lo que resulta consecuente con un medio de comunicación gubernamental que ha hecho de la propaganda izquierdista su única seña de identidad.
El colectivo LGTBI+Q tiene con Eurovisión una de sus grandes citas anuales en el terreno del entretenimiento, pero, si no hay candidatura española, el certamen perderá gran parte de su audiencia en España. A Sánchez eso no le preocupa y a los que mandan en RTVE, tampoco, porque la prioridad es contribuir a que se deje de hablar de la asombrosa corrupción que acorrala a la Sagrada Familia, aunque eso suponga matar a la gallina de los huevos de oro en lo que a espectáculos musicales se refiere.
El Gobierno debería buscar una solución a este problema, para seguir insultando al pueblo israelí sin que los aficionados al certamen musical europeo se sientan traicionados. Una posibilidad es crear un concurso paralelo con los países del cártel Foro de Sao Paulo, una especie de Narcovisión de la canción moderna. El problema es que a los espectadores les tocará aguantar dos o tres horas seguidas de reguetón, interpretado, además, por hombres varoniles y mujeres exuberantes, porque en países como Venezuela o Cuba la cosa LGTBI no está aún muy desarrollada. La ventaja es que, al contrario de lo que venía pasando en Eurovisión, será muy difícil volvamos a quedar entre los cinco últimos clasificados.
