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Agapito Maestre

La mayor traición

Los putinianos occidentales no atienden más argumentos que los defendidos por el déspota. No entienden que el pueblo ruso será el primer perjudicado.

Los putinianos occidentales no atienden más argumentos que los defendidos por el déspota. No entienden que el pueblo ruso será el primer perjudicado.
Manifestación contra Putin. | EFE

Los defensores de Putin en Occidente están repartidos entre los partidos de la izquierda, la derecha y los tradicionalistas. Tienen mil ardides, argucias y artimañas de corte geopolítico para justificar la invasión rusa de Ucrania. Son aproximaciones, dicen ellos, de carácter internacional. Rara vez descienden a los hechos más cercanos y próximos para entender qué está pasando, pero, cuando lo hacen, es para ocultarlos con interpretaciones interesadas de la historia reciente de Rusia y Occidente, o peor, esgrimen algunas otras "experiencias" de guerra de las últimas décadas para quitarle hierro a la actual; relativizan la defensa de la libertad de Ucrania frente al totalitarismo neosoviético.

No se cansan de repetir, entre sus añagazas más celebradas, que a Putin no le quedó otra que la invasión, puesto que la presión de la OTAN ya le resultaba insoportable al Kremlin; que si la represión del gobierno de Ucrania contra ciudadanos prorrusos en la región de Donbas hizo necesaria la intervención armada del ejército ruso; en fin, Occidente, según estos putinianos, no le habría dejado otra alternativa al gobierno de Putin que invadir Ucrania y replegarse sobre los viejos territorios de la URSS. Los putinianos occidentales no atienden más argumentos que los defendidos por el déspota. Les cuesta entender que el pueblo ruso será el primer perjudicado de esta acción criminal. Más aún, desconfían y se irritan cuando se les recuerda que es la propia sociedad rusa la primera en poner en cuestión la invasión de Putin. Sí, sí: creen con la convicción del fanático que la población rusa respalda este atropello. Son incapaces de entender que el primer traicionado con esta guerra de invasión ha sido el pueblo, entre otras razones, porque ucranianos y rusos son pueblos hermanos.

Así las cosas, entre las trampas de los putinianos y el razonamiento de un hombre nacido en Moscú, en 1945, Boris Cimorra, me quedo con el segundo cuando dice: "Mil son las traiciones de Putin, pero quizá la más grave es la que está enfrentando al pueblo ruso, a fuego y sangre, con el pueblo ‘hermano’ de Ucrania. Estos dos pueblos han estado conviviendo durante siglos y ahora, después de las barbaridades que están cometiendo los soldados rusos en la tierra ucraniana, Rusia será el país más odiado, también durante siglos, por su vecina Ucrania, que tiene una importante población ruso-parlante, con millones de familiares dentro de la propia Rusia". Porque esta traición de Putin, se mire como se mire, es imperdonable, los rusos deberían castigarlo desbancándolo del poder, y luego pedir el perdón a sus agredidos hermanos ucranianos, ayudándoles a reconstruir su destruido país.

Por desgracia, los defensores de Putin en Occidente no se arredran ante ese tipo de argumentos. Desprecian a quienes en Rusia se oponían y siguen oponiéndose a esta guerra. A uno de esos putines, persona inteligente dicho sea de pasada, le recuerdo lo mantenido por el general retirado Leonid Ivashov en un Llamamiento al pueblo ruso, durante la primera semana de febrero, contra la guerra que preparaba Putin. Nos hicimos cargo en estas páginas del asunto, pero merece la pena recordarlo, porque casi todas sus predicciones están cumpliéndose. Léanlo con atención quienes no quieren oír hablar de las traiciones de Putin al propio pueblo ruso. Me refiero a un documento aparecido al amparo de una institución de carácter cívico-militar, creada en tiempos de la antigua URSS, con arraigo en el cuerpo social. Se trata de un Llamamiento de la Asociación de los Oficiales de toda Rusia al Presidente de Rusia y a los ciudadanos de la Federación Rusa. Está firmado por el citado Leonid Ivashov, presidente de la Asociación, un viejo halcón, un duro del antiguo ejército soviético. Es considerado un patriota a la antigua usanza. Este general encabezó todo un alegato contra la propaganda belicista de Putin: "Las fuerzas armadas rusas no están capacitadas para realizar una rápida y victoriosa guerra contra un país hermano como lo aseguran los medios de comunicación oficiales controlados por el Kremlin".

La conclusión clave de este documento es que Rusia, sin duda alguna, está amenazada por la propia Rusia. Claro que existe una amenaza externa contra la URSS, pero, hoy por hoy, no es nada comparada con la amenaza interna de una Rusia que se desmorona por todas partes: "Las amenazas externas, indudablemente, existen. Pero, según nuestra experta valoración, no son críticas en el momento actual y no amenazan la existencia de nuestro Estado y sus intereses fundamentales. La estabilidad estratégica permanece intacta en su totalidad, el armamento nuclear se encuentra bajo un control seguro, las agrupaciones de las fuerzas de la OTAN no experimentan un crecimiento y no manifiestan una actividad amenazante". Por el contrario, sigue diciendo el Llamamiento, "puede afirmarse que las amenazas están a la vista – el país se encuentra al borde del final de su historia. Todas las esferas vitales del país, incluida la demografía, están constantemente degradándose y el ritmo de la mortalidad entre la población rusa está batiendo todos los récords mundiales. La degradación tiene un carácter sistémico (…).Y esta es la principal amenaza, según nuestro punto de vista, para la Federación Rusa (…). La inviabilidad del modelo de Estado, la total incapacidad y la incompetencia del sistema de poder y de la administración, la pasividad y la desorganización de la sociedad son las verdaderas amenazas de Rusia. En tal situación cualquier país no podrá sobrevivir mucho tiempo".

La guerra, según se desprende de este Llamamiento, sería para Rusia un verdadero desastre: número de bajas de jóvenes rusos insoportables para sus padres, desmoralización de la sociedad, ruina económica, Rusia se convertiría en un país apestado en el resto del mundo y quizá enfrentamientos civiles entre la población, etcétera. El final del Llamamiento no puede ser más expresivo: "Nosotros, los oficiales de Rusia, exigimos al presidente que renuncie a su política criminal tendente a provocar una guerra en la cual la Federación Rusa se quedará sola frente a las fuerzas unidas de Occidente, y que dimita de su cargo, según el artículo 3 de la Constitución de la Federación".

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