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Amando de Miguel

Supercherías mil

La política española se adentra en un manglar de engaños y embaucamientos, del cual va a ser difícil desembarazarse.

La política española se adentra en un manglar de engaños y embaucamientos, del cual va a ser difícil desembarazarse. Después de todo, la estirpe española de todos los tiempos ha sido sujeto paciente de simulaciones y artimañas mil. No en vano, El Quijote es la obra culminante de la cultura española. Se trata de una sucesión de las más divertidas supercherías y fraudes. (Para Cervantes, fraude era femenino).

Todo empieza por hacernos creer que se está armando un Gobierno progresista como equivalente de lo más nuevo y avanzado. Sin embargo, no hay forma de demostrar tal equivalencia. Recordaré el testimonio de hace más de un siglo en la novela Un viaje de novios de Emilia Pardo Bazán. Es un divertido relato de enredos y marrullerías. La autora alude de pasada a "la extinguida especie progresista". Sabía de lo que hablaba doña Emilia. Fue ella la que primero empleó en España las voces feminista o intelectual (sustantivo).

Los progresistas hodiernos creen haber inventado las famosas mesas de diálogo o de negociación. Vienen a ser un vergonzante sucedáneo de los Parlamentos, que llevan mil años entre nosotros. La diferencia es que ahora negocian "de igual a igual" el Gobierno de España y el Gobierno de Cataluña. Es una triquiñuela improcedente, pues se trata de enfrentar a la parte con el todo, como si fueran equivalentes. Sería un ardid mixtificador para conseguir de hecho la ansiada independencia de Cataluña, y por ende del País Vasco y de Galicia. Auguro que, para redondear la superchería, las sucesivas mesas de diálogo impondrán la traducción simultánea entre las diversas lenguas españolas.

Como preparación de la mesa de Cataluña, las huestes progresistas han realizado una consulta con las bases para ver si están de acuerdo con lo que señalan los respectivos gerifaltes. Naturalmente, ha resultado un por búlgara mayoría. (Se alude a la Bulgaria comunista). Es otra impostura, pues las consultas por correo electrónico carecen de la mínima fiabilidad para ser aceptadas como democráticas.

En la espuria mesa catalana de diálogo la Esquerra exige el derecho de autodeterminación para Cataluña. De nuevo aparece la felonía de hacer equivalente la parte con el todo. Además, tal derecho de autodeterminación supondría que Cataluña fuera una colonia de España, una falsedad evidente.

A todo esto, la PSOE decide formar Gobierno con las Podemos y el tácito consentimiento de la Esquerra. Se trata de una acción por su cuenta y riesgo, saltándose la formalidad del previo encargo del Rey, como prescriben los usos de la Constitución. Los portavoces socialistas repiten el estribillo de que "los españoles y las españolas han votado que el PSOE forme Gobierno". Otra falsedad. Simplemente, como resultado de las elecciones, el PSOE ha sacado más votos que ningún otro partido. Solo que la diferencia no llega a ser suficiente para obtener mayoría absoluta. Por eso andamos con las interminables negociaciones para ver si se consigue una alianza de formaciones que supere en escaños al resto. Por eso resulta que sin la anuencia de la Esquerra no puede constituirse el Gobierno sedicentemente progresista.

He aquí la gran paradoja. Los de la Esquerra, que no se consideran españoles, cuentan con el voto decisivo para permitir que se forme el Gobierno de España. A este paso nos vemos abocados a unas terceras elecciones en el lapso de un año. Tampoco se hundiría el mundo, aparte del recochineo. Las nuevas elecciones podrían beneficiar a Vox.

La gran falacia conceptual desborda las politiquerías anteriores. Es algo más mollar. El supuesto de la mesa de Cataluña es que 'España es una nación de naciones'. Habrá que entender que Cataluña es una de ellas. Pero, si todo es cuestión de lo que decidan los capitostes de un partido, el número de naciones se puede seguir reproduciendo indefinidamente por mitosis. Por ejemplo, nada impide que el Valle de Arán (con su lengua propia) se desgaje de Cataluña. O León de Castilla y León. O el Bierzo de León. O Cacabelos del Bierzo. O el Reino de Granada de Andalucía. Sería una divertida sucesión de patrañas.

A todo esto, como sucedió con el advenimiento de la II República, se nos olvida un factor fundamental. Entonces como ahora la turbulencia política se produce al tiempo de una severa crisis económica. Menos mal que en la situación actual, por primera vez en la Historia, el presidente del Gobierno de España es un doctor en Economía.

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