
España está llena de trepas. Todos conocemos a alguno. Se pegan a ti cuando creen que puedes serles útil en su insaciable ascenso social y reniegan de tu amistad si piensan que la proximidad puede dañar su proyecto de promoción personal. En política, los hay a calderadas porque allí sólo triunfan los que lo son en grado sumo. Quienes ponen la amistad por encima del avance profesional o prefieren mirarse al espejo por las mañanas sin avergonzarse de lo que ven no prosperan en la cosa pública. Pero claro, como en todo, hay grados. Y Sánchez es un trepa superlativo, el padre de todos los trepas, el trepa por antonomasia.
Se trata de un tipo que, siendo muy joven, decidió que jamás daría golpe. Para lo que, como diría el poeta, fue a casarse con una doncella de gran fortuna. No le importó el oscuro origen de la dote. Pero, como le pareció poco, decidió servirse de los secretos que atesoraba su suegro proxeneta para progresar en ese nido de inmoralidad que es el PSOE. Y, como buen trepa que es, triunfó, sabiendo cuándo arrojar al barranco a todo aquel que le sirvió pero que luego le estorbó. Tres personas se fajaron para ayudarle en sus inicios y a las tres defenestró para evitar que sus corrupciones le mancharan. ¿Alguien puede creer con seriedad que en aquel Peugeot viajaban tres almas negras acompañando a un ingenuo dechado de virtudes? Con toda seguridad, los cuatro eran de la misma calaña. Y la prueba está en la frialdad con la que el trepa les dejó caer al vertedero con tal de evitar que a él se le viera el cartón. También hay fotos con la fontanera, encargada de acabar con el buen nombre de todo aquel que ha osado cruzarse en el camino del señorito. También a ella se la ha sacudido el prenda como quien se quita el polvo de la hombrera de esos horribles trajes que viste el muy hortera. Y siendo como es evidente que aquélla obró bajo su autoridad pues su jefe no ha querido unirse a las denuncias que pesan sobre la infeliz.
Ahora, que Washington le ha puesto la proa, Sánchez tiene que sacudirse al más incómodo, al expresidente Zapatero. Incómodo no tanto por el mucho poder que tiene en el partido y en el socialismo internacional, que también, sino sobre todo porque no es un patán de la escuela de Torrente ni un empresario de lance ni una tonta útil que pasaba por allí. Zapatero tiene aldabas. Y que ahora el guapo pretenda fingir que no sabía nada de lo que el solemne cocinaba en Caracas, Pekín y seguramente también Moscú no le va a gustar. José Luis Gambino no se dejará tirar a la escombrera como los demás. Mucho más si lo acompaña Pepiño Bonnano, que tampoco es tipo que le guste que se aprovechen de él. Los dos se llevarán por delante a Pedro Lucchese y con él puede que también a Cándido Colombo. Y de repente igual cae con ellos alguno de la familia de los Genovese. Bonito espectáculo el que se avecina.
