La flotilla antijudía ha sido la chispa que ha encendido la intifada en España. La violencia en la Vuelta organizada por elementos del terrorismo etarra tiene continuidad en las protestas en Madrid, Barcelona y otras ciudades españolas por la detención de la flotilla. Quien haya seguido las peripecias de este crucero propagandístico por el Mediterráneo habrá constatado la demagogia, la inconsistencia, el populismo y las alucinantes contradicciones de los miembros de esta iniciativa de la izquierda global.
La Global Sumud (Persistencia) Flotilla es la flotilla de Hamás, una pintoresca colección de embarcaciones de todo tipo en cuyas minúsculas bodegas no había el más leve rastro de algo que pudiera ser considerado ayuda humanitaria. Ni medicinas ni alimentos. Da igual. La superioridad propagandística de la izquierda en este caso es incontestable. Mientras gran parte de la derecha, con excepciones como la de Isabel Díaz Ayuso, asume la propaganda y baja la cabeza ante la grosera mentira del "genocidio", la izquierda se ha hecho con el control de las calles tras monopolizar el relato mediático.
Hay cosas que no cambian. En la Edad Media los judíos eran acusados de cometer toda clase de atrocidades con los niños. Igual que en el III Reich. Y ahora sucede lo mismo. A falta de tres días para el segundo aniversario del 7-O, la mayor matanza de judíos desde el Holocausto, las calles de España arden porque Israel no ha tenido más remedio que desembarcar a las señoras Ada Colau y Barbie Gaza y tramita su deportación a España con toda clase de garantías legales y humanitarias. Nada que ver con lo que les habría ocurrido en caso de caer en manos de Hamás siendo simpatizantes de la causa israelí, una democracia rodeada de regímenes teocráticos que consideran que las mujeres deben caminar tres pasos por detrás de los hombres.
Ni siquiera el PSOE disimula el hecho de que la situación procesal de la familia del presidente del Gobierno está detrás de operaciones tan groseras como la del barco militar "Furor", de una ilegalidad manifiesta al no pasar por el Congreso. Pedro Sánchez es el principal instigador de unas acciones de protesta que siempre degeneran en actos violentos. Se llama directamente al boicot a las empresas y los productos que estén vinculados, aunque sea vagamente, con Israel. La presión es tan salvaje que un partido como Junts (que viene de una Convergencia que se sentía identificada plenamente con el Estado de Israel) está dispuesto a votar a favor del embargo de armas. Sílvia Orriols ha visto otro hueco y es la más clara detractora de Hamás y del terrorismo islamista en la política catalana. El sanchismo ha dado con la tecla: la causa palestina que aúna a toda la izquierda, desde los proetarras a los golpistas de ERC, la CUP y el PSC pasando por Sumar, Podemos y demás marcas.
En la derecha no hay respuesta. No acaba de decidir si lo de Gaza es un "genocidio" o propaganda, a pesar de las evidencias a favor de lo segundo y en contra de lo primero. El sanchismo campa a sus anchas ante el estupor del PP y Vox. Todas las versiones de las izquierdas están en estado de agitación. Corren muy malos tiempos para los ciudadanos judíos aquí y en gran parte de Europa. El atentado con dos muertos en una sinagoga de Manchester es consecuencia directa del discurso dominante contra los judíos, del odio que propagan el islam y la izquierda sumisa con el islam, que es toda sin excepción. En este contexto "propalestino", alertar contra el yihadismo es delito de odio, como muestra el escandaloso caso del sacerdote Custodio Ballester, para quien piden cárcel por haber escrito un artículo titulado "El imposible diálogo con el islam".
Como es obvio, a toda esa izquierda el pueblo palestino le interesa lo mismo que le interesaba el pueblo saharaui. Lo que cuenta es lograr esa polarización que moviliza y agita a la izquierda al tiempo que tapa todas las vergüenzas y la corrupción del sanchismo, sus ataques contra los jueces, sus cesiones a los separatistas y la infinita sucesión de escándalos con sobornos, tráfico de influencias, malversación, fraudes, enchufes, prostitutas y fiestas en paradores nacionales entre otras especialidades del catálogo socialista. Frente a todo eso, el "genocidio" y la flotilla resultan una eficaz cortina de humo, un banderín de enganche transversal que penetra incluso en sectores conservadores con el catastrófico impulso de la Conferencia Episcopal, subyugada por la mortífera "paz" islámica que invoca la izquierda.
A tres días del segundo aniversario del 7-O ya sería hora de que la derecha fuera capaz de articular un discurso que haga frente a las mentiras del Gobierno y de los partidos que lo sustentan, toda esa izquierda cuya única duda es a quién odia más, si a España o a Israel y los judíos.

