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Antonio Robles

La anomalía territorial del PSOE

Cuando ya creíamos que el PSC había renunciado al derecho a decidir, sale Iceta y nos devuelve a la realidad.

Los privilegios reivindicados para Cataluña por Miquel Iceta el pasado viernes como secretario general del PSC, en el artículo "Para poder decidir, primero hemos de acordar", condensa el alma mamporrera, tramposa e hipócrita de este partido al servicio del nacionalcatalanismo. Y delata el servilismo del PSOE al granero electoral de Cataluña. Una vez más. He ahí el modelo de federalismo asimétrico que vienen exigiendo desde Pascual Maragall y el preámbulo confederal que necesitan para pactar con Podemos. Son las huellas dejadas por las negociaciones entre el PSC de Iceta y Xavier Domènech de En Comú Podem, consentidas (¿o encargadas?) por Pedro Sánchez y a espaldas de C’s.

Si el PSOE llegase a aceptar las ventajas supremacistas que manifiesta Miquel Iceta en su artículo, sería un golpe mortal contra la igualdad de los españoles, contra la soberanía nacional, y el mayor peligro en estos momentos de quiebra territorial.

Antes de entrar en él, déjenme hacerles esta reflexión. Si dividimos el arco parlamentario, vemos que los partidos que protegen la defensa de lo común, es decir, la España constitucional y su unidad sin complejos, son solo la mitad del hemiciclo (la derecha y el centroderecha); la otra mitad, o se desentiende o la combate. Me refiero a toda la izquierda y a la derecha nacionalista. Mostremos su posición ante ello.

El PSOE sigue sin superar los complejos de culpabilidad franquista que como estigmas arrastra toda la izquierda respecto a España, y que manipulan en provecho propio los nacionalistas y difunden buena parte de sus medios de comunicación. Esto lleva a los socialistas a renunciar a la defensa de España abiertamente. Los de Podemos aún no saben lo que quieren ser, pero su seguidismo de los sofismas nacionalistas, como el derecho a decidir o la defensa de la plurinacionalidad, hace un servicio impagable a los enemigos de España. Finalmente, el nacionalismo independentista, de derechas y de izquierdas, anda con la guadaña al hombro, convencido de que cuanta más debilidad muestre el Estado, mayores serán las posibilidades de desguazarlo o, en su defecto, ponerlo a su servicio. En eso consistiría la confederación.

Un Congreso nacional dividido a la mitad en cuanto a la defensa del Estado es una anomalía que no se produce en ningún país de nuestro entorno europeo. Todos los partidos, independientemente de su ideología, defienden sus instituciones, sus símbolos y el Estado nacional con normalidad. En España no. Ninguna mesa con solo dos patas puede aguantar en equilibrio mucho tiempo. Y no aguantará si el PSOE, como partido nacional, sigue actuando como franquicia del nacionalcatalanismo del PSC.

Recupero a Miquel Iceta y sus propuestas. Tornaré a esa anomalía nacional y su posible solución en cuanto muestre la impostura de este hacedor de fracasos. Y de caras, pues tiene tantas como su ausencia de principios.

Cuando ya creíamos que el PSC había renunciado al derecho a decidir, es decir, cuando ya habían dejado de hacer el juego al separatismo, sale Iceta y nos vuelve a recordar que la sentencia del Tribunal Constitucional alteró lo que el pueblo de Cataluña había consagrado en referéndum. O sea, el discurso que sirvió de coartada a la prensa nacionalista para hacer aquel infame editorial conjunto y a sus políticos para echarse al monte. ¿Qué diferencia hay, por tanto, entre el PSC y los nacionalistas?

No contento con eso, les labra el terreno con todos los mantras de la plurinacionalidad:

Las razones de la incomodidad catalana no se refieren sólo a la mencionada sentencia, sino que se producen también a causa de la falta de un reconocimiento real del carácter plurinacional, pluricultural y plurilingüe de España, de la percepción de un maltrato económico, fiscal e inversor, de políticas recentralizadoras que erosionan el autogobierno y de la ausencia de mecanismos eficaces de participación de las Comunidades Autónomas en el gobierno del Estado. (Los textos remarcados –en redonda– son suyos).

Reparen en el lenguaje plurinacional (de Podemos), y en la propuesta de una ley de lenguas plurilingüe que el PSC ha tratado de colarnos desde el 2013 en beneficio del supremacismo lingüístico nacionalista. Reparen cómo cuela el "España nos roba" tras el "maltrato económico" y el resto de agravios infinitos. A la luz de ese lenguaje, ¿qué diferencia hay entre el PSC y las razones nacionalistas? ¿Con estos mimbres pretende pactar el PSOE con Podemos?

Enseguida pasa a pedir el estatus de nación para Cataluña. Vista la lealtad constitucional de los nacionalistas, ¿cuánto tardarían en exigir la secesión en nombre del hecho nacional reconocido por el propio Estado? ¿Qué diferencia hay entre esas reivindicaciones del PSC y los fines nacionalistas?

Y como buen socialista que tiene a la igualdad como el fundamento supremo de la relación entre los hombres, exige la desigualdad territorial:

El reconocimiento de una asimetría competencial que atienda a los hechos diferenciales y los derechos históricos ya reconocidos por la Constitución y los Estatutos vigentes.

Que lo diga esto un socialista es una impostura ideológica insoportable y un insulto a la inteligencia: persiguen la igualdad económica entre los ciudadanos individuales, pero sacralizan la desigualdad económica de los territorios; detestan a los ricos, pero si los ricos son los territorios, entonces reclaman su 3%. Es decir, exigen privilegios para sí. ¡Valientes sinvergüenzas!; recurren a los derechos históricos, esas antiguallas del Antiguo Régimen previas a los Estados democráticos en nombre de rémoras constitucionales y estatutarias que deberían exigir abolir en lugar de generalizar, y pasan por progresistas. La intoxicación nacionalista ha llegado a las raíces mismas de la indecencia intelectual.

Ya puesto, ¿por qué no blindar la exclusión cultural y lingüística que ha venido practicando el nacionalismo durante los últimos 35 años en Cataluña? Ni el Ex Honorable Pujol lo hubiera exigido con mayor brío: "La consideración de los temas lingüísticos y culturales como competencia estricta de las Comunidades con lengua propia". Dicho sin anestesia, los defensores oficiales de la clase obrera castellanohablante en Cataluña pretenden blindar la inmersión, o sea, el adoctrinamiento catalanista; excluyen la lengua española de las instituciones e impiden, además, que los ciudadanos puedan ampararse en los derechos que les otorga la Constitución, o recurrir a los tribunales de justicia si lesionan sus derechos. Porque por eso, y por cuestiones más inconfesables, también piden controlar el poder judicial: "La descentralización efectiva del Poder Judicial". (Y fíjense en la manipulación del lenguaje, hablan de descentralizarlo, cuando en realidad lo que quieren es controlarlo). Los Pujol y los Millet podrían ya dormir tranquilos.

Esa misma manipulación del lenguaje aparece tras "la constitucionalización de los principios de solidaridad y ordinalidad que han de informar la financiación de las Comunidades Autónomas" (las cursivas son suyas). Nuevamente la asimetría, la desigualdad, la contradicción. O tenemos iguales derechos y deberes, vivamos donde vivamos dentro del territorio nacional, o constitucionalizamos la caridad y los privilegios, que es a lo que remiten la solidaridad y la ordinalidad. Incluso tales términos se contradicen.

Ya puestos, ¿por qué no institucionalizar el Senado como cámara territorial elegida por los territorios en sustitución del voto individual de los ciudadanos?: "La transformación del actual Senado en una verdadera Cámara territorial (personalmente defiendo un Consejo Federal integrado por representantes de los Gobiernos autónomos)". Como ven, una forma más de relegar el derecho de los ciudadanos frente a los territorios. Todo muy socialista.

Pero si hay algo en esas turbias negociaciones entre PSC y En Comú Podem para lograr un pacto entre PSOE y Podemos es la propuesta de Iceta de una reforma constitucional en clave federal; si la rechazara Cataluña, la única solución para los socialistas sería un referéndum a la canadiense bajo el paraguas de una ley de claridad. Es decir, abrir las puertas a la secesión de Cataluña, como han venido exigiendo los secesionistas.

La propuesta no es disparatada para alguien que carece de principios, sólo estúpida, además de ilegal. ¿Cómo contabilizaríamos los votos negativos al modelo federal? Las motivaciones para rechazarlo son múltiples y contradictorias. Desde alguien que quiere seguir con el modelo autonómico al que quiere una España centralista o quien prefiere la independencia. Por otra parte, si cedes en un primer referéndum, destruyes la soberanía nacional, legalizas la asimetría entre territorios y su derecho a exigirlo cuantas veces quieran. Sin contar que tomarían el apoyo o no a tal reforma constitucional como juego de salón, una manera más de mostrar el agravio sin jugarse de verdad la independencia; por lo que muchos, por jorobar, acabarían por rechazarla. ¿Miquel Iceta piensa antes de hablar o solo menea el culo en función del interlocutor y la circunstancia? ¿Hemos de poner en riesgo la unidad nacional por colocar en la Moncloa a un tío de casi dos metros sin más votos que el desearlo?

Lean, lean y lean… y descubran el vacío inmenso que hay en España de un proyecto de centroizquierda nacional, ilustrado y europeo, tan lejos de las castas de derechas nacionalistas, tremendamente insolidarias, como de los comunismos antidemocráticos y los populismos chavistas, peronistas o podemitas. Es decir, un centroizquierda ilustrado, europeo, reformista, que garantice la justicia social y se muestre desacomplejado en la defensa de las instituciones de la nación española y de sus símbolos. Con normalidad, sin aspavimientos ni patrioterismos excluyentes, pero sin un complejo ni una cesión más ante quienes la quieren destruir o ponerla a su servicio.

PD: La singularidad es el problema. Con ella empezó todo.

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