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Antonio Robles

Salteadores de almas

En Cataluña, como en Canarias, la pregunta es en sí misma un atentado contra el juego limpio.

La ingenuidad, como la virginidad, una vez perdida, nunca más se vuelve a recuperar. Los demócratas que nos llevaron del franquismo a la transición se han convertido en furtivos, han abusado de nuestra confianza, y vivido a nuestra costa. La interminable cadena de corruptos ha saturado la capacidad de comprensión de los ciudadanos. Es tanta la pasta, son tantos los sinvergüenzas, es tanta la repugnancia que nos producen corbatas y trajes a medida de esta pandilla de políticos de medio pelo, que la ciudadanía está dispuesta a echarse en los brazos de cualquiera con tal de perderlos de vista. La venganza se está imponiendo a la reflexión. Sabemos que no son todos, ¡pero son tantos…!

Es sabido que la ciudadanía jamás se ha de fiar del poder. La naturaleza humana es voluble y poco fiable. De ahí las normas y los controles. Sin embargo, al final es la condición humana quien las aplica. Y como hemos visto hoy, cuando tal naturaleza se ha envilecido y generalizado, ni siquiera las normas pueden impedir la corrupción de nuestros servidores públicos. Ya ha pasado antes, muchas veces, en la historia. Hace 25 siglos, en la Atenas de Pericles, la democracia se disolvió en la demagogia. Y a través de ella llegó la corrupción y la ruina de la sociedad entera. El abuso del lenguaje tramposo trajo la ruina moral. Hoy, como entonces, hasta los más ladrones se dan golpes de pecho en televisión mientras borran el rastro de sus fechorías en paraísos fiscales. La palabra no vale nada y su función ya solo sirve para confundir y engañar al contribuyente. La obscenidad está tan generalizada que ya no reparamos si es del PP, o del PSOE, de los comunistas o de los nacionalistas, de un sindicato o de todos.

Hace 25 siglos, Sócrates, enemigo de los sofistas, acusaba a estos de la ruina de su ciudad por estar más preocupados en enseñar a persuadir que en buscar la verdad. El lenguaje se convertía así en mero medio para traficar y confundir, en lugar de clarificar para discernir con criterio. Dejó de servir a la causa de la libertad para traficar con ella. Porque nadie, ni sociedad ni individuo, juntos o por separado, puede ser libre si carece de información veraz y limpia.

La Cataluña del derecho a decidir es la versión de la peor erística de entonces. No hay ningún eslogan, ¡ni uno!, que no sea tramposo. Visto su éxito, hasta el canario Paulino Rivero se ha sumado a la degradación ambiental pidiendo un referéndum contra las prospecciones petrolíferas en sus aguas. Su formulación está a la altura del Astucias: "¿Cree usted que Canarias debe cambiar su modelo medioambiental y turístico por las prospecciones de gas o petróleo?".

Ni siquiera cultivan la sutileza: les dicen a sus ciudadanos sin ruborizarse que han de elegir entre seguir viviendo del turismo o perderlo todo a favor de la industria contaminante del petróleo. Paraíso frente a infierno. Como si uno y otro fueran incompatibles. La degradación de los valores como preludio del saqueo.

Estos politicastros que se amparan en la democracia del derecho a decidir y hacen todo lo posible para que los ciudadanos no puedan hacerlo con criterio atentan contra una de las condiciones básicas de ella: el derecho a la información honesta.

En Cataluña, como en Canarias, la pregunta es en sí misma un atentado contra el juego limpio. Desde el principio tratan de engatusar al pueblo, no informarlo. Salteadores de almas y vampiros de los bienes públicos. No sé que es peor.

P.D. La desesperación no debe cegarnos, no sea el remedio peor que la enfermedad. Cavilar, razonar, sopesar. A veces lo mejor es enemigo de lo bueno.

En España

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