
Trump quiere celebrar la Navidad impidiendo que María y José puedan huir a Egipto y salvar al Niño Jesús. En otra obscena exhibición de cobardía disfrazada de compasión, ha decidido, en conciliábulo consigo mismo y un par de cariátides de su equipo, que Ucrania entregue sin lucha al invasor Putin una parte del territorio que no ha podido ocupar y todo el que ha ocupado ya. Y una vez hecha la paz, según el modelo Munich 1938, lo celebrará en Times Square con Melania, un tedeum y una buena cogorza, porque esta gran hazaña de ayudar al fuerte a machacar al débil lo merece. Ya de paso pueden brindar por el alma de los Estados Unidos de América como potencia global y por la Unión Europea, también de cuerpo presente.
Paz por territorios y territorios por el Nobel de la Paz
Al parecer, Trump sigue molesto, y con él su corte de chambelanes y agradaores, por la concesión del Nobel de la Paz a María Corina Machado. Así que para asegurarse el del año que viene ha decidido presentar ya su candidatura, y qué mejor que en vísperas de navidad. No es la primera, la segunda, ni la tercera vez que lo intenta, siempre con ese Oscar al mejor actor secundario en el horizonte y con la misma fórmula: al invasor ruso se le premia con una parte de lo conquistado y al invadido se le castiga con la amputación de todo lo perdido y alguna otra zona más, para redondear el mapa, como cuando las potencias se repartieron el África en colonias, con regla, escuadra y cartabón, y así salieron de rectas las fronteras, que luego, ay, se han ido deteriorando, de guerra fronteriza en guerra fronteriza.
Hasta ahora, todas, absolutamente todas las promesas de Putin a Trump han sido traicionadas por el déspota ruso, pero tras varios bufidos, amenazas, trenos y trinos, el presidente naranja, hinchado de vanidad, ha vuelto siempre a surcar los cielos de la humillación y la rendición ajenas. Zelenski se ha negado en todas las ocasiones a aceptar los planes urdidos en la Casa Blanca y respaldados por el Kremlin, o viceversa, y como todas las pruebas de buena voluntad que Washington ha pedido a Moscú se han saldado con rotundos fracasos, lo que, según lo que vamos sabiendo, se va a intentar es que Zelenski se rienda preventivamente ante Trump para que éste entregue al vencido, apuñalado por la espalda por su presunto aliado, en brazos del vencedor, que no ha podido serlo en el campo de batalla en más de tres años, pero que puede serlo en los despachos del fatuo Trump.
El cadáver de Ucrania sería uno más entre los restos de la UE
Pero, aunque el cadáver descuartizado de la heroica Ucrania sea el que anuncie en las fotos Trump, la que saldría muerta de esta traición sería la Unión Europea, cuyas minúsculas reformas, fatuos alardes y modestos compromisos presupuestarios para dotarse de una defensa propia, capaz de defender a los países miembros y sus aliados, quedan en absoluto ridículo.
Ante el proyecto de Trump, que su estilo zafiamente matonesco ha dado hasta el jueves a Ucrania para aceptarlo, diversas asociaciones de países, todas ellas inoperantes y en la que destaca el G20, que se solapan con la UE, la OTAN y similares, han publicado un documento en el que condenan que la ruptura de fronteras e invasión de territorios por parte de un país -sólo falta decir: "cuya capital sea Moscú", no puede ser aceptado en ninguna circunstancia. Lógico, porque sería una llamada de la UE a ser invadida por Putin. Como ese es exactamente el caso de la nueva propuesta norteamericana, idéntica a las anteriores de Trump, se supone que ahora pasará lo habitual: Zelenski se refugiará en sus socios europeos para pedir garantías contra Putin y presión a los USA, y como esas garantías son las que nunca ha cumplido Putin ni pretende cumplir, Trump atacará a la UE, la insultará, la ridiculizará y, finalmente, le hará caso y cancelará su plan.
Podría darse el caso de que Zelenski aceptara el plan norteamericano, que sería aceptar su derrota. Sus palabras primeras fueron: "nos dan a elegir entre la indignidad o perder a uno de nuestros aliados más importantes". No es, sin embargo, la primera vez que el presidente ucraniano gana tiempo y deja que se pudra la nueva traición de Trump, tan alevosa como las demás. Esta tiene la peculiaridad de que anunciar el reconocimiento de Crimea, el Donestk y otras regiones no tomadas por Putin, como legítimamente rusas. La diplomacia de Trump completaría así la tarea que los tanques rusos no han podido llevar hasta el final en tres años y medio de salvaje agresión.
No hay garantías con Putin, Ucrania puede seguir resistiendo
Algunos, como Enrique Navarro en este reciente artículo en LD, creen que es la última posibilidad para Ucrania de asumir una derrota indudable pero limitada, y que la alternativa es la eternización de la guerra, ya que es seguro que Putin no dará marcha atrás. Aunque muy popular, más que la resistencia, nunca he creído en el argumento de la eternidad de Putin o de sus planes de anexión. Tampoco por qué piensan que la paz de Trump podría ser duradera, cuando Putin no ha cumplido ninguno de sus tratados, ni porqué todos los ucranianos respaldarán a Zelenski si se rinde. Uno tiene la impresión de que se disfraza de piedad el hartazgo con una guerra cuyas imágenes siguen estropeando los telediarios. Y que esa molestia continuará.
