El axioma es que el lenguaje sirve para comunicarse, se entiende, para comunicarse bien. Pero no es tal axioma sino una pobre hipótesis que a veces se documenta y a veces no. La prueba es la continua confusión que hay en torno a palabras o expresiones comúnmente empleadas y que no significan lo que pretenden. Los libertarios conocen muchos ejemplos. Incluso la voz "libertario" significa aquí (=seguidor de esta seccioncilla o de este periódico) algo muy distinta de su sentido histórico (=anarquismo fanático en España o derechista acérrimo en los Estados Unidos). La polisemia y posible confusión se mantiene por razones de ironía. Los libertarios que me siguen ya saben a lo que me refiero.
La polisemia es a veces más confusa y no hay ironía que valga. G. Laterza (Asunción, Paraguay) me proporciona un buen ejemplo. Es el adverbio “taxativamente”. Su origen está en el verbo latino "taxare", algo así como tasar, limitar. En buen español, "taxar" es reducir algo a sus estrictas circunstancias, por lo que no admite discusión. Digamos que "taxativamente" sería lo inequívoco, lo que destapa dudas. Pues bien, señala nuestro libertario paraguayo que "taxativamente" se emplea ahora como equivalente de "explícitamente, categóricamente". Hay un parentesco entre los dos significados, pero considero que, en efecto, "taxativamente" no debe sustituir a "de forma inequívoca". Añado más. Difícilmente puede haber enunciados taxativos o inequívocos, porque siempre cabe alguna duda. Ni siquiera el famoso "pienso, luego existo" de Descartes sería taxativo, y ése es el extremo.
Un término muy frecuente ahora y lleno de dudas es el de "matrimonio homosexual". En todos los códigos jurídicos y morales el matrimonio es entre un hombre y una mujer con derecho a casarse. No es una cuestión reproductiva (se pueden casar dos personas estériles) ni afecta a la conducta sexual (en el matrimonio nadie indaga las preferencias sexuales). Es una cuestión de orden. No vale aducir que si dos varones homosexuales se quieren, ese sentimiento mutuo conduce legítimamente al matrimonio. También pueden quererse un varón y su hermana. Sin embargo ese matrimonio no lo acepta ninguna legislación. Tampoco se aceptaría en un país occidental el matrimonio polígamo y, no digamos, el matrimonio de un varón con una niña impúber. Es decir, el matrimonio es una cuestión de orden jurídico y social, aparte de sus valores religiosos. ¿Por qué entonces la obsesión de la izquierda por implantar el matrimonio homosexual? Realmente tendría que ser matrimonio entre personas del mismo sexo que se incorporan a esa institución. La razón es ideológica. La izquierda entiende que, agotado su programa revolucionario, ahora cabe un nuevo radicalismo que significa la lucha contra el cristianismo. A estas horas.
Cada uno que defienda sus ideas, pero para eso no hay que enmarañar los conceptos. El matrimonio pude seguir sien do lo que siempre fue en nuestra cultura occidental. Las personas que se sienten homosexuales pueden establecer uniones que faciliten la seguridad jurídica de sus miembros. En el entretanto, la izquierda debería buscar nuevos objetivos en su secular lucha por la igualdad sin tener que volver a rancios anticlericalismos. Claro que este razonamiento mío va a caer en el vacío, pero es lo que pienso. Y conmigo, mucha gente sensata, sea homosexual o heterosexual. Por cierto, me resisto a aceptar que mi posición sea "homófoba", aunque solo sea por lo híbrido de ese neologismo. "Homo" quiere decir igual. No sé qué tiene que ver ese nuevo palabro con el rechazo de los homosexuales. Tampoco veo que haya que rechazarlos. Como puede verse, todo es una inmensa confusión de significados.

