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Antonio Robles

Donald Trump, la democracia al desnudo

Muchos nos sentimos tras el triunfo de Donald Trump como si Gil y Gil se hubiera apoderado del gobierno de España tras demoler al PP y al PSOE juntos.

Me preguntaba a las puertas de la cita electoral americana: ¿qué es más inquietante, que gane Donald Trump o que la mayoría del pueblo americano elija a un tipo como él? Esta mirada autosuficiente me descalifica de entrada para juzgar al pueblo americano. Y es que el resultado de una votación electoral no demuestra cuándo acierta o se equivoca el pueblo. Para los seguidores de Hillary Clinton, el pueblo se ha equivocado, pero para los seguidores de Trump, ha sido más sabio que nunca. No es una cuestión de ciencia, sino de intereses, emociones, razones e ideales mezclados en el azar de millones de ciudadanos de todo tipo y condición intelectual, moral y social. Lo cual no impide que muchos nos sintamos tras el triunfo de Donald Trump como si Gil y Gil se hubiera apoderado del gobierno de España tras demoler al PP y al PSOE juntos.

A quienes nos sentimos indignados ante la imagen de matón ególatra millonario, machista y xenófobo con ínfulas belicistas no nos queda otra que envainárnosla. Se equivoca con la mejor intención quien titula el caso como "El suicidio de la democracia". Ya pasó antes en Argelia con el triunfo del Frente Islámico de Liberación en 1990 y su posterior ilegalización en 1991. No fue el FIS sino quienes no aceptaron la democracia los que acabaron con ella. Esto es la democracia, para bien y para mal. Los que creen que la democracia garantiza la justicia, que el pueblo nunca se equivoca, han de empezar a cambiar el concepto que tienen de democracia.

No hay mal que por bien no venga. El triunfo de Trump nos ha dado una oportunidad envidiable para mostrar a nuestros populistas y nacionalistas que no son dueños de la democracia, pues a menudo confunden ésta con la verdad, la verdad con su ideología y su ideología con la justicia. Ergo, si gana la opción política opuesta a la suya, sentencian que han ganado los antidemócratas (el neofranquismo o los fachas, en su lenguaje). Una lástima, la lección dada por Obama y Clinton reconociendo el triunfo de su oponente y ofreciéndose a un traspaso de poderes colaborativo y limpio da la talla de la democracia americana, tan denostada por estos lares.

Pablo Iglesias y sus homólogos nacionalistas han de aprender que la democracia no nos garantiza la verdad, ni siquiera nos asegura la justicia. Aunque su empeño sea hacerlo. La democracia sólo es un sistema sustentado en el derecho para no matarnos y, a ser posible, garantizar la propiedad, la libertad, la seguridad y el bien común. La democracia no nos garantiza la verdad, porque si lo hiciera, en ese instante sería sustituida por una aristocracia de sabios. No tiene nada que ver con el conocimiento. Podríamos votar que la ley de la gravedad no existe, pero me temo que el primero que quisiera comprobarlo se estamparía contra el suelo.

Es humano pensar que cada uno de nosotros tiene un mejor sentido de las cosas, por eso muchos pensamos hoy que Trump es una incógnita peligrosa para la tolerancia social, incluso para la misma democracia. Aceptar las reglas de juego, respetar al ganador no implica estar de acuerdo con sus inquietantes medidas, muy al contrario, la propia democracia ofrece reglas para hacer oposición firme a ellas.

PD. El Brexit, la victoria del no al proceso de paz en Colombia, la sorpresa de Trump o los populismos de derechas e izquierdas europeos son un síntoma que no debemos despachar con simples anatemas. Estamos demasiado acostumbrados a liquidar al oponente extremo con el estigma de ultraderechista o cualquier otro apelativo satanizador. En España, en Europa hemos de empezar a discutir con razones lo que consideramos a priori intolerable. La gente podrá ser ignorante, pero nadie es tonto, ni vota contra sí mismo. La manipulación mediática explica cosas, pero no todo.

Algo que se ha escapado a tanto listo ha llevado a la mayoría del pueblo americano a votar al más demagogo. Lección para Europa.

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