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Carmelo Jordá

Menos café con leche y más dimisiones

Hay dos políticos españoles que, por incompetentes y por ególatras, son los máximos responsables de haber llevado a Madrid a este despilfarro y a esta humillación.

Hay dos políticos españoles que, por incompetentes y por ególatras, son los máximos responsables de haber llevado a Madrid a este despilfarro y a esta humillación.

Los políticos y miembros del Comité Olímpico Español que han participado en el ridículo bonaerense de Madrid nos están tratando de convencer de que se han esforzado mucho y de que el trabajo de la candidatura, coronado con un fracaso rozando lo grotesco y desde luego muy humillante, ha sido excelente.

Es como aquel entrenador de fútbol, creo recordar que el genial Di Stéfano, que al término de un partido con la enésima derrota soltó aquello de: "Jugamos como nunca pero perdimos como siempre"; o, ya que estamos con la cosa olímpica, como si un atleta corriese los cien metros lisos en trece segundos y dijese que su trabajo ha sido impecable y que se ha esforzado al máximo. Oiga, pues si el resultado es así cuando se esfuerza al máximo, igual lo suyo no es eso de correr, hombre de Dios.

Nos estamos acostumbrando en la política española a que, como nos decían de niños en esta educación moña y buenista que lleva ya un tiempo destrozando nuestros espíritus, lo importante sea participar: si uno se esfuerza, por muy zote que se sea, ya cubre el expediente, independientemente del resultado.

Pero cuando se hacen apuestas al más alto nivel y, sobre todo, cuando se juega con el dinero de los demás, esforzarse no es suficiente; se requiere un mínimo de pericia para no gastarse millones de los contribuyentes sin ton ni son. Para no someter una gran ciudad y todo un país a una humillación como la que sufrimos el sábado.

Madrid ha tenido tres candidaturas olímpicas igualmente fracasadas y los máximos responsables de ellas no sólo siguen en política, sino que se muestran encantados de haberse conocido. Se han gastado 6.500 millones de euros, pero eso no importa porque era "un sueño" y porque se ha hecho "un gran trabajo". Un trabajo del que los madrileños sólo hemos visto la factura –o lo que nos han dejado ver de ella– y la ridícula fiesta del pasado sábado, convocada como se ha podido ver con una cierta precipitación.

Es muy fácil escudarse detrás de lo corrupto que es el COI, de lo mucho que nos odia Rogge –o incluso de las relaxing cups de café con leche–, pero eso son datos que en 12 años de pesadilla olímpica ya podríamos haber aprendido, ya deberíamos haber aprendido. Lo cierto es que son todo excusas de mal perdedor: lo que aquí ha habido es mucha falta de competencia y mucho exceso de ego, y uno, modestamente, cree que alguien tendría que pagar por ello.

Hay dos políticos españoles que, por incompetentes y por ególatras, son los máximos responsables de haber llevado a Madrid a este despilfarro y a esta humillación. Uno sigue siendo ministro y la otra sigue siendo alcaldesa. Ya va siendo hora de que dimitan.

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