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Caraduras reincidentes e impunes

Es un misterio que las mujeres españolas puedan seguir votando a Sánchez y a este par de caraduras reincidentes.

Es un misterio que las mujeres españolas puedan seguir votando a Sánchez y a este par de caraduras reincidentes.
Pablo Iglesias e Irene Montero se besan en un acto de campaña electoral. | Europa Press

No creo que nadie dude a estas alturas que Pablo Iglesias e Irene Montero son dos caraduras además de otras cosas. No juzgo. Sólo describo. ¿Qué es un caradura? Pues muchos subrayan que un cínico capaz de afirmar una cosa y la contraria de forma habitual, o de hacer cualquier cosa, lo que predica y lo que anatematiza, sin solución de continuidad y sin inmutarse. Otros creen que no es más que una versión del farsante, del trilero, del mentiroso, del descarado, del fresco, del truhán, del estafador, del irresponsable compulsivo…

Recuerden cómo empezó todo. Hay un libro que ha escrito uno de los indignados del 15 M que protegió Rubalcaba que retrata a ese pelotón de sabelotodos ninistas (ni esto ni aquello ni nada que no sea yo) con diarrea verbal incontenible como el primer Pablo Iglesias de este modo: "En la revista del partido, Viento Sur, se leían en diagonal artículos abogando por que España saliese del euro y, a la vez, se beneficiase de los eurobonos. Los anticapis españoles eran una contradicción con patas, pero entonces yo estaba de acuerdo con Pablo Iglesias en que, dentro de la arena política, las contradicciones no se superan, sino que se cabalgan."[i]

Pero, ¿qué coño es eso de cabalgar contradicciones? Pues sencillamente asumir como normal que pueda defenderse hoy una cosa y mañana la contraria con toda naturalidad, como si fuera lo más normal del mundo. Por ejemplo, defender a homosexuales y otras sex-formances aquí y callar ante su ahorcamiento o persecución en Irán y Cuba. Otro más. Hiperfeminismo anti-hombres aquí y velos, burkas y sumisión en el Irán que les pagaba el programa de TV y otros socios islámicos.

Recuerden cómo enterneció a sus seguidores con aquel canto al pisito obrero de Vallecas, el de 60 metros cuadrados de su tía abuela, y denunciaba a los políticos que vivían en chalés, incluso antes de conocer a Pedro Sánchez, otro coherente, el yerno de Sabiniano Gómez, con su vivienda unifamiliar con jardines, piscinas y pistas deportivas privadas y zonas verde. Ni una palabra de ese Iglesias, defensor, decía entonces, de las "trabajadoras sexuales", sobre el negocio putero y/o chapero, de las saunas.

Fue probar las mieles de la vicepresidencia del Gobierno lo que le llevó a enamorarse del tipo de vida de sus enemigos de clase o de sus hipócritas compañeros socialistas. Y dicho y hecho, arrejuntado ya con Irene Montero, otra joya de la reincidencia canalla como veremos, se pusieron a hacer hijos y para protegerlos, tal vez del cambio climático o de la penosa presencia cotidiana de demasiados perroflautas, se fueron a vivir a la mansión de Galapagar pagada aún no se sabe cómo, aunque hay quien sospecha que el partido podemita abonó o prestó o váyase a saber qué y cómo.

Curiosamente, el libro aludido desvela que el autor "indirecto" de la convocatoria por SMS para cercar la sede del PP tras los atentados del 11 M fue precisamente Pablo Iglesias. "¿Aznar de rositas? ...Hoy 13M, a las 18h. Sede PP, c/Génova 13. Sin partidos. Silencio por la verdad. ¡Pásalo!»." Este es el mismo Iglesias que luego exigió un destacamento de seguridad del Estado para impedir o prevenir los escraches en su casoplón de Galapagar. Y del asamblearismo callejero que pregonaban ya no se acuerdan ni los quedan tras las purgas internas.

Hace unos días nos enteramos de que la caradura de esta pareja había superado otro límite. Ahora, la enseñanza. Tras despotricar contra la educación privada, criticar a quienes promueven escuelas, institutos y universidades al margen del Estado, ahora resulta que este año deciden que sus hijos estudien en un centro privado. Pero, claro, es que se trata de un centro ideológicamente afín, lo que, por lo visto, lo hace menos privado.


De todos modos, así llevan años y siguen impunes de toda impunidad. Incluso Podemos se mantiene, verdad que poco, en las encuestas y son ellos, la incoherente pareja, con la inenarrable Ione Belarra, los que dirigen ese pecio. Poca factura han pagado por el butrón ocasionado a la defensa de las mujeres maltratadas con aquella famosa ley del sólo sí es sí, Ley 10/2022 de garantía integral de la libertad sexual, que ha causado más de mil reducciones de pena en condenas por delitos de abuso y agresión sexual y ha favorecido a las "manadas" de violadores.

Para rematar su trayectoria se ha conocido su papel principal en el más que escandaloso caso de las pulseras electrónicas, que ha puesto en peligro la seguridad de miles de mujeres amparadas por la Justicia. El sistema vigente hasta 2023 fue modificado por una decisión de Irene Montero, entonces ministra de Igualdad del gobierno de Pedro Sánchez, que supuso el cambio de la empresa gestora del servicio.

Pero un error en el sistema durante la transición dejó sin acceso a los datos anteriores a marzo de 2024, provocando absoluciones y sobreseimientos por falta de pruebas sobre quebrantamientos de órdenes de alejamiento. Es lo que está escrito en el Informe Anual de la Fiscalía General del Estado de hace pocos días y que el gobierno ha silenciado durante meses.

Y ahí siguen, impunes. Él, sacando dinero de los bolsillos de sus fieles para su tabanco ideológico, y ella, vociferando bien protegida contra el "malvado" Israel callando sobre los crímenes de Hamás. Sí, es un misterio que las mujeres españolas puedan seguir votando a Sánchez y a este par de caraduras reincidentes. Pero cuando ni la verdad ni la coherencia ni el sentido lógico y ético caben en la política, pasa esto.


[i] Ernesto Castro, Memorias y libelos el 15 M. En sus páginas recuerda, entre otras cosas, aquellos tiempos en que contemplaba a Iglesias "eyaculando proposiciones sexuales posirónicamente machistas sobre las diputadas del PP." ¿Faloforia? Eso dice el autor.

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