Menú
Antonio Robles

La guerra que va ganando el yihadismo

Si hay un propósito fundador en los despropósitos del integrismo islámico desde Al Qaeda a ISIS es la destrucción de los valores occidentales.

Si hay un propósito fundador en los despropósitos del integrismo islámico desde Al Qaeda a ISIS es la destrucción de los valores occidentales; se manifiesten estos en Occidente o en los propios países musulmanes. Es la incompatibilidad entre teocracia y Estado de Derecho, entre libertad de pensamiento y dogmatismo, entre sumisión a los principios categóricos religiosos y el origen convencional de las leyes democráticas, entre la sumisión de la mujer y el respeto a la igualdad entre todos los seres humanos. En una palabra, entre Ilustración y creencia.

Y ese propósito premoderno (no confundir, querido Pepe, consecuencias o medios con origen intelectual y fines) lo están imponiendo con el arma más antigua de la humanidad, la violencia y el terror. El asesinato en su forma más cruel.

Pero no son peligrosos por ser asesinos, son peligrosos por la naturaleza irracional de sus acciones. No son peligrosos por la crueldad de sus crímenes, son peligrosos por ignorar el instinto de supervivencia, el recurso más eficaz contra la destrucción de la especie. Son peligrosos porque no temen morir, y ante alguien que no teme morir, que hace de la propia muerte un instrumento de muerte, todas las leyes, fuerzas y amenazas pierden su capacidad de disuasión. En el reino animal, el despliegue de fuerza o el correctivo pedagógico suelen resolver la mayoría de los conflictos. Por eso son menos sangrientos que los humanos en la demarcación de su territorio vital o sexual.

El terror que despiertan sus actos en Europa se debe a ese desprecio por la propia vida. Ante él nadie se siente a salvo, ni siquiera los más fuertes. Hasta ahora, el miedo, el peligro, la inseguridad, el derecho de propiedad se solventaban con instrumentos de fuerza capaces de disuadir al delincuente, al violador, al terrorista, al revolucionario, al ejército enemigo, etc. Nada se puede oponer al desprecio del instinto de supervivencia. Si el terrorista no teme morir, la facilidad para llevar a cabo una acción criminal aumenta exponencialmente con el deseo de inmolarse.

Contra el terror que produce esa sensación de estar desnudos ante la voluntad del mal, en cualquier lugar, en cualquier momento, sólo queda su neutralización absoluta. Es decir, desplegar toda la fuerza disponible, libres de las reglas que garantizan derechos incluso al delincuente. Y ahí empieza un grave problema para nuestros valores occidentales, para las garantías del Estado de Derecho. De momento, estos criminales ya han ganado la primera batalla de la guerra, obligarnos a limitar el Estado de Derecho para salvar el Estado de Derecho. Es decir, cuestionar los límites de la libertad para garantizarla. Y eso, ¿no es uno de sus primeros objetivos? ¿Acabar con la libertad o, en su defecto, limitarla?

Hemos perdido la primera batalla desde que el 11 de septiembre del 2001 convirtieron nuestros aeropuertos, nuestros trenes, nuestros estadios, nuestras calles, etc. en fronteras para la sociedad civil. Una ingente cantidad de recursos humanos y económicos para controlar a una minoría, que incomoda y criminaliza a una mayoría. Con los atentados de París, las molestias se ampliarán exponencialmente al aumento irracional de sus acciones. Ya lo estamos comprobando: desalojo del aeropuerto de Copenhague, desvío de vuelos Nueva York-París, anulación de partidos de fútbol…

Otro batalla ganada por el terrorismo islámico. Nos hace rehenes en nuestra propias ciudades, en nuestros espacios de recreo, en nuestros medios de comunicación y en nuestra intimidad. Porque nadie debe llamarse a engaño, una mayor seguridad contra una guerra de fantasmas implica menor intimidad. Una tercera batalla perdida, el mejor terreno abonado para que germine el racismo y el todo vale contra el mal. Nos van ganando; esta es su guerra y estos son sus métodos.

EEUU, Rusia, China, Europa. Juntos. El espíritu de los aliados por encima de intereses e ideologías. O la humanidad o el cielo. Es la humanidad la que está en cuestión.

P.D. Destruyen joyas de siglos, degüellan como salvajes y eso amplifica una fuerza mayor de la que tienen. Si la tuvieran realmente, nuestras ciudades serían pasto de la guerra química, bacteriológica, nuclear... Es un respiro, pero también la advertencia definitiva para acabar con ellos antes de que la obtengan.

En Internacional

    0
    comentarios