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Amando de Miguel

Un episodio vergonzoso de la izquierda montaraz

Vergüenza debería dar que un cúmulo de españoles ignaros y resentidos haya vuelto a elegir padre de la patria a un zascandil con ínfulas intelectuales, Pablo Manuel Iglesias.

Vergüenza debería dar que un cúmulo de españoles ignaros y resentidos haya vuelto a elegir padre de la patria a un zascandil con ínfulas intelectuales, Pablo Manuel Iglesias.
EFE

La batahola electoral no nos deja analizar bien la conciencia de nuestros gerifaltes. Vergüenza debería dar que un cúmulo de españoles ignaros y resentidos haya vuelto a elegir padre de la patria a un zascandil con ínfulas intelectuales, Pablo Manuel Iglesias. Asombra su primer vagido en esta legislatura, como mérito para que den por fin a su señoría la ansiada poltrona de un ministerio, "aunque sea de Marina", como dijo el clásico. Aunque, bien mirado, al leninista del Orinoco le iría mejor el Ministerio de la Vivienda Digna. Nada menos que nuestro hombre muge esta atroz proclama, con dos dídimos: que el empresario más exitoso de España, Amancio Ortega, no debe hacer más donaciones a los hospitales públicos en su magnífica labor contra el cáncer. No sé si tal regüeldo quiere decir que el descamisado de Galapagar está a favor del cáncer o que odia el éxito de los empresarios que se esfuerzan, como ejemplifica el de Busdongo.

Supongo que el egregio profesor analfabeto ignora que la economía de la donación representa uno de los grandes avances de la civilización occidental. Los laboratorios científicos, las bibliotecas, los museos, las organizaciones para ayudar a las personas necesitadas, etc., de los países democráticos se benefician de cuantiosas donaciones de personas privadas con posibles. Como es natural, tales donativos se hacen por un formidable espíritu de solidaridad y con independencia de las obligaciones fiscales.

Se me perdonará la vanidad de una minúscula alusión personal. En su día obtuve la prestigiosa beca Fulbright, que me permitió una estadía de tres años en los Estados Unidos para especializarme en sociología. La beca era una iniciativa del Congreso de los Estados Unidos, pero se sufragaba en parte con los fondos de muchas donaciones privadas. En el caso de los becarios españoles, el estipendio correspondiente provenía del legado de un paisano gallego que había emigrado a los Estados Unidos y había hecho una regular fortuna.

Puestos ya a las confidencias, recuerdo el momento, hace un par de decenios, cuando se inauguró la biblioteca municipal del pueblo donde resido. El alcalde (socialista él y licenciado en Políticas como yo) me invitó a la inauguración. Me sentí obligado a ofrecer a la nueva biblioteca, todavía sin fondos bibliográficos, unas cajas de libros de los muchos que acumulaba en mi casa. Me quedé atónito al oír la contundente reacción del alcalde: "Nada de donaciones privadas. Esta es una biblioteca pública y, por tanto, no admite regalos de particulares". Vamos, que mi desinteresado ofrecimiento le pareció al burgomaestre poco menos que una ofensa a su ideario socialista. Donosa idea de lo público.

Se me había olvidado el extraño lance de la biblioteca de mi pueblo, pero lo he recordado ahora al contemplar el exabrupto del caudillo de Unidas Podemos (o quizá de Unidos Podamos). Lo peor es que luego he podido comprobar que algunas distinguidas personas (altos funcionarios, empresarios, profesionales) se manifiestan acordes con la ordinariez de Pablo Manuel Iglesias (a) el Coleta. Así pues, no se trata de una opinión caprichosa. Su aceptación más general se explica por el concepto de envidia, que domina la escena pública española. No se tolera fácilmente que un hombre de origen humilde haya acumulado trabajo hasta la posición de llegar a ser el primer contribuye del país. "Más impuestos tendría que pagar" o "ni se sabe lo que habrá robado" son algunos de las piadosas cogitaciones que merece su trayectoria. También se le critica que haya desperdigado por el mundo la red de tiendas y fábricas de Inditex. Todos estos comentarios, oídos en los ambientes que frecuento, me llenan de verecundia.

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